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Existen expresiones diversas que empiezan a ser repetidas y cobran la dimensión de verdades irrefutables. Esta es una de ellas: una imagen vale más que mil palabras.

Analizándola me doy cuenta que no es tan determinante ni constituye la definición de una realidad única. Claro está que en la era de la comunicación y la velocidad, las imágenes se están imponiendo por varios goles contra las palabras. El equipo de las palabras cada vez posee menos jugadores talentosos y por falta de entrenamiento se van empobreciendo gradualmente.

Tonto sería si negara el enorme valor de las imágenes, que ilustran de una manera especial nuestra existencia y son profundamente reveladoras, sin embargo y posiblemente por una nostalgia personal, recuerdo con añoranza la hermosa fantasía que generaba mi abuela Eleonora cuando se sentaba en su silla de patas bajas, en su patio de macetas y malvones para verter palabras. Con mis amiguitos la rodeábamos ansiosos para escuchar sus interminables cuentos que nos conducían a esos mundos imaginarios y bellamente ilustrados con las imágenes surgidas de nuestras propias fantasías. Mundos a los cuales regreso de tanto en tanto.

No estoy apuntando en dirección al valor intrínseco de las palabras como discurseaba con gracia particular el Negro Fontanarrosa al exponer su opinión sobre buenas y malas palabras. No estoy afirmando ni negando nada. Estoy intentando estimular el uso del lenguaje en su mayor amplitud, a fin de enriquecerlo y que no perdamos nunca ese don tan humano y maravilloso.

La Biblia señala que “primero fue el verbo” asignándole un gran valor a la palabra. También con su talento poético Pablo Neruda nos dice «aún la atmósfera tiembla con la primera palabra, elaborada con pánico y gemido».

Soy de la costumbre de escribir, leer, y escuchar palabras. De sentir desde ellas, de poder recibirlas y descifrarlas como si frotáramos una lámpara mágica de la cual brotan imágenes diversas.

Que vivan las imágenes que con tanto efecto nos tocan en lo profundo, pero nunca en desmedro de las palabras que nos conducen al bello mundo de la comunicación sentida y humana.

Hasta la semana próxima.