Foto por Bethany Legg

Voy a imaginar que en el momento en que leés este artículo estás concentrado en él. Sin embargo, puedo afirmar que simultáneamente con la lectura, tus sentidos captan gran cantidad de estímulos, generando exitosas y diferentes formas de dispersión.

Querido lector, no te sientas molesto o herido en tu orgullo por la afirmación que acabo de hacer. Los dos sabemos que es verdad.

Hagamos un rápido test comprobatorio: cerrá los ojos durante un instante y tratá de no pensar en nada. Me atrevo a afirmar que, en forma contraria a lo deseado, los pensamientos se aceleran e invaden tu mente de manera anárquica y rebelde.

Intentemos otra cosa: te invito a cerrar nuevamente los ojos y no pensar en nada. Pero, atención: no pensar en nada y mucho menos en una rosa. En la mayor parte de los casos, aparece la rosa en primer lugar, desafiando la autoridad que queremos imponer al funcionamiento de la mente.

La primera observación es: “si no me hubieras dicho que no pensara en una rosa, no habría pensado en ella…” Y es verdad, dado que el alerta ya generó un condicionamiento.

Con este y muchos otros ejemplos sencillos podemos comprobar que la mente es anárquica, indómita y rebelde a nuestros deseos, que se mantiene en forma constante como una turbina generadora de ideas y pensamientos no buscados y que es la computadora que en todo momento decide lo que debemos hacer. Es simple deducir, entonces, que gran parte de nuestras decisiones no son elegidas y totalmente conscientes.

Para decirlo en forma simple: la mente, al igual que una PC, posee programas y datos que se le fueron cargando en el transcurso de los años vividos. Esa información constituye una especie de hardware que nos condiciona para actuar dentro de paradigmas preestablecidos, que actúan como moldes de interpretación de la vida y sus fenómenos. Esa es la realidad que concebimos, y ⎼como alerta Thomas Kuhn⎼ si no se ajusta a los moldes o condicionamientos, no la percibimos. La información aportada por la cultura en que nacimos nos fue condicionando desde muy niños para actuar en todas las situaciones.

Si coincidimos en que la mente actúa de manera anárquica, influenciada por los paradigmas, por las emociones, por las tendencias diversas de cada época, por las modas, etc., tendremos que aceptar que vivimos en una constante confusión, puesto que no reconocemos si nuestros actos fueron pensados de manera libre o generados por una mente condicionada y confundida.

Si logramos administrar las emociones y aquietar la turbina mental, colocándonos en el lugar de meros observadores, exactamente eso, observadores desvinculados del proceso psicomental, cometeremos menos errores, tendremos mayor objetividad y conseguiremos ser más efectivos y certeros en cada toma de decisión. Paralelamente seremos más lúcidos y felices. Como sabiamente nos dice Humberto Maturana, “no vemos el mundo como es, lo vemos como somos”.

Hoy, la neurociencia estudia y trata de explicar el porqué del fenómeno. La práctica de concentración y meditación, junto con otras técnicas milenarias y preparatorias para lograr un estado de conciencia expandido, nos proporciona los cómo.

Hasta la próxima semana.