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Es más importante saber que creer

Foto por Raquel Martínez

Hace unos días conversaba con un joven especialista en marketing y comunicación. Algunas cosas surgidas en la conversación me llevaron a entender que a pesar de los millones de dólares que se invierten en publicidad, la decisión al momento de comprar un servicio o producto es más un fenómeno social y emocional que publicitario.

Conscientes de este fenómeno, las marcas intentan transformarse en movimientos, en corrientes de identificación con valores o actitudes. Esto ha pasado a ser más importante que publicitar el producto y sus beneficios particulares.

También es consecuencia de que los productos de un determinado tipo son muy parecidos entre sí. Tomemos como ejemplo los teléfonos celulares o los autos. Los modelos y las prestaciones son tan similares que podemos confundirlos. Lo que prevalece son las tribus que, por una u otra causa (no siempre explicable), se enamoran de una u otra tendencia, y por ello se utiliza la mayor creatividad posible para generar ese sentido de pertenencia. El teléfono ya no se vende por sus atributos técnicos sino por cuestiones más subjetivas, que pueden significar status, estilo de vida, modernidad, etc.

Hasta aquí, no estoy planteando nada novedoso. Lo que comienza a definirse y resulta interesante para mí es que, paralelamente, crece una especie de contracorriente de personas que no rechazan el consumo y el confort, no son antisistema, pero eligen con más independencia, como una forma de defender su libertad personal. Una actitud que se utiliza como vacuna preventiva contra la saturación producida por la manipulación y la información tendenciosa.

Apliquemos la lógica: pocas personas elegirían un médico u odontólogo por publicidad en Internet o por un anuncio en una revista; la gran mayoría lo hace por recomendación de un amigo o familiar que ya ha probado el servicio que brinda ese profesional. Son personas que basan sus decisiones en las experiencias que les brindan sus allegados. Filtran la información y consumen lo que está previamente validado por opiniones confiables.

Siempre el rumor existió, y siempre hubo hábiles generadores de rumores. Ya en 1998 la Revista Newsweek definía el rumor como un comentario infeccioso: un estado de asombro de la gente, sobre una persona o cosa atractiva.

Hoy todo el mundo está interconectado, el rumor viaja velozmente por redes de comunicación. Más de 7.000.000.000 de personas reciben y redistribuyen información. El mundo se ha transformado en nuestro barrio.

Los influencers se han profesionalizado y actúan utilizando el poder de credibilidad que les brinda su fama, formación académica o éxito alcanzado. Son activos nodos generadores de tendencia. Los políticos se banalizan al punto de lo ridículo, porque pareciera que lo más valioso es ser caras populares.

Sea de la forma que sea, estamos a merced de estrategias y tácticas que constantemente buscan inducirnos y hacernos creer que tomamos decisiones propias al instalar una idea, una necesidad y un condicionamiento.

No es mi área el marketing ni las redes sociales, pero sí me importa el hombre, el autoconocimiento y cómo avanzar hacia la libertad que de ello emerge.

¿Qué podemos hacer para tener mayores certezas y ser menos vulnerables ante este constante bombardeo de información tendenciosa y poco verdadera? En primer lugar, fortalecernos física, emocional y mentalmente. Con esa base estructural tendremos la energía y fuerza vital necesarias para ser librepensadores. Así como seleccionamos nuestros alimentos para no intoxicarnos, debemos hacer lo mismo con lo que leemos, escuchamos y las personas con las que nos vinculamos.

Saber es más importante que creer y, como no nacemos sabiendo, todo requiere constante entrenamiento, aprendizaje y experiencia. Tengamos presente que vivir es elegir.

Hasta la próxima semana.

 

Guerra, marketing y calidad de vida

Karl von Clausewitz  fue un militar e historiador prusiano que, en su tratado De la Guerra, en ocho volúmenes, realizó un análisis pormenorizado de tácticas y estrategias, con el agregado de una visión filosófica sobre las guerras modernas.

Su obra no solamente fue de notable influencia para sucesivas generaciones que pasaron por las academias militares, sino también en los ámbitos relacionados con el marketing y la gestión empresarial.

Al Ries y Jack Trout dedican su libro Marketing de Guerra al general prusiano y relacionan las acciones bélicas analizadas por aquel escritor con el feroz y competitivo mundo de los negocios.

Esta mirada tiene su origen en un cambio de paradigma empresarial: ya no se trata de enfocar los esfuerzos para satisfacer la demanda del consumidor, sino de poner el ojo en el competidor, dado que en todos los rubros existen diferentes empresas que producen productos similares que, con pequeñas diferencias, satisfacen de igual modo las necesidades del cliente. Este concepto ha transformado los negocios en una verdadera guerra de empresas lanzadas a la búsqueda de espacios de mercado y oportunidades cada vez menos frecuentes.

En tiempos de paz, analizamos la competencia empresarial como acciones similares a las realizadas en el plano bélico, por ello debemos considerar que los generales con más posibilidades de “sobrevivir” son aquellos que están mejor entrenados.

Y aquí está el punto que más me interesa. ¿Cómo son estos entrenamientos en la actualidad? Con frecuencia, en los ámbitos corporativos, los líderes y sus comandados son entrenados exclusivamente en sus funciones específicas, lo cual es un error.

El ejecutivo o líder es una persona que llevará a cabo una tarea específica. Las decisiones, la velocidad de adaptación, la energía para sobrellevar días extensos e intensos, cargados de estrés y jaqueo emocional, requieren un entrenamiento integral y constante. Así se podrá preservar a ese directivo por más tiempo y con buenos resultados, sin perder el gran capital que constituye su experiencia.

Generalmente se olvida que de factores tan obvios y simples como la alimentación, la buena respiración, la energía vital, la buena forma física, el ritmo de sueño, la concentración, la capacidad intuitiva, la administración de las emociones y del estrés, dependerán las certezas, la velocidad en la toma de decisiones, y los resultados.

Este tipo de entrenamiento preservará la calidad de vida de la persona, evitará conflictos y repercutirá positivamente en todos sus liderados y en la sinergia laboral. Algo tan simple como el malhumor del líder del grupo puede ser determinante en los resultados emergentes de un día oscuro.

De la misma forma que los comandos especiales reciben constante entrenamiento militar como forma de protegerlos, las empresas deben mantener programas de entrenamiento obligatorios y preventivos para los que soportan las altas presiones del mundo corporativo. De todos los sistemas que conozco, DeROSE Method es el que me parece más eficiente, al combinar técnicas y conceptos muy valiosos para lograr alta performance y calidad de vida con miras al Autoconocimiento.

De esta forma, con colaboradores bien entrenados se lograrán adaptaciones y cambios de frente rápidos y en bloque. Sabemos que la velocidad de reacción es fundamental en cualquier batalla y depende en gran medida del entrenamiento y la cohesión de los equipos.

Comencemos ahora: cada día de entrenamiento será una posibilidad más de alcanzar los objetivos. Como decía Napoleón, Puedo perder una batalla, pero nunca perderé un minuto.

Hasta la próxima semana.