Foto por Alfred Twj

La tolerancia es una actitud no pasiva que se incorpora progresivamente, a partir de la decisión de hacerlo. Requiere un trabajo de atención sobre nuestras formas de actuar y de entender a los demás, ya que existe una gran cantidad de automatismos adquiridos por influencias culturales y sociales que se suelen disparar con la velocidad de un rayo y nos pueden llevar a ser injustos, exagerados o poco inteligentes.

De todas maneras, incorporar la tolerancia no significa tolerarlo todo; es una actitud que debe estar relacionada con la ética y los valores. Una tolerancia infinita sería una de las formas de acabar con la tolerancia. Muchos son tan tolerantes con los demás, que se acercan a una frontera peligrosa, más próxima a la indiferencia o la complicidad que al justo criterio.

La tolerancia es una virtud necesaria, un tipo de sabiduría que combate la estupidez y el fanatismo, ampliando la capacidad de comunicarse, integrarse y aprender a través del otro. Si todos respetamos a los demás y somos conscientes de su derecho a expresarse libremente, aplicaremos esta convención de civilidad que garantiza y protege la necesaria tolerancia.

Sin embargo, es posible que se trate de una solución transitoria hacia el respeto y la comprensión, como indica el filósofo André Comte-Sponville. Si lo vemos de esta forma, empezaremos a reconocer que en muchas situaciones debemos simplemente aplicar el respeto al otro. Y así no será necesario recurrir a la tolerancia.

Soy optimista: pienso que la propia evolución traerá progresos importantes en la capacidad de comunicarse y respetarse. Como consecuencia, la tolerancia saldrá fortalecida entre las valiosas virtudes que facilitarán la convivencia.

Cuenta una historia que hace cientos de años vivía en una aldea un anciano que era conocido por su sabiduría y, principalmente, por ser considerado un Maestro de la tolerancia. Un día, un famoso y aguerrido samurái fue a visitarlo, con el deseo de mostrar a todos que, así como era el mejor en las artes marciales, también tenía la capacidad de desestabilizar al anciano.

Una vez en la aldea, comenzó a molestar, ofender e incluso insultar al Maestro durante varios días, sin que este reaccionara. Vencido, el samurái se arrodilló frente a él, le pidió perdón y se retiró reconociendo su superioridad.

Los alumnos del viejo Maestro se aproximaron a él para saber cómo había logrado permanecer sereno ante tantas agresiones. El Maestro sonrió y dijo a uno de sus ansiosos discípulos: Querido amigo, si alguien llegara y te trajera un regalo, al dártelo y vos aceptarlo, ¿quién se quedaría con el presente? Lo mismo ocurrió en este caso. Si yo hubiera aceptado su violencia, estaría conmigo. Al mantenerme tolerante, su violencia se fue con él.

Considero que los mejores fertilizantes para el desarrollo de la tolerancia son el amor humano y el respeto mutuo hacia la esencial diversidad que enriquece a individuos y grupos.

Hasta la próxima semana.