Foto por: Virgil Cayasa

Ya sea en el ámbito de la filosofía, la física o la estadística, la causalidad se relaciona con el principio o el origen de algo. El concepto se utiliza para nombrar la relación entre una causa y su efecto.

En la interpretación de la física se considera que cualquier situación está generada o influenciada por otra que es anterior. De acuerdo con esto, conociendo el estado actual de algo, es posible predecir su futuro. Esta postura, conocida como determinismo, fue creciendo con el avance de la ciencia.

Las categorías filosóficas de “causa” y “efecto” expresan la relación existente entre dos fenómenos de los cuales uno, llamado causa, produce ineluctablemente el otro, denominado efecto; esa relación se denomina relación causal.

Todos los fenómenos dependen unos de otros, es decir, existen en forma interdependiente. En este sentido, nuestras acciones físicas, verbales y mentales son causas que generarán reacciones o efectos que no siempre tenemos en cuenta.

Cuanto más conscientes y alertas estemos de este principio de acción y reacción, mayores serán nuestras posibilidades de actuar sobre el porvenir.

Este principio viene siendo analizado y administrado desde hace miles de años, especialmente en el contexto de la India Antigua, donde se lo conoció con el nombre sánscrito de karma. En esa cultura no tenía nada que ver con el sentido de destino trágico que se le asigna en Occidente.

En efecto, no es frecuente escuchar la palabra karma asociada a hechos positivos. Generalmente se relaciona con cuestiones negativas o trágicas y, lo que es peor, se considera parte de un destino que no está a nuestro alcance modificar. Esta interpretación nos impide utilizar a nuestro favor una poderosa herramienta, analizando las probabilidades que serán consecuencia de nuestras elecciones actuales.

El mecanismo denominado karma no tiene un sentido religioso, no debe asociarse a la idea de una divinidad. Es decir, la ley de acción y reacción -o causa y efecto- nada tiene que ver con la existencia de dioses invisibles encargados de hacerla cumplir. Como hemos visto, es un concepto analizado tanto por la física como por la estadística y la filosofía: varía el lenguaje, pero las interpretaciones son similares.

Conocer esta ley y su funcionamiento, lejos de conceptos místicos o interferencias religiosas, nos brinda una llave que abre una fantástica puerta para acceder con más certezas a las probabilidades futuras.

Por ignorar cómo funciona, este conocimiento no se suele utilizar debidamente, aun siendo tan útil para guiar nuestra vida, analizando probabilidades y evitando la sorpresiva aparición de cisnes negros.

Hasta la semana que viene.