Es interesante observar como el mundo evoluciona. Los cambios sociales son constantes. Los grupos de trabajo están constituidos por personas y como consecuencia son expresiones vivas de lo que va ocurriendo en lo social.
Los líderes, deben ser sensibles a esos cambios y utilizar esa energía a favor. Pretender obstaculizar lo que comienza a manifestarse como una ola en crecimiento es poco inteligente. El gran triunfo es deslizarse sobre esa ola como lo haría un experimentado surfista.
Para lograr buenos resultados en el momento actual, los que conducen deben reforzar la identidad de grupo. Lo que también podríamos denominar egrégora, una especie de ser vivo que se alimenta de las energías de sus integrantes.
Estas personas trabajan muchas horas juntos y, gradualmente, el trabajo y la vida personal comienzan a compartir el mismo espacio. Los colegas empiezan a ser los mejores amigos. La jerarquía del líder se va modificando. El poder absolutista vigente en décadas pasadas va expandiéndose hacia un equipo, unido y de apoyo mutuo. Cuando esto es logrado la identidad de esa construcción supera a la individualidad y esto beneficia a los integrantes y al propio ente grupal.
En la mayoría de las organizaciones tradicionales la jerarquía dura constituye un fuerte obstáculo, a veces infranqueable, para los logros del conjunto.
Actualmente, la sensación de que líder y liderados no son iguales, contribuye a la construcción de un vacío y una distancia. Una brecha que se traduce en falta de confianza y dificultad para generar una sintonía plena.
Otro factor positivo a considerar es que los integrantes del grupo se solidaricen para instruirse entre sí. En el grupo que coordino y lidero, utilizamos este recurso, de manera frecuente y efectiva. Incluso, cuando sentimos necesidad de ampliar o actualizar algún conocimiento enviamos a uno de los integrantes (generalmente elegido por el propio grupo), a capacitarse mediante un curso específico con el compromiso que deberá enseñarnos lo que aprendió.
Esto produce más de un resultado: primero el conocimiento que es traído al grupo, la integración y jerarquización del que enseña y el agradecimiento de los que aprenden.
Con estas actitudes el grupo se consolida y adquiere una característica más familiar y plenamente unida. Se comparten logros y derrotas, siendo más digeribles ambas situaciones.
Recuerdo en una oportunidad que precisábamos actualizarnos en procesos de gestión y no contábamos con presupuesto suficiente para afrontar la inversión. Resolvimos en total acuerdo con los integrantes de mi grupo, solventar el costo del curso. El designado fue aprendiendo y transmitiendo al grupo las nuevas informaciones y procesos.
Fue una actitud que influyó positivamente en la identidad del grupo y la sensación de amistad fue reforzada. Por eso, tengamos en cuenta que en la actualidad el Equipo, es Rey.
¡Hasta la próxima semana!
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