Foto por: Nathan Dumlao

En las empresas y corporaciones se enfrentan dificultades diversas, pero una de las situaciones que más preocupa y afecta la “plasticidad” de la institución es la falta de entrenamientos serios (excluyamos las tantas propuestas que sólo son modas fugaces) para que los líderes, independientemente de roles, edad, formación académica y experiencia adquirida, emprendan un trabajo de administración emocional y reeducación comportamental, a fin de generar un contexto inclusivo y aprendiente de las ideas e interpretaciones de los integrantes.

Es muy habitual que los más jóvenes, generalmente líderes de nivel medio, manifiesten que no son escuchados por los más antiguos y de más jerarquía. Es así como van perdiendo entusiasmo para generar nuevas propuestas, se deteriora su autoestima y optan por pasarse a otra empresa o simplemente vegetar, disimulando su pérdida de interés.

Los jerárquicos, a su vez, manifiestan que no dan espacio a los de nivel medio porque no confían en que sus decisiones sean las más convenientes. Aquí vale la pena preguntarse: ¿cómo podrán llegar a ejercer el liderazgo y la toma correcta de decisiones, si no tienen la oportunidad de ejercitarlo? Una solución es que ambas partes salgan de sus zonas de confort y, pensando en plural, decidan actuar para que se produzca un intercambio de visiones, experiencias, interpretaciones y paradigmas.

En esta situación, lo más conveniente es integrarlos en equipos para realizar tareas conjuntas -al inicio, de bajo riesgo- en las cuales se comience a ejercitar la unión con un fin determinado y de esta forma se generen contextos flexibles, que es donde realmente se aprende. La información ayuda, pero no cambia a las personas. Es en la convivencia y en la práctica donde se pone en marcha el verdadero proceso de evolución. Se le atribuye a Albert Einstein este pensamiento: “Aprendizaje es experiencia, todo lo demás es información”.

Además, en ese ejercicio se descubren los hábitos de cada uno que pueden estar generando conflictos. Las actitudes habituales que molestan levemente son fáciles de soportar hasta que se tornan demasiado pesadas para poder modificarlas. Debemos formar grupos que tengan la confianza y el cariño necesarios para alertarse mutuamente sobre hábitos que pueden ser molestos y que, tomados a tiempo, serán fácilmente modificados, lo que favorece a quien lo cambia y al grupo que integra. Así se formará una comunidad plástica, abierta al aprendizaje y positiva, que estará preparando líderes capaces de lidiar con el futuro.

Para favorecer la salida de las zonas de confort que unos y otros ocupan, habrá que recurrir a técnicas y entrenamientos que den flexibilidad, modifiquen los filtros mentales que impiden ver las diferentes posibilidades, y abran nuevas perspectivas y ángulos de observación, aproximando a las diferentes generaciones, para que todos aprendan a través del otro y promuevan el autoconocimiento.

¡Hasta la semana próxima!