Foto por: Braden Collum

Según estudios científicos, los humanos nacemos prematuramente. El antropólogo suizo Adolf Portmann afirma que llegamos al mundo con una gran precocidad. Según su opinión, la gestación debería durar de dieciocho a veintiún meses, para lograr un mayor desarrollo neurológico y cognitivo.

El nacimiento temprano, sin embargo, implica que los pequeños sean dependientes durante mucho más tiempo que otros primates; unos niños tan vulnerables requieren padres inteligentes que puedan estar atentos a sus cuidados. Como resultado, ese nacimiento temprano ha creado una especie como la humana, con habilidades cognitivas cualitativamente diferentes de las de otros animales.

Esta forma tan inmadura de empezar la vida ha llevado a investigadores de la Universidad de Rochester a una curiosa hipótesis sobre nuestra inteligencia. Según su estudio, publicado en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS), la inteligencia de nuestra especie podría haber evolucionado en respuesta a las demandas del cuidado de los hijos.

La fragilidad que nos caracteriza desde que nacemos requiere que utilicemos formas para salir de ese estado y conquistar una robustez mayor, que nos hará resilientes y antifrágiles, como lo define Nassim Nicholas Taleb en su libro Antifrágil.

Con especial claridad, este autor nos alerta de que a las personas o ámbitos donde predomina lo frágil no les sientan nada bien la volatilidad, los agentes estresantes (estresores), el daño, el caos, los sucesos, el desorden, las consecuencias imprevistas y la incertidumbre. En el lado opuesto a lo frágil, hay cosas que se benefician de las crisis: prosperan y crecen justamente al verse expuestas a la volatilidad, el azar, el desorden y los estresores.

Las personas que conquistan un estado de resiliencia o antifragilidad utilizan esas situaciones para transformarse, crecer y desarrollar al máximo su potencial, en lugar de dejarse abatir por ellas. ¿Qué podemos hacer para salir de la vulnerabilidad y avanzar hacia la antifragilidad? En primer lugar, trabajar sobre el autoconocimiento a fin de detectar nuestros puntos flacos y reconocer nuestras potencialidades. Será un importante paso para reestructurar nuestros recursos.

Debemos estar preparados para las adversidades, reeducar nuestro comportamiento, ser flexibles a los cambios, tener pensamiento crítico, desarrollar la creatividad y la intuición por medio de la meditación, ampliar la capacidad de visión estratégica y no temer a los cambios. Estos recursos nos permiten actuar de manera instantánea, casi en forma refleja, accediendo a la posición adecuada en el momento que sea necesario.

Capitalizar las adversidades como oportunidades es superarse y avanzar hacia la antifragilidad. Un estado que nos permitirá actuar de manera positiva en el mundo que deseamos habitar.

Hasta la semana que viene.