Autor: edgardo (Página 1 de 28)

Escuchar a nuestro corazón e intuición.

Querido lector, hay una historia que tuvo como protagonista a Ludwig Wittgenstein, un importante filósofo cuya obra influyó entre otros a Bertrand Russell.

Parecería ser que para convencer a su editor de que publicara uno de sus libros, el Tractatus lógico-philosophicus, le envió una carta acompañando la obra en donde le decía: “mi trabajo consta de dos partes, la que aquí aparece y todo aquello que no he escrito”. Y enfatizaba agregando “seguramente es esa parte que no está escrita, la más importante”.

Me tomo la libertad de utilizar las mismas palabras de Ludwig para relacionarlas a este artículo, dado que hay algo que llama la atención en la diversidad de opiniones sobre lo que es meditación. Las diferencias surgen de la perspectiva de cada autor, que depende de la metodología utilizada, las filosofías que la fundamentan y la experiencia individual que nos deja la práctica. Como habitualmente ocurre, lo que no está escrito, la experiencia vivencial es lo más importante.

Las diferencias entre metodologías que utilizan meditación son muchas. Imaginemos el aroma y el sabor que puede tener una torta en comparación a otra con el mismo nombre y supuestamente igual. A pesar de usar los mismos ingredientes, cada chef utiliza formas diferentes de preparación, otra calidad de materia prima, cantidades, tiempos y temperatura de cocción, en consecuencia, el resultado que obtendrán será diferente.

En la meditación, puede haber técnicas y ejercicios similares entre un sistema y otro, sin embargo, las líneas filosóficas y comportamentales que fundamentan las técnicas seguidas por el practicante o docente, serán determinantes para el resultado a obtener y la explicación del proceso.

La meditación es una técnica sumamente antigua, que data de miles de años y continúa existiendo incluso con renovado interés. Esto es lógico porque existen buenas razones para hacerlo, muchas de ellas comentadas en antiguos textos de filosofía y que en la actualidad son confirmadas por numerosas experiencias científicas.

En mi caso particular me identifico en forma personal y profesional con la forma más antigua, preclásica, no mística y técnica preservada como un tesoro en la estructura del DeROSE Method.

Al cabo de más de tres décadas de estudio y enseñanza puedo asegurar que practicar meditación es una de las mejores decisiones que podrán tomar en sus vidas. Les permitirá salir de las conductas repetitivas, modificar los condicionamientos y fortalecer la capacidad de elegir, tomando decisiones en base a lo que dice nuestro corazón e intuición.

Hasta la próxima.

La lección del niño que arregló el mundo.

Cuenta una historia, qué en la redacción de un diario, había un periodista muy talentoso que
tenía la tarea de escribir columnas sobre temas diferentes, atractivos y que generaran en los
lectores momentos de análisis y reflexiones constructivas.
Un día, su director, impactado por la cantidad de noticias poco felices, le encomendó la tarea de escribir un artículo sobre cómo mejorar o arreglar el mundo. Una nota que estimulara positivamente a los lectores.
El periodista aceptó él encargue. Como tenía tres días de plazo para entregar el artículo, confió en su talento y decidió utilizar los primeros dos días para descansar.
En la tarde del tercer día, decidió abocarse a la tarea. Se sentó frente a su escritorio y comenzó a escribir palabras sueltas y frases en un cuaderno, sin que surgiera la inspiración necesaria.
Tomó un antiguo mapamundi, lo colocó sobre el escritorio y comenzó a observarlo con atención, como si en él estuviera la respuesta que buscaba.
¿Cómo arreglar el mundo?… se preguntaba una y otra vez. El tiempo pasaba, el plazo para la entrega se extinguía, la respuesta no llegaba y su estrés crecía en forma proporcional.
Mientras cavilaba sobre la respuesta a su pregunta, se abrió la puerta de su oficina y apareció su hijo. Un pequeño de 10 años, que con ansiedad le pidió ayuda para terminar sus tareas escolares. El periodista le pidió calma. Le explicó que tenía trabajo que hacer y que por ahora no podía ayudarlo.
El niño no quedó satisfecho y reclamó con tanta insistencia que finalmente el padre tuvo una idea para calmarlo. Tomó el mapamundi que tenía sobre su mesa de trabajo, lo cortó en varios trozos y se los entregó al niño mientras le decía: _ Hijo, te propongo el siguiente juego. Vas a ir a tu cuarto, armarás nuevamente el mapamundi como si fuera un rompecabezas y cuando lo tengas listo, yo prometo ayudarte en tu tarea. El niño aceptó y fue directamente a su cuarto para cumplir con el compromiso asumido, dejando a su padre ensimismado en su trabajo. A los pocos minutos, el niño entró corriendo en la habitación, diciéndole a su padre que ya lo había logrado y en tanto daba saltos de alegría le mostraba el mapamundi que había reconstruido, pegando las partes con cinta transparente. El hombre, oscilando entre el orgullo y la duda, tomó el mapamundi, lo colocó sobre el escritorio y con cara de sorpresa le preguntó al niño como lo había logrado en tan poco tiempo. De inmediato, y con la simpleza que suelen tener los niños le dijo: _ Papi, fue muy
fácil. Vos no te habías dado cuenta qué detrás de la lámina, había una figura de un hombre. Yo arreglé al hombre y de esa forma arreglé el mundo.
Esta historia nos enfrenta a la necesidad de reconocer que el mejor aporte que podemos hacer al mundo es cumplir con nuestras responsabilidades de la mejor manera posible, con entusiasmo, alegría y sentido solidario, siendo conscientes que cada cosa que hagamos o dejemos de hacer, de alguna forma, tendrá consecuencias en nuestro presente y en las generaciones futuras.
Como lo sintetiza Eduardo Galeano en la frase que se le atribuye: “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.”

Hasta la próxima.

El arte de la convivencia


Uno de los logros más difíciles para los seres humanos es el de la buena convivencia. Si consiguiéramos alguna forma de cuantificar los problemas que son consecuencia, en forma directa o indirecta, de las malas relaciones humanas, probablemente nos sorprenderíamos.

En mi percepción personal, basada en la observación de las conductas sociales y en lo que nos transmiten novelas, piezas teatrales, temas musicales, películas, relatos e historias, la mayoría de los conflictos y desentendimientos se generan por la falta de capacidad de los seres humanos para entenderse y tolerarse, especialmente cuando ente ellos existen diferencias.

Esta actitud de no aceptar las otras maneras de ser y pensar va totalmente en contra de la propia naturaleza, que nos enseña que la diversidad es riqueza. Si observamos un paisaje vemos la cantidad de colores que, a pesar de ser diferentes, se combinan logrando una belleza que sería opacada si el conjunto fuera de una misma tonalidad.

Lo mismo ocurre en todas las ramas del arte. La música es la combinación de sonidos diferentes que conforman una bella armonía. En la pintura, los grandes artistas elaboraron sus inolvidables obras utilizando la combinación de matices diversos.

El mundo sería muy triste en la uniformidad absoluta; sin embargo, el ser humano tiene grandes limitaciones para convivir de buen grado con aquellos que manifiestan diferencias. Me atrevería a decir que más de la mitad de los problemas que nos afectan en todas las áreas tiene su origen en la falta de habilidad para convivir armoniosamente. En esta ponderación deberíamos colocar todas aquellas situaciones que nos han causado estrés elevado, dolor, pérdidas afectivas y económicas, temores, enemistades y tantas otras contrariedades que podrían haberse evitado.
En cuanto a los conflictos, siempre existieron y existirán. Ellos no constituyen el
problema; por el contrario, son fricciones que, si cada uno pone lo mejor para
encontrar la solución, podremos aprender a superar.

También es habitual que exista dificultad para relacionarnos con nosotros mismos,
derivada del escaso ejercicio de la práctica de autoconocimiento, imprescindible para generar vida interior. En general se vive viviendo, exageradamente distraídos por los estímulos externos y, como consecuencia, en un elevado nivel de dispersión y ansiedad, factores que dificultan el ejercicio de la empatía.

En este punto no puedo dejar de hacer una reflexión e invitar al lector a que también piense en lo siguiente: desde que existe, el ser humano necesita y busca a otros de la misma especie para vivir en grupo. Estamos condicionados a obtener cobijo, afecto y seguridad constituyendo comunidades que, además, favorecen la procreación. Sabemos instintivamente que la vida es poder de suma y crecimiento y que la unión hace la fuerza.

Sin embargo, se plantea una situación contradictoria: nos sentimos mal si estamos en soledad, pero por otro lado nos resulta difícil mantener relaciones de convivencia armónicas.

Indudablemente, necesitamos aprender, entrenar la tolerancia, la templanza,
recuperar nociones de civilidad, de ética, de comportamiento humano y poner en
práctica los muchos postulados que existen sobre la buena convivencia. Lograrlo nos hará más constructivos, humanos y felices.

Hasta la próxima, Edgardo.

La meditación, la mente y el agua

Cuenta una leyenda que un Maestro estaba conversando sobre meditación con sus discípulos, a la vera de un río. En su deseo de ilustrar con ejemplos lo que trataba de enseñar, pidió a uno de sus alumnos que fuera hasta el río y le trajera una copa llena de agua.
Velozmente, el joven discípulo corrió hacia la costa, llenó la copa con agua y se la
acercó con premura al Maestro, quien le agradeció con una amable sonrisa, la tomó, la elevó hasta la altura de sus ojos y observó el contenido.

-¿Qué piensan? ¿Podré beber el agua?- preguntó a los discípulos.
Al unísono, todos respondieron que no, que no era aconsejable hacerlo ya que el agua estaba muy turbia.

El Maestro aceptó la recomendación, dejó la copa con agua a su lado y continuó con sus enseñanzas. Al cabo de unos minutos, repentinamente miró nuevamente la copa, la elevó para que sus discípulos pudieran observarla y otra vez preguntó:
-¿Y ahora, puedo beber el agua?
-Sí, Maestro- respondieron todos-, porque ahora las impurezas se han depositado en el fondo y el agua está límpida.

-Muy bien- dijo el Maestro-, de la misma forma, al disponernos a meditar, la inhibición de pensamientos e ideas que logramos al concentrarnos y estabilizar la conciencia sobre un único estímulo, en lugar de saltar de uno a otro de manera incesante, reduce la dispersión y aclara la mente. En general las inestabilidades no son propias, no fueron generadas por nuestra mente, pero están allí creando una enorme y constante polución perturbadora.

-Además- agregó el Maestro-, cuando mirábamos la copa con el agua todavía turbia, no conseguíamos ver a través de ella. Pero, al esperar que se asentara lo que la enturbiaba, pudimos mirar a través del elemento agua y observar lo que había del otro lado de la copa con mayor precisión y objetividad. Si ahora agitáramos nuevamente el agua, los sedimentos volverían a enturbiarla y las imágenes de la realidad se verían nuevamente distorsionadas.
Así como en el ejemplo del agua, nuestra mente está en todo momento colmada de perturbaciones e influenciada por oleadas de energía emocional que potencian la inestabilidad, dificultando ver las cosas con objetividad.
Al sentarnos para meditar, en primera instancia buscaremos un elemento sobre el cual concentrarnos y de esta forma haremos que se aquieten las inestabilidades, como ocurre con los sedimentos que enturbian el agua.

Con el entrenamiento disciplinado lograremos que el objeto sobre el cual tratamos de concentrarnos deje de tener atributos y sea una simple referencia donde estabilizar la conciencia. Lo importante es enfocar la atención y sostenerla en el tiempo.

Una dificultad habitual en el practicante que se inicia son las expectativas de hacerlo pronto y bien. Hay que deponer esa actitud, que es estresante. El estado de meditación genera un intenso bienestar, alejado de la ansiedad y el estrés. Más que tratar de forzarlo, lo que hay que hacer es esperarlo con entusiasmo, con ganas de avanzar hacia una felicidad progresiva.

La voluntad del saber y el hacer.


En general, todos queremos conquistar metas y resultados. Sabemos que en nuestro actual mundo tan competitivo, para lograrlo, debemos no únicamente saber la teoría, también es necesario saber hacer.

El primer punto empieza con el descubrimiento y la aceptación que se aprende en la acción, y para ello debemos ejercitar y fortalecer nuestra fuerza de voluntad conscientemente. Esta fuerza se manifiesta de muchas formas: como un deseo de éxito que abarque todos los campos, con el sentimiento más definido de quiero hacerlo y lo haré o motivados por el espíritu de compromiso a realizar aquello que consideramos de suma importancia para uno o para otros.
Lo difícil es que esta intención no se acabe en el deseo y que pronto, otro nuevo deseo apague o sustituya el anterior y así pasemos el tiempo saltando de deseo en deseo, sin concretar nada y sufriendo después la sensación frustrante del fracaso o de la típica culpa. Por ello, al llegar la idea que fortalece el deseo debemos ponernos en acción y utilizar ya esa energía creativa.

La voluntad puede representarse como tenacidad, resolución o terquedad en la
búsqueda de un logro personal. Yo considero que es un potencial que se activa
mediante disciplina y entrenamiento. Es como la energía eléctrica que sabemos que está en el ambiente y debemos actuar sobre ella para generar luz o calor. Tratándose de la voluntad, para que funcione y sea una fuerza transformadora de simples deseos en realizaciones concretas, debemos entrenarla e insisto, fortaleciéndola en la acción.

Entrenada, será una potencia que nos ayudará a movilizar los poderes que poseemos y no siempre aprovechamos. No tenemos en cuenta que existen muchos aspectos que deben ser considerados para nuestro entrenamiento. Un cuerpo físico que necesita de buena alimentación y energía para moverse como deseamos, un plano emocional que debemos alimentar de buenos estímulos para que genere emociones y pensamientos constructivos, intuición y otros aspectos más sutiles que hacen parte de nuestra complejidad estructural. Busquemos realizar entrenamientos integrales que unan todas nuestras capacidades, alineándolas en la dirección deseada y con miras a un conocimiento que integre la acción a la teoría.
Debemos comenzar con pequeñas metas y pequeños logros. Sin espasmos, de forma continua, reforzando la autoestima, venciendo los temores que en la mayoría de los casos están ligados a condicionamientos por fracasos anteriores o influencia cultural.

Generar una mente firme y una actitud de confianza que nos permita tomar decisiones propias, con base en la intuición y la experiencia propia más que en consejos de dudosas fuentes que prometen resultados que ellos mismos no han conseguido. Como menciona Nassim Taleb: «la destreza para hacer cosas es diferente de la destreza para venderlas».

Para reforzar nuestra autoestima, independencia de criterio y autosuficiencia es necesario combinar el saber y el hacer con la voluntad de poner las manos a la obra sin demora. Con sentido práctico el escritor DeROSE nos recomienda: “están los que se sientan y lloran y están los que se levantan y hacen”. ¡Hasta la próxima semana!

Epigenética y autonomía en el DeROSE Method

DeROSE Method es un sistema que fortalece a la persona en todos sus aspectos, le permite avanzar hacia un estado de mayor autoconocimiento y, en consecuencia, gobernar mejor su vida, superándose y construyendo un porvenir con mayor libertad y autosuficiencia.

Dentro de este proceso de superación, la epigénetica y la autonomía son elementos importantes que interactúan entre sí. Conocerlos nos permite administrarlos mejor y utilizarlos en forma positiva.

La epigenética ha cobrado gran notoriedad en el mundo científico como consecuencia de los avances generados por el Proyecto Genoma Humano, que en el año 2003 logró la primera secuencia del genoma humano, completada en 2021 gracias a nuevos avances tecnológicos.

¿Qué es la genética? Es la ciencia de la herencia. Estudia los caracteres hereditarios de los individuos, su transmisión a través de las generaciones y sus mutaciones o variaciones.

Todos nosotros provenimos de una célula resultante de la fusión de un óvulo y un espermatozoide. La célula generada por esa unión tiene un pequeño núcleo donde se encuentran las cadenas de ADN. El ADN de esa primera célula es heredado, con un 50 % de la madre y otro 50 % del padre.

Esa célula es única, y su ADN también es único. En la cadena de ADN de aquella primera célula se encuentra toda la información necesaria para dirigir la evolución del organismo. Esa información está contenida en el ADN de manera similar a la información que se graba en la memoria de una computadora.

La epigenética analiza cómo factores ambientales y comportamentales pueden afectar, sin que se altere la secuencia del ADN, la forma en que se expresan los genes. Estos cambios, que generan efectos en la salud y el desarrollo de un organismo, pueden producirse por la dieta, el estrés, el ejercicio físico, la exposición a toxinas, los estados emocionales y otros factores. La propia palabra utiliza el prefijo griego epi, que significa ‘sobre’, ‘por encima de’, por lo tanto indica que esta disciplina está por encima de la genética.

En términos generales, los genes se pueden comparar con los libros de una biblioteca. Cada libro contiene determinada información, pero esa información es potencial hasta que nos decidamos a tomarlo y abrirlo: en ese momento, cuando comencemos a leer, algo se modificará en nosotros.

El ADN cuenta con una especie de interruptores que se encargan de abrir esos libros y permitir que se exprese la información que estaba guardada. Los interruptores, que integran el epigenoma, están controlados por el entorno y en constante interacción con él.

Esto es posible por la reprogramación del ADN. El ADN es una molécula que se encuentra en el interior de las células, generalmente en el núcleo. Es responsable del funcionamiento y desarrollo de un organismo y constituye el medio de transmisión de la información genética de una generación a la siguiente.

El principio central de la epigenética establece que, si queremos cambiar la expresión de los genes, lo que tenemos que hacer es modificar el medio ambiente.

La epigenética de acuerdo a las informaciones científicas que se han conocido nos da una perspectiva muy alentadora, que nos libera del determinismo genético.  

El doctor Bruce H. Lipton, profesor universitario e investigador especializado en biología celular, se ha basado en sus experimentos —junto a los de otros líderes en el campo de la biología— para examinar minuciosamente los mecanismos con los cuales las células reciben y procesan información. Los resultados de sus estudios han cambiado radicalmente la visión del funcionamiento de la vida por medio de dos nuevas corrientes científicas: la transducción y la epigenética. Su trabajo pretende demostrar que los genes y el ADN no controlan nuestra biología, como lo enunciaba la escuela de determinismo genético o herencia, sino que están influidos por señales externas, incluyendo los mensajes energéticos emanados de los pensamientos positivos y negativos.

Este nuevo concepto establece que el cuerpo puede cambiar si cambia la forma de pensar. Estas nuevas ciencias, la transducción (transformación de un tipo de señal en otro: un organismo lee la señal del medio ambiente y la traduce en comportamiento y genética) y la epigenética (‘por encima de la genética’) sugieren que los estímulos energéticos que recibimos del medio ambiente inciden en nuestra calidad de vida. Estos descubrimientos fortalecen el concepto de que los pensamientos positivos son un elemento muy importante para una vida feliz y saludable.

En la actualidad, la biología confirma varias de las apreciaciones o postulados que nos legaron antiguas filosofías, que aprendían de su hábitat, la naturaleza, y gracias a una aguda observación empírica y una gran intuición percibieron la importancia de los pensamientos, los hábitos de comportamiento, la influencia del entorno que habitamos y el poder de los grupos o comunidades que integramos.

Teniendo conciencia de estas influencias el DeROSE Method es muy eficiente al proporcionarnos un pensamiento crítico y recursos para colocar la epigenética en práctica, revisando nuestros condicionamientos y fortaleciendo la autonomía en la toma de decisiones. Recordemos que vivir es un constante elegir.

Definir la autonomía.

Nuestras imperfecciones nos ayudan a tener miedo.Tratar de resolverlas nos ayuda a tener valor. Vittorio Gassman

Con especial sutileza, el escritor francés Antoine Saint-Exupéry presenta en su obra El Principito estas palabras que el zorro arribado de otro planeta dice al joven protagonista: “He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible a los ojos”.

La frase adquirió popularidad y comenzaron a usarla incluso quienes no habían leído el libro. Tal vez porque constituye una observación que toca la sensibilidad humana y nos permite reflexionar sobre el valor de las cosas que consideramos simples, muchas de las cuales se desvalorizan por una razón: las tenemos, y no nos costó nada obtenerlas. Convivimos con ellas y sólo se aprecian en su total magnitud cuando las perdemos.

Veamos un ejemplo: respirar. Es un acto automático, una función vegetativa que utilizamos durante toda la vida y a la cual sólo damos importancia si algo nos impide llevar el aire vital a nuestros pulmones. En ese instante seríamos capaces de todo con tal de obtener una bocanada más de oxígeno…

¿Por qué será entonces que precisamos la eventual crisis para valorar aquello que hasta puede ser determinante en nuestra vida? ¿Por qué demoramos tanto para modificar aspectos de la conducta que nos pueden llevar a la pérdida de aquello que sabemos fundamental?

Tal vez la respuesta sea que vivimos en automático, repitiendo modelos, influenciados por férreos paradigmas, sin detenernos a pensar. En otros momentos debemos ejercitar el no pensar, para percibir intuitivamente el verdadero valor de las cosas que son fundamentales para cada uno.

Con los años, empezamos a reflexionar con melancolía sobre cuántas de esas cosas verdaderamente importantes perdimos o no realizamos por estar detrás de otras de menor importancia. Metas sobre las cuales proyectamos nuestras propias fantasías, convenciéndonos de que nos traerían la tan ansiada felicidad.

En este punto podría parecer que este escrito conducirá al desánimo; sin embargo, la buena noticia es que siempre estamos a tiempo de ordenar nuestras prioridades y trabajar por ellas.

Equivocadamente solemos creer que la vocación de cambiar y mejorar es exclusiva de los años de juventud. Hoy, la neurociencia refrenda lo que antiguas filosofías nos indicaban mediante el conocimiento empírico: tu cerebro puede seguir aprendiendo y cambiando hasta el último día de la vida. El biólogo Estanislao Bachrach nos dice que no importa qué te haya pasado o qué genes te hayan tocado; tu mente, la forma en que usás tus pensamientos, puede modificar la estructura y anatomía del cerebro. Es la capacidad denominada neuroplasticidad.

Claro que nada es producto de la magia: es parte de una vocación de seguir superándose siempre. El Método DeRose nos proporciona aprender a gestionar y reprogramar hábitos y emociones utilizando la epigenética en práctica. Otras herramientas son las técnicas de concentración y meditación, pudiendo reconocer condicionamientos y modificarlos, conquistando una apreciación más clara de nuestras verdaderas prioridades y, en consecuencia, avanzar hacia una definida autonomía.

Aprender más, cuando sabemos más.


Hace un tiempo escuché hablar del concepto Equipo Rey, que para llamar la atención utiliza la similitud fonética con el nombre de la tragedia griega de Sófocles Edipo Rey.

La expresión dio nombre a la tendencia ya instalada de valorizar la opinión de los integrantes de un equipo, a la hora de tomar decisiones. Este funcionamiento grupal modificó de manera sustancial las formas de liderar y reemplazó un fuerte paradigma: el concepto de verticalidad en las estructuras sociales.

Sabemos que, siempre que hay cambio de paradigma, todo vuelve a cero y se hace necesario reaprender formas innovadoras para alcanzar resultados positivos.

En la actualidad existen variadas formas de liderar con menos método y concediendo mayor importancia a la intuición y flexibilidad de los que tienen esa responsabilidad.

Ahora bien, sabiendo que el poder del equipo ha crecido y las decisiones compartidas pasan a tener mayor valor que las de un líder, debemos potenciar esta nueva manera de convivencia y productividad. Observemos, por ejemplo, los equipos deportivos: es fácil advertir que la solidez en la unión de los integrantes no basta, debe haber además un constante entrenamiento. Este entrenamiento no puede ser relativizado; por el contrario, debe ser intenso, práctico, constante y con chequeos de resultados.

El mayor problema surge en los casos de equipos que no son estables, están integrados por especialidades diferentes y no están constantemente juntos para mantener entrenamientos que fortalezcan al grupo. Uno de los ejemplos clásicos son los hospitales, donde en los casos de urgencia intervienen diversas especialidades, en general varios de los integrantes del equipo convocado no se conocen y deben tomar decisiones cruciales sin tiempo para discutirlas, con el estrés que esto causa.

Amy Edmonson, autora del libro Extreme Teaming: Lessons in Complex, Cross-Sector Leadership, menciona el recordado caso de los mineros atrapados durante sesenta días en una mina en Chile, situación que exigió tomar decisiones urgentes, acordando entre personas de distintas culturas, orígenes y profesiones.

Estos casos extremos han demostrado que es posible superar un condicionamiento que generalmente nos impide utilizar los talentos de todos los integrantes de un grupo. La dificultad consiste en aprender cuando uno ya sabe, y para superarla se recomienda aplicar la llamada humildad situacional.

Analizar situaciones de crisis extremas puede sernos de gran utilidad para buscar formas innovadoras de funcionamiento en nuestra realidad laboral. Al fin de cuentas siempre debemos propender a la unión, que nos hace más fuertes. Alguien dijo alguna vez: “ese hombre no me gusta mucho, debo conocerlo mejor”.

Hasta la próxima.

Una reflexión sobre el pasado, el futuro y la fidelidad.

El tiempo nos mantiene suspendidos entre un pasado que ha dejado de ser y un futuro que todavía no es. La propia repetición de esta situación nos muestra que aquello que dura o se repite solamente se reproduce si hay cambio. Además, como no hay nada que comience que no tenga que terminar, lo real siempre resulta ser nuevo y el mundo se presenta como una novedad absoluta y constante.

En consecuencia podríamos decir que el futuro siempre es y será infiel y volátil.Lo difícil es comprender que para vivir con lo inquietante del futuro y lo ya conocido del pasado precisamos un elemento: el olvido.

En frases atribuídas a Epicuro el filósofo afirmaba que en el movimiento del tiempo existe el puerto de la memoria. Sin embargo, debemos reconocer que el olvido puede ser un puerto más seguro y, en primer término, una especie de solución fácil.

Ahora bien: para poder ser fieles, primero debemos recordar. Los pensamientos o experiencias vividas corren el gran riesgo de perderse si no hacemos el esfuerzo de conservarlos. Olvidar puede ser una solución, pero el recuerdo, la memoria y la fidelidad a lo vivido nos permiten el análisis, la observación en perspectiva y el aprendizaje necesario que favorece la superación.

Además, guardar en un lugar de fácil acceso las experiencias gratas -casi siempre ligadas al amor- a las cuales volver para saborearlas, es valioso en tanto esas memorias van ofreciéndonos sabores diferentes a medida que el tiempo pasa. Nuestra perspectiva de análisis incluso puede cambiar al evocarlas.

Aquí podríamos incluir la fidelidad como una virtud, la de la potencia de la memoria. La memoria reflexiva que de la mano de la fidelidad nos conduce al camino del autoconocimiento. No existe pensamiento sin fidelidad y sin la acción que conlleva hacerlo: para pensar, no solo hay que recordar, sino querer recordar.

Entre las fidelidades, hay una muy vinculada a la preservación de las antiguas tradiciones: es la del que se compromete en la transmisión del conocimiento recibido, sin alterarlo. Esta fidelidad logró traer hasta nosotros saberes que se habrían perdido en el implacable desgaste del tiempo.

Hay otra fidelidad que tenemos más presente, y es la que afecta a las relaciones afectivas interpersonales. Muchísimo se ha dicho, escrito, filmado, representado en infinitas obras teatrales y experimentado en tantos vínculos como seres humanos han existido, que no me siento capacitado para sumar más opiniones o reflexiones. Además, cada ser humano es un conjunto de sensibilidades, interpretaciones y niveles de conciencia tan singulares que, sumadas a las culturas y paradigmas sociales que influyen sobre ellas, sería imposible ordenarlas en forma de comportamientos.

Podemos concluir pensando que tal vez el verdadero amor infiel es el amor olvidadizo. El amor que reniega de lo que ha amado y busca no recordar, porque si lo hace se detesta y no consigue estar en paz. Preguntarnos, sin certeza de tener la respuesta, ¿será verdadero amor…?
Más que respuestas, prefiero fortalecer la memoria y la fidelidad que de ella surge, y decir entonces: eres libre de amarme tanto como desees, propongámonos no olvidarnos.

Hasta la próxima

Es más importante saber que creer.

Hace unos días conversaba con un joven especialista en marketing y comunicación. Algunas cosas surgidas en la conversación me llevaron a entender que a pesar de los millones de dólares que se invierten en publicidad, la decisión al momento de comprar un servicio o producto es más un fenómeno social y emocional que publicitario.

Conscientes de este fenómeno, las marcas intentan transformarse en movimientos, en corrientes de identificación con valores o actitudes. Esto ha pasado a ser más importante que publicitar el producto y sus beneficios particulares.

También es consecuencia de que los productos de un determinado tipo son muy parecidos entre sí. Tomemos como ejemplo los teléfonos celulares o los autos. Los modelos y las prestaciones son tan similares que podemos confundirlos. Lo que prevalece son las tribus que, por una u otra causa (no siempre explicable), se enamoran de una u otra tendencia, y por ello se utiliza la mayor creatividad posible para generar ese sentido de pertenencia. El teléfono ya no se vende por sus atributos técnicos sino por cuestiones más subjetivas, que pueden significar status, estilo de vida, modernidad, etc.

Hasta aquí, no estoy planteando nada novedoso. Lo que comienza a definirse y resulta interesante para mí es que, paralelamente, crece una especie de contracorriente de personas que no rechazan el consumo y el confort, no son antisistema, pero eligen con más independencia, como una forma de defender su autonomía y libertad personal. Una actitud que se utiliza como vacuna preventiva contra la saturación producida por la manipulación y la información tendenciosa.

Apliquemos la lógica: pocas personas elegirían un médico u odontólogo por publicidad en Internet o por un anuncio en una revista; la gran mayoría lo hace por recomendación de un amigo o familiar que ya ha probado el servicio que brinda ese profesional. Son personas que basan sus decisiones en las experiencias que les brindan sus allegados. Filtran la información y consumen lo que está previamente validado por opiniones confiables.

Siempre el rumor existió, y siempre hubo hábiles generadores de rumores. Ya en 1998 la Revista Newsweek definía el rumor como un comentario infeccioso: un estado de asombro de la gente, sobre una persona o cosa atractiva.

Hoy todo el mundo está interconectado, el rumor viaja velozmente por redes de
comunicación. Más de 7.000.000.000 de personas reciben y redistribuyen información. El mundo se ha transformado en nuestro barrio.
Los influencers se han profesionalizado y actúan utilizando el poder de credibilidad que les brinda su fama, formación académica o éxito alcanzado. Son activos nodos generadores de tendencia. Los políticos se banalizan al punto de lo ridículo, porque pareciera que lo más valioso es ser caras populares.

Sea de la forma que sea, estamos a merced de estrategias y tácticas que constantemente buscan inducirnos y hacernos creer que tomamos decisiones propias al instalar una idea, una necesidad y un condicionamiento.

No es mi área el marketing ni las redes sociales, pero sí me importa el hombre, el
autoconocimiento y cómo avanzar hacia la libertad que de ello emerge.
¿Qué podemos hacer para tener mayores certezas y ser menos vulnerables ante este constante bombardeo de información tendenciosa y poco verdadera? En primer lugar, fortalecernos física, emocional y mentalmente. Con esa base estructural tendremos la energía, la fuerza vital y la autoestima necesarias para ser librepensadores. Así como seleccionamos nuestros alimentos para no intoxicarnos, debemos hacer lo mismo con lo que leemos, escuchamos y las personas con las que nos vinculamos.

Saber es más importante que creer y, como no nacemos sabiendo, todo requiere constante entrenamiento, aprendizaje y experiencia. Es más valiosa nuestra propia experiencia que confiar en ensayadas disertaciones de quienes afirman tener todas las respuestas.
Hasta la próxima.

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