Cuando usamos la palabra administrar generalmente la vinculamos a la economía, sin embargo, debemos incorporar el concepto y utilizarlo para realizar una buena administración de todo lo que hacemos y no únicamente en lo que se refiere al dinero.

Entre los sinónimos que figuran en el diccionario de la Real Academia Española para la palabra administrar encontramos dirigir, coordinar, organizar e incluso cuidar.

La palabra cuidar llamó mi atención entre los sinónimos de administrar, porque es justamente utilizarla en el más amplio sentido del término lo que estoy proponiendo. Considero inteligente poner más atención en cuidarnos, por los resultados benéficos que obtendremos a nivel individual y desde allí generar una mayor capacidad para aplicar el paradigma del cuidado en forma expansiva.

Es penoso observar a personas muy eficientes y enfocadas en mantener una buena administración de su riqueza y bienes materiales, olvidándose de muchas cosas que son extremadamente valiosas e incluso irrecuperables cuando las perdemos.

El autoconocimiento requiere de aprender a administrar nuestra energía, las horas de sueño, las reacciones emocionales, los conflictos, la salud, la cantidad y calidad de alimentos que ingerimos, lo que leemos, el tiempo que dedicamos al trabajo, a la actividad física, al esparcimiento, a los afectos, etc.

Me viene a la memoria una expresión que le escuchaba decir a mi abuelo y que no la comprendía cuando era niño: lo más barato es lo que se consigue con dinero. Con los años supe que tenía razón.

Cuando logramos instalar en forma práctica la buena administración de nuestras vidas nos vamos aproximando a lo que muchas filosofías y tradiciones antiguas han propuesto: estar en un punto medio, tener la capacidad de evitar los extremos y elegir lo que verdaderamente deseamos. Avanzar en este sentido nos dará mayor templanza, autonomía y libertad.

Lo interesante es que ese estado de conciencia adquirido, comienza en uno y desde allí se extiende a nuestro entorno, desarrollando una mayor integración con la naturaleza y todas las formas de vida existentes. Es una forma de recuperar la capacidad de convivir con lo que está vivo.

Un estado de integración que constituye los pilares de una ética de vida virtuosa, feliz, necesaria y humana.

Hasta la próxima.