Foto por Markus Spiske

El tiempo es muy especial: parece avanzar muy lentamente cuando queremos que vaya rápido y demasiado rápido cuando queremos saborear cada instante. Esta etapa que estamos atravesando nos enfrenta a la influencia del tiempo en nuestros estados emocionales. O lo contrario, las emociones nos relacionan de diferentes formas con el paso del tiempo.

Cuando el tiempo se torna muy lento en la vida normal y somos conscientes de ello, sentimos que no pasa, y que en ese no pasar del tiempo no nos pasa nada a nosotros. No nos hace sentir, no nos hace vibrar, simplemente pasa y eso no nos produce ninguna reacción.

Los antiguos romanos relacionaban ese estado con la palabra tedio, de la cual deriva fastidio. La sensación de que el tiempo pasa y no nos pasa nada nos fastidia profundamente y hasta puede llevar a la depresión.

Otras veces nos desorientamos, no detectamos qué está pasándonos, por qué causa estamos aburridos. Ortega y Gasset se refería a ello diciendo que lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa, y eso es lo que nos pasa.

Sin embargo, este repentino cambio puede ser muy interesante para liberarnos del condicionamiento que aún tenemos de la estandarización que proviene de recordados sistemas como el Taylor. Se llegó al punto de filmar a los trabajadores y establecer qué cantidad de tiempo perdían en su tarea al limpiarse la nariz o al abrir un cajón o si se les caía una herramienta al piso. El obrero era considerando un mero elemento de producción, un simple complemento de la máquina.

Charles Chaplin protagonizó una divertida crítica de la mecanización industrial, de la robotización del hombre, del taylorismo y el fordismo en su película Tiempos Modernos. Taylorismo y fordismo fueron métodos de producción que imperaron entre 1940 y 1970, la edad de oro del capitalismo, y la película los refleja de forma visionaria.

Este plan de estandarizar la vida en la era industrial, ajustando todo a una maquinita que es el reloj, produjo un fuerte cambio en la psicología de las personas. Se impuso una diferencia con respecto a la medición del tiempo que hacían los antiguos, relacionada con los acontecimientos, tales como la salida o puesta del sol, la llegada de lluvias o vientos monzones, el tiempo de brote de las semillas, la gestación o el nacimiento de los hijos.

Estamos en una crisis no elegida que podemos aprovechar para revisar todo, realizar un trabajo introspectivo y ver si logramos establecer una nueva relación con el tiempo, a fin de sentirnos más libres y menos estresados, sin que esto nos conduzca a perder efectividad.

Para mí es un gran aporte practicar técnicas como mindfulness y meditación. En ese estado de conciencia, establecemos otra relación con un tiempo que es vivencial y no mecánico, es de adentro hacia afuera y no de afuera hacia adentro. Si estamos en meditación, en ese tiempo logramos una quietud de lo externo, pero en nuestro interior el proceso es altamente dinámico.

Tal vez podemos empezar ahora y, de esta forma, ganar un mejor tiempo.

Hasta la semana próxima

Edgardo