En estos días estamos pendientes del campeonato mundial de fútbol, donde se fortalecen las pasiones y los sentimientos, a veces exagerados, de patriotismo. Opiniones de estudiosos de las conductas humanas indican que estos encuentros deportivos entre selecciones de diversas naciones reemplazan las disputas armadas y, en cierta forma, canalizan pasiones contenidas que finalmente se liberan con intensidad.

Ya se trate de conflictos bélicos o de enfrentamientos deportivos, nos es útil observar qué necesario es que quienes dirigen los equipos determinen las estrategias, analicen las tácticas, den entrenamiento a los que deberán ejecutarlas y los acompañen para darles apoyo. De esta forma conseguirán cumplir los planes trazados.

Pero a pesar de la planificación, todo podrá dificultarse y hasta fracasar si quien lidera no logra generar unión y confianza entre los integrantes. No bastan los destellos de talentos individuales, es imprescindible la cohesión del grupo y una incuestionable autoridad ganada por el líder, como consecuencia del trabajo bien organizado, de la empatía y del ejemplo humano. Sin un buen liderazgo habrá que esforzarse mucho más, las posibilidades de éxito serán escasas, y surgirán los reclamos internos y la consecuente desunión.

En estos días tenemos un claro ejemplo en la actuación de nuestra selección, que se resume en las palabras de su Director Técnico ante los medios de prensa: con cierto orgullo, declara que él nunca planifica. No hace falta aclarar nada, basta apreciar el resultado.

Hemos observado la conducta de un personaje exaltado, que trata de mala manera a distintas personas en los estadios y fuera de ellos, que cambia la formación en cada encuentro, y que evidencia una inestabilidad que seguramente causó también fragilidad emocional en el grupo.

Aclaro que no pretendo hacer un análisis del aspecto deportivo, sino utilizar este reciente y público hecho para seguir aprendiendo y comprendiendo cuánto puede el liderazgo potenciar o debilitar a los grupos. Y, en consecuencia, qué resultados se obtienen.

Liderar es una responsabilidad, es una hermosa tarea de ida y vuelta entre quien conduce y sus liderados. Un pacto de confianza y solidaridad, para vencer todos los obstáculos desde la suma de fuerzas individuales orientadas en la misma dirección.

Pero, eso sí: esto debe ser genuino, sentido y comprendido por todos, líder y liderados.

Hasta la próxima semana.