Cuando mi hermano tenía 16 años y yo 12, mi padre nos regaló un Ford T modelo 1925. Corría el año 1965 y ya en ese momento nuestro auto era una verdadera pieza de museo. Recuerdo que su techo era de lona, y el arranque se hacía por medio de una manija que había que girar varias veces y nos obligaba a hacer mucha fuerza. En lugar de caja de cambios, la poderosa máquina tenía un pedal que al presionarlo la ponía en movimiento y que luego, al mover una palanca ubicada frente al asiento delantero, bajaba las revoluciones del motor y con un sonido similar al de un pequeño tren, el bólido mecánico se lanzaba a su viaje.

Era muy notable, ya en esos tiempos, la diferencia de tecnología entre nuestro querido Ford y el resto de los vehículos de la década. Si salíamos a una ruta donde las velocidades eran mayores, la diferencia de potencia, agilidad, confort y seguridad con los demás vehículos era tan llamativa que
hacía casi imposible que pudiéramos circular por ella.

Fueron tiempos muy divertidos para nosotros, pero al recordar el vehículo y la época me dala impresión de que estoy retrocediendo a tiempos inmemoriales, como consecuencia de lavelocidad con que se han producido los cambios tecnológicos.

Este recuerdo me lleva a hacer una comparación entre el ser humano y los tiempos que vivimos. Podríamos decir que biológicamente somos un modelo muy antiguo en tiempos vertiginosos. Hoyresultaría imposible pensar en salir a una autopista con aquel querido Fort T; si lo hiciéramos, tendríamos una creciente sensación de estrés al ver que no es posible acompañar la velocidad del tránsito.

El homo sapiens actual habita en una sociedad que evoluciona tecnológicamente a ritmo vertiginoso, pero nuestra estructura biológica no se adapta a la misma velocidad sino que se mantiene como la de nuestros predecesores. La evolución humana requiere tiempos lentos para procesar adaptaciones que le resulten favorables a los cambios del medio ambiente en el cual se encuentra.

Suponer que esta dinámica se desacelerará es estar totalmente divorciados del mundo real y sus tendencias. Seguirá incrementando su velocidad y estaremos obligados a aprender mayor cantidad de cosas y con más rapidez. Y además, el conocimiento también es efímero y se esfuma enseguida.

Si queremos proyectarnos hacia el futuro, debemos ser fuertes, flexibles y adaptables. Saber cambiar nuestros paradigmas, aprender nuevas cosas a diario y compensar mediante entrenamiento el desfasaje entre nuestras capacidades y el vértigo de la vida cotidiana.

En mi opinión personal y desde mi experiencia de treinta años de estudio y práctica, considero que el Método DeRose es una alternativa muy eficiente para lograrlo.

Edgardo Caramella