En la actualidad, el ser humano, disperso, se alejó de los sentidos. Imposiciones culturales, hábitos poco saludables, tensiones, estrés… fueron generando la pérdida del verdadero valor que tiene el mensaje sensorial.
Al comer podemos ser parte de esa constelación de estímulos tan agradables, o simplemente arrojar alimentos a nuestro estómago para satisfacer una necesidad.
Volvamos a disfrutar del placer de cocinar nuestros propios alimentos. Experimentar conscientemente los aromas a través del olfato, los sabores mediante el gusto, lo táctil a través de la consistencia y las distintas superficies de los ingredientes que utilizamos al cocinar y comer. Preparemos los platos para que sean atractivos, combinando los colores y decorándolos con creatividad para que la imagen nos estimule.
Disfrutemos del crepitar de las especias dentro de las ollas, del sonido de la sopa al hervir recordándonos los almuerzos en la casa de la abuela, del suave aroma de un pan recién amasado al cocinarse dentro del horno.
Al escribir, voy vivenciando muchas sensaciones que me conectan con imágenes y recuerdos que se tornan muy presentes. Juego con ellas y me transporto hacia esas situaciones sensoriales.
Se come mucho y mal, sin prestar verdadera atención a los alimentos que se ingieren. En nuestra ciudad proliferan los quioscos, que ofrecen productos que generan satisfacción momentánea, no alimentan y contienen enormes cantidades de sustancias químicas. Como consecuencia la obesidad crece de manera preocupante y la salud se deteriora.
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