Habitualmente encontramos esta palabra escrita de dos formas diferentes: conciencia y consciencia. Según el Diccionario panhispánico de dudas —de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española—, conciencia significa ‘capacidad de distinguir entre el bien y el mal’, mientras que consciencia alude a ‘percepción o conocimiento’, tanto de la realidad como de uno mismo. Aunque las dos voces son válidas, el diccionario citado indica que conciencia —sin s— expresa ambos sentidos, por lo que comúnmente se emplea la grafía más simple para todos los casos.
Hechas estas aclaraciones, tratemos de determinar qué es la conciencia. Algunos autores, entre los que cito a Annie Besant, afirman que conciencia y vida son idénticas: dos nombres distintos para una misma cosa, según se la mire interior o exteriormente. No habría vida sin conciencia y no habría conciencia sin vida. Al decir que la vida es más consciente o menos consciente, no pensamos en ella de manera abstracta, sino en algo viviente y con la capacidad de ser más o menos conocedor de lo que lo rodea.
Es muy habitual que, en el deseo de entender lo que se denomina conciencia, caigamos en lo complejo, lo abstracto e incluso en lo místico, lo cual termina siendo una paradoja: sin duda, lo ideal es tornar simple lo complejo, y no lo contrario. Mi interés es simplificar y proporcionar elementos para comprender el fenómeno desde una perspectiva real y concreta. Por lo tanto, tomaré el término conciencia simplemente como ‘mayor conocimiento de algo’. Sartre afirmaba que la conciencia es todo el conocimiento, no sólo un acto.
En el pensamiento occidental se concibe el conocimiento como una relación entre sujeto y objeto, más un tercer elemento que es la imagen, o un concepto, si se trata de algo abstracto. En cambio, en textos antiguos que expresan la interpretación de filósofos de la India, se afirma que al haber una ampliación de la conciencia se produce un real conocimiento, que trasciende la relación entre sujeto y objeto y lleva a un proceso de completa identificación entre conocedor y objeto conocido. El observador deja de simplemente ver y pasa a ser aquello que observa, conociendo su verdadera naturaleza o identidad.
La forma de tener acceso a esa capacidad es por medio del aquietamiento de la mente, la concentración y la identificación (nyása, en sánscrito). Es un estado muy particular, que permite al practicante identificarse a tal punto con el objeto de su concentración, que llega a obtener sus características. Son maneras de adquirir conocimiento en forma práctica y efectiva, abriendo otras alternativas de inteligencia que, en muchos casos, superan el uso exclusivo del intelecto.
Recomiendo la lectura del libro Mindfulness y meditación, del Profesor DeRose:
https://ebooks.derosemethod.com/reader/mindfulness-meditacao?location=1
Hasta la próxima.
Seguime