Apoderarse del tiempo para no perderlo

La pérdida de tiempo más lamentable que sufrimos es la motivada por la negligencia, afirmaba Séneca en una de sus cartas a Lucilio. Con esas cartas Séneca buscaba ayudar a su amigo a ser menos emocional, más disciplinado, más ordenado y, en ese proceso, aprender a vivir mejor.

A pesar de los siglos transcurridos desde entonces, la dificultad para administrar el tiempo sigue siendo un poderoso estresor. Observemos que no estamos hablando de un tiempo que nos fue robado, por el contrario, es un tiempo que nosotros mismos hemos perdido.

Deberíamos darnos cuenta de que hemos desperdiciado fragmentos de nuestra vida, que nunca recuperaremos.

También es cierto que la valoración del tiempo es relativa al momento o etapa que cada uno está atravesando. Cuando tenemos pocos años sentimos que nos queda mucho por vivir, que nos sobra tiempo. Esa sensación hace que ni pensemos en ello como un gran valor, ni siquiera en la muerte como fin de la vida, dado que en ese momento la vemos demasiado lejana. Tan lejana, que corremos mayores riesgos pensando, con arrogancia, que ese final nunca llegará.

Sin embargo, al avanzar en edad, la percepción de la inevitable partida se asocia a un proceso del cual no podremos escapar, y en consecuencia el buen uso del tiempo crece en importancia.

Interpreto que la negligencia que mencionaba Séneca, relacionada con la pérdida de tiempo, consiste en gastar el tiempo haciendo las cosas mal o de cualquier forma, sin el deseo ni la intención de hacerlas de manera cuidada, en un proceso de autosuperación constante.

En general, si analizamos la cantidad de años que vivimos y las pocas cosas que hemos realizado, descubrimos que “vivimos viviendo”, y que dentro de esa película de vida la mayor parte del tiempo fue un transcurrir diario y monótono.

Platón planteaba este dilema desde un alcance moral: “cómo pretender continuar viviendo después de la muerte si antes de morir desperdiciamos tanta vida en cosas que ni siquiera conseguimos recordar”. Como vemos, el uso y la administración del tiempo ya formaba parte de los debates de los antiguos filósofos tanto como preocupa en la actualidad.

Administremos el tiempo, sin estar presos del reloj y transformándolo en algo que sea parte del disfrute y no un factor de opresión. De esta forma lograremos que el último día sea la culminación de una sucesión de fragmentos de tiempo constructivos, disfrutados y recordados plenamente.

Probablemente el tiempo sea lo único que podemos expandir o reducir, en forma proporcional al desarrollo de nuestra conciencia. En el estado de meditación, esta relación de vivencia y tiempo se comprende en forma empírica, sin necesidad de palabras. Un segundo de tiempo medido por reloj puede representar una enorme experiencia de vida que trasciende los límites de la temporalidad asignada a nuestra existencia.

Debemos apoderarnos del tiempo para vivir más y mejor. Cambiar el paradigma por el cual pensamos que hay que prepararse para la muerte, e instalar actitudes que nos preparen para la vida.

Como decía Sartre: “no perdamos nada de nuestro tiempo. Quizás los hubo más bellos, pero este es el nuestro”.

Hasta el próximo encuentro.

Saber usar la batuta

Herbert von Karajan, quien dirigió la Orquesta Filarmónica de Berlín durante treinta y cinco años, decía que “el arte de dirigir consiste en saber cuándo hay que dejar la batuta para no molestar a la orquesta”. Esta idea es muy apropiada en el momento actual al liderar equipos de trabajo, dado que implica la necesidad de transferir conocimiento y responsabilidad al grupo y, como consecuencia, que cada integrante libere su potencial y brinde lo mejor de sí.

Otorgar libertad y escuchar las propuestas creativas de los liderados es una tarea fundamental para los que desean empoderar a los integrantes de un equipo. Así se irá generando en ellos la autosuficiencia necesaria para pensar en plural y proyectarse en acciones concretas, alineadas con la estrategia macro de la empresa o institución.

Es fundamental que cada integrante del equipo conozca el valor de sus tareas y en qué contexto se ubican. Debe saber por qué realiza lo que hace y cuáles son los objetivos de toda la institución; de lo contrario, no tendrá la motivación suficiente para despertar cada mañana con ganas de sumar su esfuerzo al proyecto.

De esta forma se podrá salir del paradigma aún existente de funcionar desde la orden, el control y la verificación de los resultados. Es la herencia todavía vigente de la era industrial, tan bien reflejada en la película Tiempos Modernos del genial Charles Chaplin, donde los trabajadores ejecutaban tareas mecánicas y repetitivas sin otra aspiración que obtener el salario que les permitiera subsistir.

Hasta hace poco tiempo se intentaba convencer a las personas de realizar trabajos que no querían realizar. En la actualidad, es necesario que el líder ayude a sus liderados a llevar a cabo tareas de las que no se creían capaces.

La intención debe estar orientada a construir una visión compartida y fortalecer un propósito de conjunto, siendo muy necesarias la transferencia de conocimiento y la integración.

Según mi experiencia, siempre es de gran ayuda construir entre todos un manifiesto que establezca los valores fundamentales del grupo, y colocarlo de manera visible para que sirva de marco comportamental. Esto reduce conflictos, dado que son valores elegidos por el propio grupo y que favorecen las buenas relaciones interpersonales.

En Ciudadela, su obra póstuma, Antoine de Saint-Exupéry nos dice: “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho”.

Hasta la próxima.

La importancia de una letra

Hace tiempo leí una historia sobre una máquina de escribir antigua que se usaba en la oficina de redacción de un pequeño diario, y que tenía un defecto.

El equipo que trabajaba en la redacción varias veces reclamó al jefe explicándole que la máquina no funcionaba bien. Al oprimir la tecla de la letra e, imprimía la x. Esto demoraba y dificultaba el trabajo. Ponía nerviosos a los integrantes del equipo y los obligaba a revisar los escritos con mayor cuidado, pero a pesar de ello se deslizaban errores con frecuencia.

El jefe se resistía a la inversión en una nueva máquina de escribir y minimizaba el hecho, diciendo que, aunque la máquina era antigua, en general funcionaba bien.

Los integrantes del equipo de redacción intentaron repararla, pero fue imposible: por ser un modelo antiguo, ya no se conseguían los repuestos necesarios.

Cansado de reclamar, uno de los redactores decidió escribirle al jefe una carta con la máquina defectuosa. Se leía así:

Xstimado Jxfx, con todo rxspxto mx dirijo a Ustxd para solicitarlx qux con urgxncia sx comprx una nuxva máquina dx xscribir para rxxmplazar a xsta con la cual xscribí xstas línxas. Varias vxcxs hxmos rxclamado pxro Ustxd considxra qux no hacx falta dado qux sx trata dx una máquina antigua, bixn consxrvada y qux funciona corrxctamxnxe. Qux sixmprx las cosas tixnxn algún dxfxcto, y qux si igual funciona, para qux gastar dinxro xn una nuxva.

El jefe, al leer la carta, se dio cuenta de que efectivamente era necesario realizar el cambio de máquina. Comprendió que una sola letra perjudicaba seriamente el trabajo de todas las otras. Llamó al redactor que le había escrito, le agradeció y no solamente cambió la máquina defectuosa, sino que realizó una renovación completa de todas las demás.

Esta historia la podemos relacionar con lo que ocurre en los equipos de trabajo. Es muy habitual observar grupos que no consiguen sus objetivos o tienen dificultades en lograrlos como consecuencia de que un integrante rompe el funcionamiento grupal. Basta uno solo que no reme en el mismo sentido para que la sinergia no funcione.

En estos casos, quien ocupa el rol de líder debe tomar alguna decisión para modificar la situación. Tendrá que evaluar las circunstancias y las posibilidades, pero no puede demorar la toma de decisiones, especialmente pensando en la “salud grupal”.

Es importante intentar por medio de capacitación, proximidad o diálogo que esa persona que no sincroniza con el grupo modifique su desajuste y se integre, pero es sabido que no es fácil lograr que esto ocurra. En ese caso, el integrante que no se ajusta a la dinámica de un grupo puede ser un engranaje que funcione bien en otro grupo, con lo cual el problema se soluciona con un traslado de sector.

Son situaciones en las que el buen líder debe tomar la decisión adecuada con presteza y realizar el cambio si es necesario. Además, ocuparse de que el desplazado logre reubicarse sufriendo lo menos posible.

En la mayoría de estos casos no se trata de un juicio sobre la persona, que puede tener muchos valores. Es una cuestión relativa al vínculo que se establece con el grupo. Una situación parecida ocurre en los matrimonios, cuando dos personas, a pesar de ser excelentes individualmente, juntas desarrollan un vínculo pesado, denso y a veces destructivo.

Lo mejor, al percibir esta situación, es no insistir y, por el contrario, transformar con inteligencia el vínculo en una relación de amistad y compañerismo. ¡Nunca llegar al antagonismo emocional y destructivo!

Hasta la próxima.

¿Jesucristo o Pantagruel?

fotopantagruel

Las fiestas navideñas constituyen importantes celebraciones de la tradición cristiana. Tienen -entre otras- una característica principal: el exceso de comidas y bebidas. Pareciera que, en lugar de la recordación cristiana que celebra el nacimiento o resurrección de Jesús, el festejo se inclina hacia una marcada evocación de Pantagruel y Gargantúa, los personajes de Francois Rabelais. Este autor, con especial humor, narra la historia de dos gigantes totalmente diferentes de los malvados ogros que formaban parte de los clásicos relatos de su época. En este caso, se trataba de dos gigantes glotones y bonachones.

En nuestras tradicionales evocaciones, unos más y otros menos, los festejantes se vuelcan hacia mesas atiborradas de alimentos diversos, elaborados tanto con cariño y esmero como con excesivo tenor graso.

Además de las comidas, se incluyen todas las variedades de típicas golosinas, dulces, frutos secos, tortas, panes dulces, turrones y otras delicias de origen más comercial que tradicional, .

Las bebidas hacen lo suyo: cantidades abundantes de glucosa son transportadas por los torrentes de bebidas gaseosas, y el alcohol muchas veces transforma el centro de gravedad en un columpio en movimiento.

No estoy en contra de las celebraciones, es un momento de encuentro, de alegría, de placer social, y es bueno dejarse llevar por todo esto, que ayudará al abrazo sentido y cariñoso con los seres queridos y al recuerdo posterior.

Pero pasado el tiempo de festejo, es el momento de dar un poco de descanso a nuestro cuerpo, que ha sido sometido a excesos diversos y acumula secuelas que muchas veces se perciben en los días sucesivos.

Lo ideal sería iniciar unos días de limpieza orgánica mediante el consumo de frutas, que además de proveer agua y minerales, estimulan la depuración orgánica.

Para los que tienen una voluntad más poderosa, es recomendable un ayuno de 36 horas. Esto es muy fácil de hacer: podemos comenzar no cenando, pasar el día siguiente bebiendo mucha agua mineral, y luego de dormir esa noche, iniciar el próximo día comiendo algunas frutas frescas (no ácidas), para gradualmente volver a nuestra alimentación habitual. (Consejo: hacer esto en un día de plena actividad. Realizar un ayuno en domingo será triste y antisocial.)

¡Hasta la próxima!

Prospectiva y karma

Corren tiempos de velocidad creciente. Pareciera que el mundo se acelera de manera inexorable. Las dinámicas de aprendizaje y la forma de conducir corporaciones, grupos humanos y nuestra propia vida familiar y afectiva se encuentran en permanente revisión y adaptación.

Para algunos, ese ritmo entusiasma y produce evolución. Son los que deciden adaptarse y entrenan para ser rápidos, flexibles y fortalecer la intuición, anticipándose a los cambios o pudiendo esquivar las consecuencias negativas de algún inesperado cisne negro. Otros se quejan, sueñan con tiempos pasados y desean que todo se ajuste nuevamente a su mundo predecible, proyectando su ilusión hacia el porvenir.

Actualmente es habitual el uso de la palabra “prospectiva” para referirse al futuro, especialmente en los ámbitos de emprendedores. La Real Academia Española la define como “conjunto de análisis y estudios realizados con el fin de explorar o predecir el futuro en una determinada materia”.

A pesar que muchos investigan sobre probabilidades y tendencias con el deseo genuino de anticiparse a los hechos, las circunstancias nos muestran que el mundo cambia velozmente y nadie puede predecir, a ciencia cierta, el futuro.

Sin embargo, hay dos puntos relevantes que no suelen tenerse en cuenta: el primero es que la mayor parte de los acontecimientos que nos sorprenden vienen madurando desde antes de producirse; el segundo, que no se los aprecia, ya sea por condicionamientos o paradigmas, que crean una especie de ceguera o, muchas veces, porque quisiéramos tanto que no ocurran, que directamente los negamos.

En la seguridad de que esto que nos pasa hoy ya lo vivieron nuestros antepasados, probablemente a menor velocidad, en diferentes momentos, contextos y situaciones, es bueno revisar la historia y las opiniones de otras culturas y filosofías. Es así como rescato la palabra sánscrita karma, que importaron de Oriente grupos de ocultismo y espiritualismo, luego fue cristianizada y terminó significando una especie de destino trágico que no puede ser modificado. Se generó de esta forma una confusión, entre las tantas que existen en la interpretación de culturas diferentes a la occidental.

En origen, karma significa acción, una ley natural de acción y reacción. Si arrojo algo hacia lo alto, indefectiblemente caerá. Este análisis tan simple que realizan los hindúes permite entender y manejar el fenómeno según principios de la física y no de supuestas causas espirituales.

Existe una comparación para comprender más claramente cuánto de esa acción y reacción está en nuestras manos. Imaginemos a un arquero que decide lanzar su flecha sobre un blanco determinado. Tomará la flecha, la colocará en el arco, tensará la cuerda hasta el punto que considere conveniente, elegirá la dirección y llegará al punto de soltarla o no. Hasta ese momento hay un karma potencial: un setenta por ciento del proceso está administrado voluntariamente por el arquero. Al lanzar la flecha se activa el karma y pueden existir circunstancias ajenas a quien dispara: tal vez un golpe de viento, un obstáculo que se interpone en el camino de la flecha o alguna otra situación imprevista. Analizando matemáticamente el proceso, vemos que hay dos tercios que son administrados contra un tercio que funciona fuera del dominio del arquero, lo cual es sumamente alentador.

¿Qué podríamos hacer para cubrir las situaciones no previstas que corresponden al tercio restante?

Uno de los recursos más eficientes, antiguos y probados consiste en desarrollar la poco usada intuición lineal. Existen herramientas que permiten desarrollar este proceso, abriendo un nuevo canal de conocimiento. Su nombre en sánscrito es dhyána, un sistema técnico probado y utilizado durante miles de años. En occidente se lo denomina meditación.

Permite obtener mayores certezas, estar alerta sin estrés y tomar decisiones más rápidas en un mundo veloz y cambiante.

¡La semana que viene les cuento más!

Sísifo, una historia antigua que cobra actualidad.

La vasta mitología griega nos ofrece historias y mitos que muestran conductas exacerbadas muy interesantes para conocer y establecer paralelos con las conductas humanas actuales.

Una de estas historias es la de Sísifo, Rey de Corinto, quien, conforme los relatos, era muy astuto y hábil para el engaño. Entre sus varios logros, tuvo la habilidad de engañar a la muerte en dos oportunidades en que venía a llevárselo.

La primera vez fue debido a que Sísifo, para conseguir agua para su reino, le cuenta a Asopo, uno de los reyes fluviales, que su bella hija ha sido llevada por Zeus, quien para ello adoptó la forma de un águila.

Furioso, Zeus ordena a Tánatos que vaya en busca del delator y lo lleve al Tartaro, con los muertos. Pero Sísifo seduce a la muerte y le regala joyas, entre ellas dos pulseras que en realidad son grilletes, con las cuales la hace prisionera y escapa.

El tiempo pasa y nadie más muere, ni en la paz ni en las guerras. Entonces, Ares, hijo de Zeus y dios olímpico de la guerra, es enviado a rescatar a Tánatos. Una vez que ha hallado a la muerte, la libera de su cautiverio para que todo vuelva a la normalidad.

Al enterarse de esto y previendo que algo ocurrirá, Sísifo le pide a su esposa que, si él llega a morir de muerte prematura, no permita que se le realicen los ritos funerarios propios de un rey.

Llevado frente a Hades, dios del inframundo, recibe un furioso reproche. Pero apelando a su habilidad para engañar, Sísifo se disculpa y le solicita que le permita ir hasta su reino y proceder a los ritos funerarios, dignos de su condición de rey, dado que su perversa mujer no ha permitido realizarlos. De esa forma, podrá descansar en paz.

Una vez más Sísifo ha logrado engañar a la muerte y tiene permiso para retornar al mundo de los vivos por un día, debiendo regresar antes de finalizar el plazo.

Pero el engañador Sísifo va a Corinto en busca de su esposa y huye, permaneciendo escondido el resto de su vida. Ya muy anciano, cuando llega el momento de pasar naturalmente al mundo de los muertos, es llevado por Hades y arrojado al inframundo.

Como consecuencia de sus actos es condenado a tener que llevar una pesada piedra desde la base hasta la punta de una montaña. El castigo consiste en que, a medida que sube, la piedra se torna más pesada, hasta que, al llegar a la cima, rueda otra vez cuesta abajo y Sísifo debe empezar a empujarla hacia arriba nuevamente, nuevamente, nuevamente, y así por toda la eternidad.

La mayoría de las personas asciende la montaña de lunes a viernes para descender el fin de semana. Subimos la montaña durante toda la vida para que finalmente la vida acabe en un proceso absurdo, como lo señala Albert Camus. El gran cambio, es comprender que todos tenemos piedras que empujar, sin embargo, tenemos la posibilidad de decidir cuáles serán esas piedras y para que las empujamos. Si cada acción, independiente de lo que hagamos, tiene un propósito mayor, nos traerá una consecuencia inevitable: ser más libres y felices.

¡Hasta la próxima semana!

Administrar es cuidar

Cuando usamos la palabra administrar generalmente la vinculamos a la economía, sin embargo, debemos incorporar el concepto y utilizarlo para realizar una buena administración de todo lo que hacemos y no únicamente en lo que se refiere al dinero.

Entre los sinónimos que figuran en el diccionario de la Real Academia Española para la palabra administrar encontramos dirigir, coordinar, organizar e incluso cuidar.

La palabra cuidar llamó mi atención entre los sinónimos de administrar, porque es justamente utilizarla en el más amplio sentido del término lo que estoy proponiendo. Considero inteligente poner más atención en cuidarnos, por los resultados benéficos que obtendremos a nivel individual y desde allí generar una mayor capacidad para aplicar el paradigma del cuidado en forma expansiva.

Es penoso observar a personas muy eficientes y enfocadas en mantener una buena administración de su riqueza y bienes materiales, olvidándose de muchas cosas que son extremadamente valiosas e incluso irrecuperables cuando las perdemos.

El autoconocimiento requiere de aprender a administrar nuestra energía, las horas de sueño, las reacciones emocionales, los conflictos, la salud, la cantidad y calidad de alimentos que ingerimos, lo que leemos, el tiempo que dedicamos al trabajo, a la actividad física, al esparcimiento, a los afectos, etc.

Me viene a la memoria una expresión que le escuchaba decir a mi abuelo y que no la comprendía cuando era niño: lo más barato es lo que se consigue con dinero. Con los años supe que tenía razón.

Cuando logramos instalar en forma práctica la buena administración de nuestras vidas nos vamos aproximando a lo que muchas filosofías y tradiciones antiguas han propuesto: estar en un punto medio, tener la capacidad de evitar los extremos y elegir lo que verdaderamente deseamos. Avanzar en este sentido nos dará mayor templanza, autonomía y libertad.

Lo interesante es que ese estado de conciencia adquirido, comienza en uno y desde allí se extiende a nuestro entorno, desarrollando una mayor integración con la naturaleza y todas las formas de vida existentes. Es una forma de recuperar la capacidad de convivir con lo que está vivo.

Un estado de integración que constituye los pilares de una ética de vida virtuosa, feliz, necesaria y humana.

Hasta la próxima.

El alcance de la visión


En cada momento debemos tomar decisiones de diferente nivel de importancia, que producirán consecuencias que no siempre tenemos la capacidad de percibir o el hábito de analizar.
Es bueno aumentar el alcance de nuestra visión para tomar decisiones más correctas. Lo que ocurre es que somos más hábiles en analizar lo pasado que en visualizar lo que acontecerá en una proyección a mediano o largo plazo.
Las decisiones las imagino como las carambolas que se producen en el juego de billar, de manera inmediata y posterior al seco golpe del taco sobre una de las bolas, que impactará sobre otras, desplazándolas velozmente en diferentes direcciones y haciéndolas chocar con otras.
Son tantas las decisiones que afrontamos cada día, que se torna imposible enumerarlas.
Para comprobarlo, te invito a que detengas la lectura un instante y trates de recordar las decisiones y elecciones (mayores o menores) que tuviste que hacer durante el día anterior. No las recordarás a todas, pero con que sean un 30 % ya te sentirás abrumado por la responsabilidad.
En un segundo nivel de profundidad, intentá recordar las consecuencias que ocurrieron por las decisiones tomadas. Y seguidamente, en un tercer nivel, las consecuencias de las consecuencias.
Si sos líder de un grupo, las consecuencias de tus decisiones impactarán sobre los resultados, pero también, directa o indirectamente, sobre las personas que forman tu equipo. El mejor consejo es compartir la toma de decisiones con los demás; de esta forma se sentirán integrados y participarán de los éxitos y los fracasos.
Debemos ejercitar nuestra visión estratégica para ampliarla. Ver la totalidad del mapa de posibilidades. Considerar que cuando movemos una ficha en este tablero interrelacionado y fascinante que es la vida, se producen cadenas de movimientos y adecuaciones como efectos de lo que se ha decidido.
Observar la situación únicamente en primer plano es la mejor forma de ser sorprendido por acontecimientos no previstos y muchas veces evitables. Una “lectura” del panorama completo nos llevará a cometer menor cantidad de errores, e instintivamente surgirán veloces elecciones con mayores certezas.
Con el ejercicio, se fortalecerá la capacidad heurística para resolver situaciones y superaremos los errores generados por los condicionamientos y paradigmas.

Hace unos días me encontré con un familiar que no veía hacía años. En la charla de actualización, me comentó que durante años había fumado y que, a pesar de los consejos médicos y de su entorno familiar, continuaba haciéndolo porque tenía la seguridad de que no lo afectaría.
Ahora, con serios problemas de salud como consecuencia del tabaquismo, me confesaba lo arrepentido que estaba. Finalizada la conversación nos despedimos y me fui caminando mientras pensaba que, cada vez que decidía encender un cigarrillo, tenía la oportunidad de no hacerlo, pero por
no ampliar el alcance de su visión, elegía su efímero presente.
Claro está que se aprende viviendo. Como decía Vittorio Gassman, “habría que tener dos vidas, una para ensayar y otra para actuar”.
Hasta la próxima.

Emoción, una potencia que nos mueve

Imaginemos un guerrero en los minutos previos al combate, sin importar la época o las armas que usa. En cualquiera de las imágenes que llegarán a nuestra mente fruto de nuestra imaginación estará presente una expresión de ira en el rostro o posiblemente de temor. Podremos imaginar el cuerpo tenso, su respiración agitada. Las dos emociones primarias, la ira o el miedo estarán manifestándose y creando sensaciones corporales. ¿Qué motivo decidirá liberar la Ira o el miedo ante una misma situación?… es consecuencia de la percepción que realizamos sobre el hecho que tenemos que enfrentar. El fenómeno de la percepción es totalmente singular y varía de una persona a otra en función de los condicionamientos y paradigmas incorporados a priori.

Lo que ocurre es que funciona como un control remoto que activa las emociones que la situación desencadena en el observador. De esto, se deduce que el poder está fuera de nosotros y la situación nos consigue desestabilizar. Cambiar la percepción de la situación es recuperar nuestra potencia ante el hecho que debemos enfrentar.

Tengamos en cuenta que las emociones no constituyen algo de característica negativa, por el contrario, han sido el motor y el sentido mismo de la existencia. Durante siglos, el arte ha expresado en todas sus formas el carácter pasional de la vida humana, la potencia de sus emociones que lo impulsaron en sus gestas y también, lo alteran a diario en su dinámica más íntima.

La posibilidad de sentir emociones no debe ser negada ni reprimida, por el contrario, debe ser estimulada, sublimada o administrada, de tal forma que se convierta en una fuerza de alto poder constructivo y movilizador.

Desde hace miles de años, en forma empírica, se crearon formas de trabajar sobre las emociones para generar resultados. Desde danzas y rituales usados antes de entrar en combate o de participar en jornadas de cacería, el ser humano activaba las emociones para usarlas como poderosas fuerzas motivadoras. Ya sabía de su existencia y de su importancia.

En las últimas décadas, consecuencia de una formidable innovación tecnológica se ha logrado ver dentro de la caja negra del cerebro humano. Los investigadores afirman que las emociones residen en el paleoencéfalo, la parte más antigua del cerebro. Esto ha demostrado que se expresan sin que estén mediadas por la corteza cerebral o telencéfalo, que es la parte más moderna del cerebro. Se activan en forma inmediata como reacción autónoma e independiente de la voluntad conciente. probando que los procesos cognitivos no poseen mucho poder sobre los perceptivos – emocionales.

Santo Tomás de Aquino con sentido visionario nos dejó la frase “lo que verdaderamente se aprende es lo que pasa por los sentimientos” reforzando la importancia del plano emocional en lo cognitivo.

A su vez, Donald Hebb, considerado fundador de la epigenética opinaba que nuestras emociones modelan nuestros mecanismos biológicos, responsables de nuestra manera de sentir y actuar, existiendo una estrecha comunión entre genética y experiencia. Podemos decir que el ambiente opera sobre la genética para determinar la cognición y la conducta.

Aprender formas de administrar esa poderosa energía llamada emoción es recuperar nuestro lugar en la cabina de mando de nuestras vidas. Para ello, la auto observación y el estado de conciencia ampliado que se obtiene por medio de la meditación constituyen herramientas muy efectivas para construir nuestro porvenir.

Hasta la próxima

Presente y futuro

Estamos viviendo una etapa de mucho cambio y a una velocidad que se va acelerando, con consecuencias altamente desgastantes. Es como seguir conduciendo el mismo vehículo que antes, recorriendo los mismos caminos, pero a velocidades muy superiores a las que estábamos habituados, lo que genera un constante estrés.

Además, los caminos nos sorprenden con nuevos obstáculos y nos ofrecen atajos, curvas y encrucijadas que aparecen de manera sorpresiva, obligándonos a tomar decisiones inmediatas, con escaso análisis de las consecuencias que traerá aparejada cada una de ellas. Sin tiempo para analizar la decisión adoptada, ya se nos aparece otra situación que, antes de haber asimilado la anterior, nos fuerza a otro gasto de energía importante para optar por la acción que, en lo inmediato, consideramos más necesaria.

En este punto, se generaron diferentes formas de reacción, pero lo que más se observó fue la sensación de impotencia y ansiedad para modificar algo nuevo, invisible y que nos acechaba permanentemente. La crisis existencial, con esa sensación de que la vida carece de sentido, genera agobio, cansancio, desgaste orgánico, tensión emocional y estrés anticipado por situaciones aún no ocurridas, pero que imaginamos que nos harán estar peor.

Unas décadas atrás, la palabra futuro nos conectaba con una sensación de porvenir distante del momento presente. En la actualidad esa percepción cambió y el presente le pisa los talones a ese futuro que se percibe cada vez más cercano. Se ha producido una desestructuración de lo temporal. Darío Sztajnszrajber, para analizar la extrañeza que nos genera esta ruptura en la forma de sentir el tiempo, recurre a aquella escena en la que Hamlet ve al fantasma de su padre y dice: «El tiempo está fuera de quicio».

En este sentido, la última pandemia trajo un sinceramiento. Algo que ya venía gestándose se aceleró de manera inesperada, por un proceso repentino que causó desestabilización y un elevado estrés en una sociedad que ya estaba en el límite de su capacidad de resiliencia.

Esta incertidumbre acerca de un porvenir que no augura mayor felicidad y, en consecuencia, eleva la tensión al límite de lo recomendable, tiende a alimentar en forma compensatoria la incorporación de algunas válvulas de escape a esa presión: consumismo, trabajo excesivo, acceso a las drogas o el alcohol, constantes búsquedas terapéuticas, místicas y otras formas que suelen presentarse como recursos posibles para encontrar alivio, aunque más no sea temporario.

Es necesario que tomemos las riendas de nuestra propia vida y procuremos fortalecernos en forma integral, aprender a lidiar mejor con los obstáculos y situaciones que debamos atravesar y contar con recursos para adaptarnos rápidamente a los cambios y al estrés que nos generan. Debemos revisar nuestra forma de vivir y efectuar modificaciones que nos permitan asumir las exigencias de la actualidad, comprendiendo que no estamos viviendo una etapa excepcional y por lo tanto la velocidad de la transformación seguirá aumentando.

Si nos adaptamos, podremos administrar nuestras emociones y estrés. Es simple: se trata de aprender a usar otras herramientas. La administración de los sentidos, la concentración y la meditación están entre las más efectivas.

Hasta la próxima.

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