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Todo comienza con una idea

Cierro la computadora, apago el celular, coloco en modo avión la tablet, reduzco la intensidad de las luces del ambiente. Me siento, cómodo, cierro los ojos, respiro lento y profundo y me voy alejando de tantos estímulos que me dispersan de manera constante…

Los pensamientos pasan, las imágenes se suceden como si fueran nubes con formas diversas. Las dejo ir sin deseo de gobernar absolutamente nada. Espero. La inestabilidad de mis pensamientos va aquietándose, me invade una agradable sensación de descanso y plenitud. El tiempo se disuelve en la dimensión de la experiencia, diferente al frenesí y la voracidad del tictac del reloj.

En pocos minutos empiezo a descubrir sensaciones internas, sonidos que están presentes y escondidos por la dispersión. El corazón se presenta con un sonido suave y armónico, marcando el ritmo biológico, sin necesidad de hacer nada para ello.

Simplemente percibo. Estoy dentro de mí, conectado, pero observando, conociendo, sintiendo, descubriendo. Una sensación de placer y satisfacción va cobrando importancia. No podría describir de qué forma, solamente puedo decir que la percibo. La sensación empírica de volver a un centro, de enfocarme, de recuperar fuerzas, me hace sentir integrado y feliz.

Desde ese estado, visualizo una imagen clara de una de mis metas. Enfoco mi atención, veo los detalles, construyo, diseño y programo las acciones que realizaré para lograrlo. En este momento no hay límites, todo es posible. La lógica descansa en el campo de la virtualidad. Una percepción positiva comienza a actuar, con intensidad creciente.

Al final de cuentas sé que todo empieza con una idea que se potencia con fuerza anímica y un toque de entusiasmo y confianza. Cuando inicio un proyecto o decido emprender una tarea, utilizo el proceso de mentalización, que también podríamos llamar de imaginación.

Transcurridos varios minutos, guardo la imagen, con todos sus detalles, con delicadeza, porque sé que tendré que volver a ella repetidas veces para seguir enfocado, fortaleciendo el proceso de construcción.

Así funcionamos, por medio de imágenes que creamos y actúan como predictoras, generando estímulos positivos sobre nosotros mismos. El principal problema es que tenemos miles de ideas pero las dejamos ir, olvidándolas, y muchas veces al recordarlas ya pasó el momento mágico de concretarlas. Precisamos incorporar un método, un sistema, y utilizarlo. Yo tengo el mío.

Antiguas filosofías nos dejaron herramientas técnicas para utilizar esta facultad humana. En la actualidad, la neurociencia lo confirma con otro lenguaje. Ni magia, ni misticismo. Es entrenamiento, un toque de disciplina y aprender las técnicas con un profesional experimentado.

Activemos nuestras capacidades. Están allí, son parte nuestra. Los resultados nos aguardan.

¡Hasta la próxima semana!

Nuestra mente, gobernadora anárquica y rebelde

Foto por Bethany Legg

Voy a imaginar que en el momento en que leés este artículo estás concentrado en él. Sin embargo, puedo afirmar que simultáneamente con la lectura, tus sentidos captan gran cantidad de estímulos, generando exitosas y diferentes formas de dispersión.

Querido lector, no te sientas molesto o herido en tu orgullo por la afirmación que acabo de hacer. Los dos sabemos que es verdad.

Hagamos un rápido test comprobatorio: cerrá los ojos durante un instante y tratá de no pensar en nada. Me atrevo a afirmar que, en forma contraria a lo deseado, los pensamientos se aceleran e invaden tu mente de manera anárquica y rebelde.

Intentemos otra cosa: te invito a cerrar nuevamente los ojos y no pensar en nada. Pero, atención: no pensar en nada y mucho menos en una rosa. En la mayor parte de los casos, aparece la rosa en primer lugar, desafiando la autoridad que queremos imponer al funcionamiento de la mente.

La primera observación es: “si no me hubieras dicho que no pensara en una rosa, no habría pensado en ella…” Y es verdad, dado que el alerta ya generó un condicionamiento.

Con este y muchos otros ejemplos sencillos podemos comprobar que la mente es anárquica, indómita y rebelde a nuestros deseos, que se mantiene en forma constante como una turbina generadora de ideas y pensamientos no buscados y que es la computadora que en todo momento decide lo que debemos hacer. Es simple deducir, entonces, que gran parte de nuestras decisiones no son elegidas y totalmente conscientes.

Para decirlo en forma simple: la mente, al igual que una PC, posee programas y datos que se le fueron cargando en el transcurso de los años vividos. Esa información constituye una especie de hardware que nos condiciona para actuar dentro de paradigmas preestablecidos, que actúan como moldes de interpretación de la vida y sus fenómenos. Esa es la realidad que concebimos, y ⎼como alerta Thomas Kuhn⎼ si no se ajusta a los moldes o condicionamientos, no la percibimos. La información aportada por la cultura en que nacimos nos fue condicionando desde muy niños para actuar en todas las situaciones.

Si coincidimos en que la mente actúa de manera anárquica, influenciada por los paradigmas, por las emociones, por las tendencias diversas de cada época, por las modas, etc., tendremos que aceptar que vivimos en una constante confusión, puesto que no reconocemos si nuestros actos fueron pensados de manera libre o generados por una mente condicionada y confundida.

Si logramos administrar las emociones y aquietar la turbina mental, colocándonos en el lugar de meros observadores, exactamente eso, observadores desvinculados del proceso psicomental, cometeremos menos errores, tendremos mayor objetividad y conseguiremos ser más efectivos y certeros en cada toma de decisión. Paralelamente seremos más lúcidos y felices. Como sabiamente nos dice Humberto Maturana, “no vemos el mundo como es, lo vemos como somos”.

Hoy, la neurociencia estudia y trata de explicar el porqué del fenómeno. La práctica de concentración y meditación, junto con otras técnicas milenarias y preparatorias para lograr un estado de conciencia expandido, nos proporciona los cómo.

Hasta la próxima semana.