Foto por: Taylor Ann Wright

Vivimos en un mundo acelerado, cambiante, que prácticamente a diario nos ofrece situaciones no previstas. Desde pequeñas cosas que afectan la vida cotidiana, como cortes de energía, demora o interrupción sorpresiva de servicios públicos, tormentas, hasta hechos mayores como sucesos políticos y económicos que producen grandes consecuencias sociales.

Lo más sorprendente no es la magnitud de nuestros errores de predicción, sino la total falta de conciencia que tenemos de ellos.

A pesar de gran cantidad de situaciones imprevistas que ya son parte de la historia, se siguen haciendo planes con proyección a treinta años o más. Una ilusión que genera horas de trabajo para leer un futuro que ni imaginamos cómo será.

En general, esas proyecciones están basadas en hechos ocurridos, hechos que son parte del pasado y que analizamos pensando que de esa manera tendremos capacidad de ordenar el porvenir. Nos movemos profetizando situaciones que interpretamos desde paradigmas y condicionamientos limitantes.

En 1962, Thomas Kuhn publicó The Structure of Scientific Revolutions (La estructura de las revoluciones científicas), obra en la que expuso la evolución de las ciencias básicas de un modo que se diferenciaba en forma sustancial de la visión más generalizada. Según Kuhn, las ciencias no progresan siguiendo un proceso uniforme por la aplicación de un hipotético método científico. En general, los grandes descubrimientos han sido aportes u observaciones de personas que veían la realidad desde otra perspectiva.

Los paradigmas son, por lo tanto, algo más que un conjunto de axiomas: constituyen marcos, límites o condicionamientos que pueden conducir a una parálisis paradigmática. Todos nos movemos dentro de esos límites. Si nos observamos, seguramente vamos a encontrar una gran cantidad de actitudes o formas de proceder que no obedecen a elecciones conscientes sino que, por el contrario, son automatismos que nos llevan a repetir de manera constante modelos que se fortalecen con la actualización o uso. Y así vamos quedando presos de ellos.

La estrategia de los emprendedores y descubridores es salirse de los modelos predeterminados, planificar menos y estar alertas para desarrollar la capacidad de reconocer las oportunidades y moverse dentro de ellas, en función de la intuición y no de estructuras basadas en situaciones pasadas.

Tenemos que aprender a aprender. Recordemos que no aprendemos aplicando reglas, sino enfrentando situaciones. Y para ello debemos acceder a una flexibilidad integral. Vemos el mundo como somos, pero el mundo cambia y se ajusta todo el tiempo. Si somos flexibles, lograremos ver y entender esa realidad en constante transformación.

Por el contrario, si seguimos actuando de la misma forma, obtendremos los mismos resultados por un corto tiempo pero, en breve, los cambios y las situaciones no previstas reducirán rápidamente esos resultados habituales.

Abramos todas las vías de comunicación al mundo que nos rodea y con el cual interactuamos. Además, busquemos en nuestro interior para entender ese mundo desde la profundidad de nuestra esencia.

El mejor consejo es invertir en uno. Entrene, aprenda cosas nuevas, desarrolle sus talentos, practique técnicas que favorezcan el autoconocimiento y, principalmente, sea inclusivo y feliz.