Amasando pan

Soy un convencido de que el verdadero aprendizaje se genera cuando hacemos, cuando realizamos algo que trasciende lo meramente teórico. Esa experiencia de concretar lo ideado pone en movimiento todas las capacidades de la persona y, como consecuencia, se asimila y nunca se olvida. Hay frases alusivas a este estilo de aprendizaje: es como andar en bicicleta, una vez que aprendiste no se te olvida más. O la tan escuchada si querés aprender tenés que poner las manos en la masa, en referencia al loable trabajo del maestro panadero en la confección del apreciado alimento.

La sabiduría comienza antes de ponernos en acción: es en el momento de la toma de decisiones cuando configura en sí misma una etapa importante del hacer. Allí empieza la apasionante tarea de avanzar en un laberinto de variadas posibilidades. Comienzan los intentos, vendrán aciertos y errores, brotarán experiencias enriquecedoras y podremos sentir la adrenalina positiva que condimenta la vida de todo emprendedor.

Dicen que, para llegar a ser un buen filósofo, es mejor empezar por realizar tareas prácticas, aquellas que nos obligan a sortear obstáculos manteniendo un claro sentido de la realidad. En esta etapa nos fortalecemos y vamos adquiriendo nuevas aptitudes y talentos.

El recordado filósofo naturalista Lucio Anneo Séneca, más tarde conocido como Séneca el joven, consideraba tan valiosas las experiencias prácticas que elaboraba guías para compartir con sus contemporáneos. En una oportunidad sobrevivió a un naufragio y redactó una serie de consejos prácticos para que tuvieran en cuenta los navegantes en casos similares. Un precursor en la confección de los checklist que tanto usamos actualmente. Incluso cuando fue obligado a quitarse la vida, siguió al pie de la letra y con extrema coherencia los principios prácticos que había predicado. Esto enalteció su figura al punto que se lo sigue leyendo en la actualidad.

Más allá de que lo que nos llega sobre estos célebres personajes que pueden ser generadores de una inspiración positiva para nuestras vidas, en lo particular soy un convencido de que si queremos superarnos y ser positivos y solidarios con los demás, no debemos quedarnos únicamente en el discurso. Me decepcionan los teóricos que escriben artículos que servirán de inspiración a otros teóricos y así sucesivamente, cuando en sus vidas no han logrado concretar uno solo de sus grandes postulados, o algo tan elemental como la autosuficiencia para preparar un huevo frito. Sé que toda generalización es injusta, y ya me disculpo por ello, pero me apena la frustración que genera el discurso que no está acompañado de coherencia.

Soy un apasionado del Método que enseño porque brinda herramientas a los alumnos para que generen cambios positivos en sus vidas. Todo está imbuido de un elevado sentido práctico, ligado a la libertad y al deseo de superarse.

Si mencioné la capacidad de preparar un huevo frito, es por la especial conexión que tengo desde niño con la cocina. Me gusta cocinar con frecuencia y lo utilizo también como recurso didáctico con mis alumnos. Disfruto de elaborar artesanalmente con mis propias manos un producto que brindaré como testimonio de mi afecto. Al final de cuentas, en ese acto tan simple quebramos el paradigma de luchar entre nosotros por la comida. Seguramente esto nos humaniza, nos conecta con el hacer, fortalece el vínculo de confianza entre nosotros. Y facilita la tarea de enseñar y aprender.

Para finalizar, quiero dejar en claro que celebro la intelectualidad e intento desarrollarla, pero propongo evitar el divorcio entre intelectualidad y capacidad práctica.

Como lo expresa el escritor DeRose en uno de sus pensamientos: es por la acción efectiva que alcanzaremos lo que tantos soñaron y no consiguieron, porque únicamente soñaron pero no actuaron.

Hasta la semana próxima.