Enseñar, la mejor forma de superarnos.

Hypatia y filósofos de Alexandría

 

“Enseñando aprendemos.”

Séneca

La especie humana ha llegado hasta nuestros días después de acumular experiencias durante aproximadamente tres millones de años de existencia, en un proceso evolutivo y de adaptación que seguirá en forma constante, hasta el último día de la vida.

Durante ese tiempo fuimos acumulando saberes diferentes en forma empírica. Gozamos, sufrimos, luchamos, huimos, amamos, destruimos y construimos con similar eficiencia. Vimos llegar la vida y también cómo ella nos abandona. En una palabra, somos fruto de experiencias y sus consecuencias.

Y cada uno percibió la necesidad de transmitir a otros el conocimiento adquirido. Podríamos decir que se trata de una característica de los humanos: la vocación de enseñar. Quién no disfrutó de ese momento especial cuando enseñamos algo que sabíamos a un niño, que trataba de asimilarlo con sus ojos llenos de asombro.

O, en la otra punta de la vida, cuando ayudamos a realizar alguna tarea o enseñamos algo nuevo a un anciano, quien con menos asombro pero con ternura en su mirada, nos agradecía que le ofreciéramos algo de tiempo de nuestras inquietas existencias.

Y en algunos, esa vocación de enseñar trasciende lo circunstancial y se vuelve una forma de vida y hasta una actividad profesional. Una profesión que encierra ideal, dedicación y mucho amor hacia los demás. Sin estos elementos, la calidad de la enseñanza será pobre, será un simple trámite carente de la profundidad transformadora que produce la energía de la verdadera vocación y el compromiso. Enseñar para vivir y vivir para enseñar.

Y esta cualidad, que está en cada uno de nosotros, al ponerla en práctica desencadena un proceso evolutivo: aprendemos al enseñar, fijamos el conocimiento y, como resultado final, nos humaniza.

En mi experiencia personal, después de tres décadas de enseñar el Método DeRose, coseché los mejores frutos. Alumnos que desean saber más cada día y otros que, además de saciar esa inquietud, también sintieron la vocación de enseñar y hoy lo hacen profesionalmente. Con todos me une un vínculo vocacional, profesional, fortalecido por el agradecimiento, el apoyo y el cariño mutuo. Es la clara sensación de ser un puente que recibe un saber ancestral, lo asimila, lo expande y lo transmite a otros, cuidando lealmente la esencia y sintiendo la felicidad de haber obrado en pro del destinatario, que más allá de nombres propios representa el futuro de la humanidad.

Por ello considero que el “enseñante” debe asumir el compromiso de transmitir lo específico de su materia, arte u oficio, pero además debe construirse como ejemplo. Debe ser coherente y vivir de acuerdo con lo que preconiza.

Quién de nosotros no recuerda a un docente que, en cualquiera de nuestras etapas de alumno, nos marcó con su presencia, supo llegar a lo profundo de nuestro ser y revivió algo que estaba dormido o latente. Nos movilizó y generó algo especial para favorecer nuestro crecimiento. Ese vínculo mágico trasciende lo verbal para ser un proceso de interrelación, de ósmosis, nutrido de agradecimiento y cariño profundo.

Por algo, el Maestro ha sido definido en antiguas culturas como aquel que disipa las tinieblas. El que, de alguna forma, nos ilumina. No hay comunidad, credo, disciplina o artesanía que no tenga Maestros y discípulos, profesores y aprendices. El conocimiento es transmisión. La idea de un Maestro o profesor “autista” que guarda su saber y no lo comparte es posible, pero genera una gran contradicción.

El Método DeRose mantiene viva esa llama esencial que fue característica de la pedagogía imperante en las antiguas escuelas filosóficas. Enseñanza, aprendizaje, generosidad y profundo cariño puestos de manifiesto en cada acto cotidiano. Somos seguidores de una tradición que enseña para aprender. Una cadena de formadores de formadores. Así lo aprendí de mi propio Maestro y de esta forma lo siento y trato de transmitir. Enhorabuena a todos los que vibran en esta maravillosa sintonía gregaria.

Edgardo Caramella

Maestría en Método DeRose

Discípulo directo del Comendador DeRose

4 comentarios

  1. Luis

    Ed!!! me encanto el texto!
    Algo que me encanta de enseñar es que al mismo tiempo uno aprende de la persona que tiene enfrente.
    Mas que nada en esta profesion creo que hay un verdadero intercambio cultural con los alumnos.
    Un abrazo!!!

    • edgardo

      Es exactamente así. Se aprende enseñando y es una tarea que nos humaniza… Abrazo

  2. Fernando

    Buen día Ed! Muchas gracias por este artículo tan estimulante y al mismo tiempo emocionante. Abrazo grande!

    • edgardo

      Un abrazo fuerte!