Una reflexión sobre el pasado, el futuro y la fidelidad.

El tiempo nos mantiene suspendidos entre un pasado que ha dejado de ser y un futuro que todavía no es. La propia repetición de esta situación nos muestra que aquello que dura o se repite solamente se reproduce si hay cambio. Además, como no hay nada que comience que no tenga que terminar, lo real siempre resulta ser nuevo y el mundo se presenta como una novedad absoluta y constante.

En consecuencia podríamos decir que el futuro siempre es y será infiel y volátil.Lo difícil es comprender que para vivir con lo inquietante del futuro y lo ya conocido del pasado precisamos un elemento: el olvido.

En frases atribuídas a Epicuro el filósofo afirmaba que en el movimiento del tiempo existe el puerto de la memoria. Sin embargo, debemos reconocer que el olvido puede ser un puerto más seguro y, en primer término, una especie de solución fácil.

Ahora bien: para poder ser fieles, primero debemos recordar. Los pensamientos o experiencias vividas corren el gran riesgo de perderse si no hacemos el esfuerzo de conservarlos. Olvidar puede ser una solución, pero el recuerdo, la memoria y la fidelidad a lo vivido nos permiten el análisis, la observación en perspectiva y el aprendizaje necesario que favorece la superación.

Además, guardar en un lugar de fácil acceso las experiencias gratas -casi siempre ligadas al amor- a las cuales volver para saborearlas, es valioso en tanto esas memorias van ofreciéndonos sabores diferentes a medida que el tiempo pasa. Nuestra perspectiva de análisis incluso puede cambiar al evocarlas.

Aquí podríamos incluir la fidelidad como una virtud, la de la potencia de la memoria. La memoria reflexiva que de la mano de la fidelidad nos conduce al camino del autoconocimiento. No existe pensamiento sin fidelidad y sin la acción que conlleva hacerlo: para pensar, no solo hay que recordar, sino querer recordar.

Entre las fidelidades, hay una muy vinculada a la preservación de las antiguas tradiciones: es la del que se compromete en la transmisión del conocimiento recibido, sin alterarlo. Esta fidelidad logró traer hasta nosotros saberes que se habrían perdido en el implacable desgaste del tiempo.

Hay otra fidelidad que tenemos más presente, y es la que afecta a las relaciones afectivas interpersonales. Muchísimo se ha dicho, escrito, filmado, representado en infinitas obras teatrales y experimentado en tantos vínculos como seres humanos han existido, que no me siento capacitado para sumar más opiniones o reflexiones. Además, cada ser humano es un conjunto de sensibilidades, interpretaciones y niveles de conciencia tan singulares que, sumadas a las culturas y paradigmas sociales que influyen sobre ellas, sería imposible ordenarlas en forma de comportamientos.

Podemos concluir pensando que tal vez el verdadero amor infiel es el amor olvidadizo. El amor que reniega de lo que ha amado y busca no recordar, porque si lo hace se detesta y no consigue estar en paz. Preguntarnos, sin certeza de tener la respuesta, ¿será verdadero amor…?
Más que respuestas, prefiero fortalecer la memoria y la fidelidad que de ella surge, y decir entonces: eres libre de amarme tanto como desees, propongámonos no olvidarnos.

Hasta la próxima

Es más importante saber que creer.

Hace unos días conversaba con un joven especialista en marketing y comunicación. Algunas cosas surgidas en la conversación me llevaron a entender que a pesar de los millones de dólares que se invierten en publicidad, la decisión al momento de comprar un servicio o producto es más un fenómeno social y emocional que publicitario.

Conscientes de este fenómeno, las marcas intentan transformarse en movimientos, en corrientes de identificación con valores o actitudes. Esto ha pasado a ser más importante que publicitar el producto y sus beneficios particulares.

También es consecuencia de que los productos de un determinado tipo son muy parecidos entre sí. Tomemos como ejemplo los teléfonos celulares o los autos. Los modelos y las prestaciones son tan similares que podemos confundirlos. Lo que prevalece son las tribus que, por una u otra causa (no siempre explicable), se enamoran de una u otra tendencia, y por ello se utiliza la mayor creatividad posible para generar ese sentido de pertenencia. El teléfono ya no se vende por sus atributos técnicos sino por cuestiones más subjetivas, que pueden significar status, estilo de vida, modernidad, etc.

Hasta aquí, no estoy planteando nada novedoso. Lo que comienza a definirse y resulta interesante para mí es que, paralelamente, crece una especie de contracorriente de personas que no rechazan el consumo y el confort, no son antisistema, pero eligen con más independencia, como una forma de defender su autonomía y libertad personal. Una actitud que se utiliza como vacuna preventiva contra la saturación producida por la manipulación y la información tendenciosa.

Apliquemos la lógica: pocas personas elegirían un médico u odontólogo por publicidad en Internet o por un anuncio en una revista; la gran mayoría lo hace por recomendación de un amigo o familiar que ya ha probado el servicio que brinda ese profesional. Son personas que basan sus decisiones en las experiencias que les brindan sus allegados. Filtran la información y consumen lo que está previamente validado por opiniones confiables.

Siempre el rumor existió, y siempre hubo hábiles generadores de rumores. Ya en 1998 la Revista Newsweek definía el rumor como un comentario infeccioso: un estado de asombro de la gente, sobre una persona o cosa atractiva.

Hoy todo el mundo está interconectado, el rumor viaja velozmente por redes de
comunicación. Más de 7.000.000.000 de personas reciben y redistribuyen información. El mundo se ha transformado en nuestro barrio.
Los influencers se han profesionalizado y actúan utilizando el poder de credibilidad que les brinda su fama, formación académica o éxito alcanzado. Son activos nodos generadores de tendencia. Los políticos se banalizan al punto de lo ridículo, porque pareciera que lo más valioso es ser caras populares.

Sea de la forma que sea, estamos a merced de estrategias y tácticas que constantemente buscan inducirnos y hacernos creer que tomamos decisiones propias al instalar una idea, una necesidad y un condicionamiento.

No es mi área el marketing ni las redes sociales, pero sí me importa el hombre, el
autoconocimiento y cómo avanzar hacia la libertad que de ello emerge.
¿Qué podemos hacer para tener mayores certezas y ser menos vulnerables ante este constante bombardeo de información tendenciosa y poco verdadera? En primer lugar, fortalecernos física, emocional y mentalmente. Con esa base estructural tendremos la energía, la fuerza vital y la autoestima necesarias para ser librepensadores. Así como seleccionamos nuestros alimentos para no intoxicarnos, debemos hacer lo mismo con lo que leemos, escuchamos y las personas con las que nos vinculamos.

Saber es más importante que creer y, como no nacemos sabiendo, todo requiere constante entrenamiento, aprendizaje y experiencia. Es más valiosa nuestra propia experiencia que confiar en ensayadas disertaciones de quienes afirman tener todas las respuestas.
Hasta la próxima.

¡Mi vida no tiene sentido!

Fotografía por: Chris Lawton

Muchas veces escuchamos estas palabras, y hasta es posible que las hayamos dicho en forma automática, sin prestar verdadera atención a lo que significan. La expresión sirve de llamado de atención para mostrar que estamos en crisis, con la sensación creciente de haber perdido el rumbo. Coincido con estudiosos y pensadores que perciben esto desde dos aspectos centrales: la dificultad para expandir y profundizar los vínculos personales más importantes y los problemas existentes para generar y mantener armonía en las relaciones humanas y hacerlas más inclusivas.

En la necesidad de priorizar la síntesis y la velocidad, se tropieza con el inevitable deterioro que producen la frivolidad y la superficialidad. Esto se observa en esta sociedad líquida y la nueva manera de vincularnos, sin detenernos en hechos tan simples como, por ejemplo, escuchar la explicación del otro cuando conversamos, o los contenidos de un mensaje que no se encuadre en la síntesis máxima.

Todos sabemos y sentimos que somos seres gregarios, sociales, colaborativos y que nuestro crecimiento como sociedad está basado en la unión de fuerzas de individuos que, en soledad, poco podrían haber realizado. La construcción de vínculos con cimientos sólidos requiere una inversión de tiempo y cuidado.

Esta crisis que conlleva entre otros elementos la dificultad de establecer buenos vínculos produce un padecimiento mayor que el normal frente a las situaciones. Todos sabemos que los amigos, el afecto dado y recibido, en general nos permite superar mejor las tristezas y los malos momentos. Además, es una forma de mejorar la relación que tenemos con nosotros mismos.

Como todos deseamos huir del dolor y buscar la gratificación del placer, los recursos más buscados son la distracción, el consumo exagerado, el trabajo obsesivo, u otras formas de evasión de la situación. No censuro la utilización de la distracción momentánea, siempre que se realice sabiendo que no es más que una pausa breve que no conduce a una solución.

Regresemos a la expresión mi vida no tiene sentido. Si estamos sintiendo eso, debemos poner en práctica un cambio de paradigma y comprender que no es la vida la que carece de sentido, es el ser humano el que no le encuentra sentido a su propia vida. En ese momento es cuando el autoconocimiento constituye la vía de transformación necesaria y verdadera para descubrir con alegría y optimismo ese sentido de vivir que necesitamos recuperar. Como toda crisis, es una oportunidad de cambio maravillosa.

En lo personal, busco el reencuentro conmigo mismo. Cocinar una rica comida, escuchar buena música, tal vez un buen libro o una película gratificante ayuden a completar la velada.  A partir de allí, la perspectiva cambia y generalmente la vida empieza a tener más sentido. 

Hasta la próxima semana.

Liderazgo: poder o autoridad.

Desde mis primeros años de vida, observé con atención la capacidad de algunas personas que de una u otra forma tenían clara ascendencia sobre las otras, influyendo sobre ellas y generando que siguieran sus pasos o indicaciones. Por algún motivo me sentía especialmente atraído por la fuerza de esos referentes de liderazgo; tal vez como consecuencia de haber crecido en una familia en la cual predominaban personalidades fuertes, enérgicas y comprometidas con convicciones éticas sostenidas con firmeza y frecuentemente con altas dosis de terquedad.

Entre mis principales referentes, destaco a mi abuelo materno, un clásico exponente de la burbujeante sangre italiana, y a mi madre, que heredó los mejores genes de esa cultura apasionada, fuerte y protectora.

En ese molde fui creciendo, incorporando esos valores y ocupando lugares de conducción, a veces sin desearlo -al menos desde lo consciente-. Indudablemente, esa incorporación desde la niñez de la necesidad del compromiso y la lealtad a los ideales, como valor ético inquebrantable, generó que terminara liderando espacios diversos en prácticamente todas las tareas que me ha tocado desarrollar.

Mi estilo siempre fue, ir primero, avanzar sin dejar que crezca el desánimo o la flaqueza. Esfuerzo, trabajo y compromiso. Un estilo que se corresponde con la cultura familiar y la época que fue el molde de mi formación.

Esta relación con la función de liderar, la experiencia de los años ya vividos y el rápido cambio que va experimentando la sociedad, me hacen considerar que existen otras formas de conducir y, paralelamente, otras necesidades en aquel que es liderado.

Las relaciones interpersonales, los paradigmas, la tecnología, las formas de comunicarnos, la velocidad, la necesidad de mayor calidad de vida, son elementos que nos mueven a adaptarnos constantemente. Tal vez a una velocidad que en la mayoría de los casos nos supera y es causal de estrés.

Estos veloces y necesarios cambios de paradigmas nos llevan permanentemente a valor cero, como asegura el célebre futurólogo Joel Barker, lo que constituye una experiencia única, ya que nos da la posibilidad de aplicar la capacidad heurística a pleno y crear algo nuevo o recrear algo que ya se hace o existe.

¿Y qué podemos hacer en nuestras acciones de liderazgo? En primer lugar, considero fundamental  diferenciar claramente dos conceptos sobre los cuales debe ponerse atención: poder y autoridad.

James Hunter describe con mucha claridad la diferencia entre estos dos conceptos que a veces son considerados sinónimos. Poder puede obtenerse por diferentes formas, y no siempre el que tiene el “poder” posee autoridad ante sus liderados. En cambio, autoridad es una jerarquía indiscutida y aceptada por los liderados, obtenida en base a los méritos del que la posee, las acciones que realiza y principalmente como se relaciona con los demás.

Considero que nos encontramos en el momento de establecer liderazgos sólidos, basados en la autoridad que brinda el compromiso, escuchando siempre a los demás, desarrollando una fuerte base ética y estimulando a los liderados a superarse en todos los aspectos y brindando espacios que permita su crecimiento. Es simple, si logramos personas felices, lograremos resultados felices.

Hasta la próxima.

Prestar atención a la atención

Foto por Guillaume Bolduc

Pensemos en un músico, un piloto, un luchador, una bailarina de ballet o un cazador. Cada uno de ellos ha entrenado su atención para procesar señales que a otro le pasarían inadvertidas. De su concentración dependerán los resultados. Al lograr que la energía fluya hacia un solo punto, enfocándonos y extendiendo el tiempo de concentración, multiplicamos la capacidad mental y afinamos la percepción.

Ese tiempo sostenido es el que determina lo que entra o no en el ámbito de nuestra conciencia. Como si, en ese proceso, se abriera una ventana por la cual observamos el fenómeno en toda su dimensión.

También pueden llegar diversas distracciones. Puede ocurrir que seamos influenciados por recuerdos, pensamientos y condicionamientos, generadores de sentimientos y emociones que podrán ser factores de peso en la percepción.

Por ello, en la misma situación, frente a condiciones objetivas exactamente iguales, cada persona que enfoca su atención percibirá algo diferente. Obtendrá una percepción única del fenómeno y por eso luego actuará en forma particular.

Milhaly Csikszentmihalyi descubrió mediante sus investigaciones que la concentración es el ingrediente básico para lograr momentos de gran flujo de energía mental; esto permite que la persona que está actuando en sus límites más elevados conquiste un alto grado de realización.

En la medida en que la atención está completamente dirigida a la acción que se realiza, la persona alcanza un altísimo grado de concentración en un campo limitado y concreto de atención.

La distracción, por el contrario, disminuye la eficiencia. Las interrupciones en el flujo de ideas y pensamientos cortan el momento productivo, siendo necesario invertir tiempo para retomar la concentración, muchas veces sin éxito.

En resumen: necesitamos entrenar nuestra capacidad de atención, de enfocarnos únicamente en un punto, de la misma forma que hacemos ejercicios físicos para desarrollar fuerza muscular.

Debemos lograr dirigir toda la energía hacia ese objetivo y aumentar progresivamente el tiempo, para alcanzar una percepción más clara de los procesos, algo fundamental para la toma de decisiones rápidas y certeras. Y nunca olvidar el principio de acción y reacción: cada cosa que realicemos o incluso pensemos generará algún tipo de consecuencia.

La falta de concentración perjudica también las relaciones humanas. La atención, en cambio, es el puente que aproxima a las personas. Sabemos por experiencia que la calidad de una relación es directamente proporcional a la calidad de atención.

Una vez que la atención es fortalecida por el desarrollo de la concentración, pasa a ser una herramienta de gran utilidad para elegir las mejores opciones y, entre

otros resultados positivos, ahorrar grandes fracciones de tiempo que se pierden como consecuencia de la constante dispersión.

Además, el desarrollo de la concentración permite que el proceso evolutivo continúe en dirección al estado de superconciencia o meditación.

Es triste que no se incluyan programas de entrenamiento para aprender a concentrarse en entidades educativas, empresas y corporaciones, en lugar de capacitaciones poco efectivas, rápidamente olvidables y, en muchos casos, costosas.

No prestar atención a la atención es una falla muy común y, cuanto menos, lamentable.

Hasta la próxima semana.

Liderazgo: La discrepancia entre la autopromoción y sus resultados reales.

En un mundo cada vez más enfocado en la imagen y la percepción, no es raro encontrar a personas que se autoproclaman como grandes líderes, pese a no haber logrado éxitos significativos en sus propias trayectorias personales.

Estos individuos, hábiles en la autopromoción, saben cómo construir una narrativa convincente sobre sus supuestas habilidades y visión, pero al examinar más de cerca sus logros, se revela una desconexión evidente entre lo que dicen y lo que realmente han conseguido.

En general suelen destacarse más por su capacidad de autopromoción que por sus logros tangibles. Utilizan su carisma, elocuencia y habilidades sociales para crear una imagen de éxito, a menudo inflando o distorsionando sus experiencias pasadas. Hablan con seguridad sobre cómo dirigir equipos, implementar estrategias o transformar organizaciones, pero en su historial personal, faltan evidencias concretas de tales éxitos.

Este fenómeno se agrava en entornos donde la apariencia puede ser más valorada que la sustancia. En lugar de resultados medibles, se apoyan en la retórica, en la capacidad de contar una historia atractiva o en la habilidad de relacionarse con personas influyentes. Así, logran posicionarse en roles de liderazgo, a menudo en detrimento de aquellos que sí han demostrado su competencia a través de resultados reales.

Para quienes buscan un liderazgo genuino, es crucial mirar más allá de las palabras y examinar los hechos. Un verdadero líder no necesita proclamar su grandeza, porque sus acciones y logros hablan por sí mismos. La experiencia y el éxito en una carrera personal son indicadores clave de la capacidad de una persona para guiar a otros, fomentar el desarrollo de sus liderados, enfrentar desafíos y tomar decisiones acertadas.

El peligro de seguir a estas autoproclamadas estrellas radica en que, sin una base sólida de experiencia y logros, carecen de la perspectiva y la sabiduría práctica necesarias para enfrentar situaciones cambiantes. Pueden llevar a equipos o incluso a organizaciones enteras por caminos equivocados, basándose más en sus deseos de reconocimiento que en un auténtico deseo de servir y liderar eficazmente. Es habitual ver consejeros que pretenden enseñar a otros cosas que ellos mismos no han realizado con éxito.

El liderazgo verdadero se demuestra en la práctica, y quienes realmente tienen la capacidad de liderar no necesitan vender una imagen; sus resultados hablan por ellos. Como decía el genial Woody Allen “las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas”

En un mundo lleno de incertidumbre, la verdadera guía no vendrá de quienes se presentan como infalibles, sino de aquellos que, con honestidad, admiten no tener todas las respuestas, pero que invitan a la búsqueda conjunta de la verdad.

Hasta la próxima, Edgardo.

Empresas buscan el bienestar de sus equipos para generar productividad y riqueza.

Las empresas saben que deben cuidar el principal capital, sus equipos de colaboradores. Las opciones son muchas, pero todas deben ser de fácil implementación, con costos accesibles y principalmente placenteras para ser mejor aceptadas.

Lo diferente en el abordaje de nuestra propuesta es que constituye una visión práctica, efectiva y con resultados inmediatos. No se trata de teorizar sino, por el contrario, de estimular a los integrantes de la empresa a incorporar en su vida diaria entrenamientos progresivos, utilizando técnicas eficientes para estar tanto en plena forma física como obtener inteligencia emocional, mayor concentración, y la sensibilidad intuitiva que genera la meditación. Además, el método revierte la sensación de agotamiento y provoca una verdadera inyección diaria de vitalidad, alegría e interacción con los demás integrantes del equipo de trabajo. Es un cambio radical de atmósfera dentro de la empresa, lo cual representa una de las principales consecuencias de su implementación.

¿Por qué motivo presidentes y directores de grandes empresas interrumpirían su trabajo para meditar, respirar o entrenar su cuerpo en forma inteligente? Lo que ellos constataron es que dedicando algunos minutos a la práctica de estas técnicas en medio del día de trabajo, no solo reducían drásticamente las tensiones musculares, el estrés y la presión arterial, sino que también obtenían un aumento de la creatividad, el rendimiento y la administración de conflictos.

Es habitual que, durante la práctica, alguno de los participantes pida permiso y deje de practicar por unos instantes para hacer anotaciones. Lo que ha ocurrido en ese momento es un fenómeno conocido como intuición. Un descubrimiento de valor inestimable aflora al plano consciente del practicante. Es un flash intuitivo de sabiduría.

Claro que esto no es un proceso mágico, todo lo contrario: funciona si ponemos en práctica la gran cantidad de herramientas que nos permiten modificar condicionamientos limitantes para tener una vida plena y productiva.

Actualmente, los participantes que deben viajar con frecuencia, pueden mantener una rutina básica de entrenamiento en forma remota en cualquier habitación de hotel.

En mi experiencia de más de tres décadas de estudio y utilización de este sistema puedo afirmar que entre otras consecuencias positivas su aplicación revierte la sensación de agotamiento y provoca una verdadera inyección diaria de vitalidad, alegría e interacción con los demás integrantes del equipo de trabajo. Recuerdo hace unos años, en una empresa muy importante en la cual brindábamos nuestros servicios, el manager de salud ocupacional escuchaba risas y expresiones alegres de los participantes de una clase y con entusiasmo me dice: eso es lo mas importante para mi y un objetivo para nuestra empresa, escuchar la alegría de nuestra gente.

Recordemos no hacer una dicotomía entre el trabajo y el resto del día. La vida merece ser vivida siempre.

Aprender de los niños.

Hace unos días observaba a la mamá de un hermoso bebé, en una instintiva y tierna conversación. Ella realizaba diversos sonidos acompañados de gestos y el niño trataba de imitarlos iluminando su carita con asombro y sonrisas divertidas. Los sonidos eran solo eso. No tenían un significado particular, no eran palabras ni frases codificadas. Solo estímulos sonoros, cargados de expresividad, amor y energía maternal, viajando desde la mamá al niño que, atento, intentaba retribuirlos.

Al observarlos, en mi mente florecían recuerdos de mis hijos cuando eran muy pequeños y de tantos otros niños que en algún momento iniciaron ese aprendizaje tan complejo, bello y sutil que es la comunicación con los otros seres.

La escena me hizo entender en forma práctica que los humanos traemos una necesidad de comunicarnos, como la tienen también todos los integrantes del reino animal. La diferencia es que en nuestras queridas mascotas ese lenguaje es innato, y en los Sapiens se requiere un aprendizaje de códigos que varía de cultura en cultura.

Este conjunto de sonidos y gestos que nos permite comunicarnos está profundamente vinculado a una manera de pensar. Las palabras evocan imágenes, las imágenes predicen a nuestra mente realidades, generan reacciones biológicas y emocionales, transmiten certezas o dudas, se transforman en acciones y mantienen activa esa fascinante maquinaria que es la comunicación humana.

Ahora bien, volviendo a mi pequeño maestro -que me está enseñando cómo se comunica sin todavía saber los códigos de lenguaje que durante años deberá incorporar-, observo que el vínculo de confianza con su mamá es el gran paso para establecer el deseo de entenderse.

Y allí está un importante nudo que dificulta el entendimiento, la falta de confianza con el otro. Traslademos la situación a un ejemplo simple: cuando alguien toca a nuestra puerta, si confiamos le abrimos, lo recibimos sonrientes, le ofrecemos hospitalidad y lo dejamos ingresar a nuestro espacio. Estaremos predispuestos a recibir su persona y su mensaje. En una conversación ocurre lo mismo: podemos abrir la puerta de acceso a nosotros, recibirlo con alegría e interesarnos por lo que tiene para decirnos con la intención de comprenderlo, o bien bloquear, cerrar, no escuchar y en algunos casos desencadenar violencia, de la cual no siempre es posible retornar. Generalmente esto ocurre por paradigmas incorporados.

Si el lenguaje y la comunicación están entonces tan ligados a la cultura formativa, debemos poner atención en revisar, actualizar y hasta modificar barreras preestablecidas. Recordemos que frecuentemente repetimos actitudes de las cuales no nos sentimos orgullosos.

Reacciones que incorporamos generalmente por imitación y utilizamos sin pensar. Si no lo modificamos, en cada oportunidad que esto ocurre el paradigma o condicionamiento se actualiza y fortalece. Si hay ganas, siempre podremos mejorar y lograr que muchas puertas comiencen a abrirse.

Hoy, millones de otros seres humanos están distribuidos en el planeta, con costumbres y formas diferentes, deseando vincularse. La tecnología impulsa la conexión y nosotros debemos favorecer la comunicación que establece la conexión. Hacerlo es reducir fronteras y un ejercicio para humanizarnos. Gracias, pequeño maestro por hacerme reflexionar.

Hasta la próxima semana…

Preservemos la transmisión del conocimiento

Foto por Redd Angelo

La transmisión del contenido de antiguas filosofías es fundamental para la preservación y continuidad de tradiciones intelectuales y culturales muy valiosas. Cada una de esas tradiciones contienen profundos conocimientos y perspectivas que han sido refinadas a lo largo de siglos de empirismo y debemos lograr que las generaciones futuras puedan acceder a esos valiosos tesoros.

La transmisión directa de maestros a discípulos permite que se mantengan las sutilezas y matices de esas enseñanzas, que podrían ser malinterpretadas o descontextualizadas si únicamente se basaran en textos escritos.

Una de las principales características de esta relación entre maestros y discípulos es fomentar que el conocimiento que se transmite no se limite exclusivamente a lo informativo, siendo importante también el aspecto formativo.  

Si bien es importante pasar contenidos teóricos también se fomenta el desarrollo personal y ético, especialmente en momentos de encuentros informales que fortalecen las buenas relaciones humanas.

Los que enseñan estas antiguas tradiciones son verdaderos custodios de la autenticidad de origen, evitando modificar su esencia, sin embargo, pueden producir algunas adaptaciones a las circunstancias contemporáneas, haciendo que estas ideas sigan siendo relevantes y útiles en contextos modernos. Esta adaptación es esencial para que la filosofía no se convierta en un mero objeto de estudio histórico, y constituya una herramienta viva para la vida actual.

La mejor forma de conseguir un entendimiento más profundo de estos contenidos es que en las clases y actividades culturales los que están en fase de aprender puedan hacer preguntas y exponer sus opiniones y dudas a los que enseñan, logrando de esta forma   explorar contenidos en profundidad. En este intercambio se logra una comunicación más profunda, enriquecida por las percepciones y sensaciones que producen los matices de la buena comunicación. Momentos especiales que todos recordamos de nuestras épocas de alumnos.  

La creación de comunidades de aprendizaje y práctica, donde las ideas pueden ser discutidas, desafiadas son vitales para la vibrante vida intelectual y cultural que asegura la continuidad de las tradiciones filosóficas, pero también su evolución.

En resumen, la transmisión del conocimiento filosófico de maestros a discípulos es crucial no solo para preservar las antiguas enseñanzas, sino también para garantizar su relevancia y vitalidad en el mundo contemporáneo. En el DeROSE Method mantenemos viva esta práctica que permite que la sabiduría acumulada continúe fluyendo y enriqueciendo la vida de las personas, a lo largo del tiempo.

Hasta la próxima semana.

Identidad y sentido de misión.

La identidad de una persona es un construcción compleja, tejida a partir de una variedad de elementos que incluyen la genética, la cultura, las experiencias personales, y, crucialmente, los ideales y aspiraciones que uno elige seguir. Un ideal de vida no solo proporciona ir en una dirección determinada, sino que también actúa como un espejo en el que se refleja la esencia de nuestra identidad.

La identidad se forma desde que nacemos, momento en que comenzamos a absorber influencias del entorno que nos rodea: la familia, la comunidad, la educación, y la sociedad en general. Sin embargo, más allá de estas influencias externas, existe una dimensión interna donde reside nuestra capacidad de reflexión y autoevaluación. Es en esta dimensión donde los ideales de vida se descubren, se definen y juegan un papel crucial.

Al definir lo que consideramos valioso y significativo, los ideales nos ayudan a tomar decisiones coherentes con nuestras aspiraciones más profundas.

La coherencia en la identidad se logra cuando nuestras acciones y decisiones están alineadas con nuestros ideales. Esta congruencia proporciona un sentido de integridad y autenticidad. Cuando actuamos en conformidad con nuestros ideales, sentimos que estamos siendo verdaderos con nosotros mismos, experimentando una profunda satisfacción y una sensación de estar viviendo la vida que deseamos.

Por otro lado, la disonancia entre nuestros ideales y nuestras acciones puede llevar a una fragmentación de la identidad. La incoherencia puede generar conflictos internos, culpa y una sensación de vacío. Por eso, la elección de nuestros grupos de pertenencia, nos permite reforzar un poder gregario que fortalece la posibilidad de seguir avanzando en el camino elegido.  

El ideal elegido puede parecer difícil de alcanzar, sin embargo actuará como una estrella polar que siempre permanece fuera de nuestro alcance. Sin embargo, esta dificultad no disminuye su valor; al contrario, lo enaltece. En el momento de elegir nuestras profesiones, debemos tener en cuenta que sensación nos produce imaginarnos dedicándonos a esa tarea durante años. Toda profesión debería ser adoptada principalmente por vocación, ideal, deseos de crecimiento personal, sentimiento de misión y deseo de impactar positivamente en el mundo que habitamos. Si logramos esto, la realización económica será consecuencia inevitable de nuestra entrega a ese ideal de vida.

En el DeROSE Method los que elegimos ser profesores reforzamos cada día nuestra identidad de docentes y disfrutamos de preparar el mayor número posible de excelentes instructores con el deseo de perpetuar nuestra herencia cultural, promocionar las buenas relaciones humanas, la ética y el desarrollo personal.  

Hasta la próxima semana

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