feliz cumpleAgosto para mí, es especial. Es el mes en el cual hace 63 años y con la complicidad de mi madre, que por coincidencia también era de agosto, se producía mi nacimiento. La fecha que se estableció en mi historia como el momento para ser festejado.

Sin embargo, estoy preguntándome ahora, que en mi retina y sentidos están presentes las múltiples emociones fragmentadas de los varios festejos ocurridos recientemente, ¿cuántas veces nacemos a lo largo de nuestras vidas? Y atención, que no hay ni un atisbo de misticismo en esta reflexión; por el contrario, es una pregunta nacida desde el más profundo pragmatismo.

Considero que, desde el alumbramiento y durante el transcurso de nuestra existencia, nos vamos construyendo y tomando constantes decisiones que nos llevarán a generar modificaciones fundamentales. Como resultado y en forma constante, aquella persona que abandonó el vientre materno para mudarse al exterior, comparada con la que llega al final del recorrido, en mayor o en menor medida, será siempre otra.

La vida es nuestra escuela y las experiencias, maestras rigurosas. En consecuencia, comenzamos a reaccionar de otra forma ante los mismos hechos y esto es producto de que interpretamos el mundo de otra forma. Como dice Humberto Maturana, no vemos el mundo como es, lo vemos como somos.

A ello se suman las constantes modificaciones que sin pausa se producen en nuestra biología.

En mi caso, cuántas cosas han cambiado desde aquel agosto de 1953: lugar de residencia, aspectos comportamentales, hábitos, relaciones afectivas, profesión, valores, prioridades, deseos y tantas otras que resulta difícil enumerar.

Estos cambios, algunos más conscientes que otros, son importantes por las consecuencias que en forma encadenada producen en el proceso evolutivo de cada uno. Cada cambio, elección, experiencia, cada situación atravesada será generadora de otras y así sucesivamente.

Los griegos lo analizaban desde la paradoja de Teseo, refiriéndose a un barco al cual se le fueron cambiando partes y tratando de comprender si seguiría siendo el mismo barco.

Creo que lo que uno logra, si tiene la intención de hacerlo, es ser más el que verdaderamente desearía ser. Descubrir su propia esencia, conocerse más y así avanzar en autosuficiencia y libertad.

Por ello considero una buena tradición la del festejo de cumpleaños, porque un año es un lapso interesante para revisar en qué punto estamos, qué cosas han ocurrido, qué obtuvimos, cuáles son nuestras metas y qué nos quedó pendiente.

En este día y utilizando la sensibilidad que me despierta cada abrazo, saludo, mensaje, sonrisa y regalo recibidos, estoy revisando mi mochila de acciones y deseos para dar el abrazo que no di, el gracias que no verbalicé, el te amo que no expresé, las disculpas que no pedí, el tiempo que no dediqué, el amigo que no visité o la mirada que no brindé.

Gracias a todos los que me hacen sentir que instalar el deseo de cambiar el mundo comienza por la sencilla pretensión de cambiarnos a nosotros mismos.

¡Lo seguiré intentando cada día!

Hasta la próxima semana.