Foto por Paul Gilmore

Hace un tiempo llegó a mis manos una historia sobre la tolerancia que me parece interesante compartir.

Una vez, en un pequeño poblado de China, una joven se casó y fue a vivir con su esposo y la madre de él. Al ir pasando los días la joven comenzó a tener conflictos con su suegra, que fueron creciendo en intensidad y generaron una relación que, para ella, se hacía insoportable. Decidida a buscar una solución, visitó a un sabio del pueblo, quien al escuchar sus encendidas quejas le propuso una drástica solución.

Así, como parte del plan, le dio una pequeña bolsa con hierbas que debería darle disimuladamente a su suegra; de esta forma la iría envenenando progresivamente, hasta producir su muerte. El sabio le preguntó si estaba de acuerdo y la joven respondió que sí, que ya no la soportaba más y que de seguir así destruiría su matrimonio. Entonces, dijo el sabio con mirada penetrante, llevarás a cabo el plan, pero deberás ser muy obediente y cuidadosa para colocar pequeñas cantidades en sus comidas. Además, para que no se despierten sospechas, tendrás que ser muy amable, sonriente, atenta y respetuosa. Recuerda que es fundamental que sigas mis indicaciones.

La joven estuvo de acuerdo y comenzó a suministrar a su suegra pequeñas cantidades de la hierba. Además, siguiendo las indicaciones, decidió tratarla bien, logró evitar discusiones, empezó a conversar más con ella, y en un mes ya no existían conflictos.

Al cabo de dos meses se sentían muy a gusto juntas y se cuidaban mutuamente. La joven se dio cuenta de que podría mantener una relación de madre/hija, de acuerdo con lo que se esperaba en la tradición cultural a la que pertenecían.

Preocupada, fue a ver al sabio y le contó que estaba arrepentida y que deseaba evitar todo daño a su suegra, con quien había logrado una relación de cariño y respeto. El sabio sonrió y, acompañando sus palabras con un gesto afectuoso, le explicó que lo que le había dado eran hierbas tonificantes y que la relación entre ellas había mejorado porque la que había decidido ser más tolerante era ella y, en consecuencia, la anciana le estaba retribuyendo de la misma manera.

La tolerancia, como lo explica el filósofo André Comte-Sponville, es una solución inteligente en espera de que los hombres puedan conocerse y comprenderse. Es un mínimo, no un máximo. Pero debemos implementar esta forma de respeto en todas nuestras relaciones.

Si tenemos la responsabilidad de conducir grupos, es prioritario y fundamental comenzar ya, desde ahora, como un valor, como un Norte. Una actitud necesaria e imprescindible para mejorar las relaciones con los demás.

Lo bueno es que constituye una pequeña sabiduría que está a nuestro alcance y que, al ejercitarla, nos permitirá adquirir mayor humanidad y en consecuencia mejores resultados.

Me gusta aplicar la frase que se le atribuye a Antonio Machado: “Que dos y dos sean necesariamente cuatro, es una opinión que muchos compartimos. Pero si alguien sinceramente piensa otra cosa, que lo diga. Aquí no nos asombramos de nada”

Hasta la próxima semana.