Página 4 de 25

¡Mi vida no tiene sentido!

Fotografía por: Chris Lawton

Muchas veces escuchamos estas palabras, y hasta es posible que las hayamos dicho en forma automática, sin prestar verdadera atención a lo que significan. La expresión sirve de llamado de atención para mostrar que estamos en crisis, con la sensación creciente de haber perdido el rumbo. Coincido con estudiosos y pensadores que perciben esto desde dos aspectos centrales: la dificultad para expandir y profundizar los vínculos personales más importantes y los problemas existentes para generar y mantener armonía en las relaciones humanas y hacerlas más inclusivas.

En la necesidad de priorizar la síntesis y la velocidad, se tropieza con el inevitable deterioro que producen la frivolidad y la superficialidad. Esto se observa en las relaciones humanas, que se ven afectadas por esta nueva manera de vincularnos, sin detenernos en hechos tan simples como, por ejemplo, escuchar la explicación del otro cuando conversamos, o los contenidos de un mensaje que no se encuadre en la síntesis máxima.

Todos sabemos y sentimos que somos seres gregarios, sociales, colaborativos y que nuestro crecimiento como sociedad está basado en la unión de fuerzas de individuos que, en soledad, poco podrían haber realizado. La construcción de vínculos con cimientos sólidos requiere una inversión de tiempo y cuidado.

Esta crisis que conlleva entre otros elementos la dificultad de establecer buenas relaciones humanas, produce un padecimiento mayor que el normal frente a las situaciones. Todos sabemos que los buenos vínculos, los amigos, el afecto en general nos permite superar mejor las tristezas y malos momentos.

Como todos deseamos huir del dolor y buscar la gratificación del placer, los recursos más buscados son la distracción, el consumo exagerado, el trabajo obsesivo, u otras formas de evasión de la situación. No censuro la utilización de la distracción momentánea, siempre que se realice sabiendo que no es más que una pausa breve que no conduce a una solución.

Regresemos a la expresión mi vida no tiene sentido. Si estamos sintiendo eso, debemos poner en práctica un cambio de paradigma y comprender que no es la vida la que carece de sentido, es el ser humano el que no le encuentra sentido a su propia vida. En ese momento es cuando el autoconocimiento constituye la vía de transformación necesaria y verdadera para descubrir con alegría y optimismo ese sentido de vivir que necesitamos recuperar. Como toda crisis, es una oportunidad de cambio maravillosa.

Hasta la próxima semana.

Problemas y soluciones.

Es habitual caer en la afirmación errónea de que una vida sin problemas es seguramente una vida feliz.

Sin embargo, estoy convencido de que lo que nos produce felicidad no es la ausencia de inconvenientes, sino lograr superarlos. Luchar contra las dificultades y resolverlas genera, además del aprendizaje por la propia experiencia, un gran aumento de la autoestima. Ponernos bajo la presión que conlleva la situación que enfrentamos y conseguir vencer el desafío, se siente como una oleada de aire fresco y proporciona una fuerza interior que será muy útil para actuar, la próxima vez, con mayor seguridad y autoconfianza.

Estos logros van dándonos una creciente sensación de poder, cambiando la relación entre nuestro potencial y lo que debemos realizar. A mayor seguridad, percibimos que el desafío deja de tener una dimensión que intimida y paraliza, y se transforma en algo posible y que vale la pena intentar.

En ese momento, es bueno tener presentes las realizaciones positivas y, al recordarlas, generar un círculo virtuoso de estimulación que se potenciará y nos dará el optimismo y la voluntad imprescindibles para avanzar hacia la conquista de la meta o la resolución del inconveniente.

Nos ayudará mucho utilizar técnicas de visualización, observando detalladamente cada movimiento y acción que llevará al resultado previamente definido. Las imágenes mentales serán precursoras en el proceso de generación y crearán un condicionamiento que favorecerá su realización con menos errores y producirá un incremento de las capacidades físicas y mentales, como también una mejor administración de las emociones.

Recuerde que la visualización debe contener imágenes claras y precisas de lo que se desea obtener. Una vez definida la imagen, nos concentraremos en ella varias veces al día hasta conquistar el resultado que deseamos. Si realmente quiere lograrlo, insista con fervor.

Otro consejo: dividir el objetivo mayor en pequeñas acciones que sean factibles de realizar. De esta forma, será como subir una escalera, y con cada escalón conquistado sentiremos más entusiasmo para llegar al siguiente. La autovaloración será una energía fundamental para obtener resultados.

Empiece ya, y libere ese potencial que, en la mayoría de los casos, es mucho mayor que el que se cree poseer. Ante cada meta alcanzada o inconveniente superado, estará avanzando hacia el autoconocimiento, la realización personal y, en consecuencia, la obtención de mayor felicidad.

Hasta la semana próxima.

Formar es más importante que informar

El término escuela deriva del latín schola y se refiere al espacio al que los seres humanos asisten para aprender. El espacio donde se forjan las voluntades y se proyectan las acciones.

Es el ámbito ideal para relacionar la voluntad a la esperanza: la fuerza inconmensurable de la voluntad es el fuego que templa y fortalece la esperanza de un futuro promisorio.

Las antiguas tradiciones culturales daban un enorme valor a la tarea del que enseña. Lo elevaban al status de una persona sagrada. Esta valoración se debía al conocimiento transmitido, al acto mismo de enseñar. Si se enseñaba una filosofía o rama del arte que se consideraba sagrada, por añadidura el que ejercía la tarea de transmitirla era indicado como una persona especial y como tal debía ser tratado.

En la India, la palabra guru tiene un significado muy bello: es aquel que disipa las tinieblas, en coincidencia con otras escuelas filosóficas que nos han transmitido la idea de que la oscuridad no existe, lo que existe es la falta de luz.

El maestro, entonces, es reconocido socialmente por su tarea de disipar la oscuridad trayendo generosamente la luz del saber. En esas escuelas antiguas se aplicaban algunos principios didácticos y pedagógicos de gran valor, que deberían mantenerse vigentes. Entre ellos, el principio formativo y no únicamente informativo. El docente puede hacer mucho en el desarrollo de quien aprende si logra comprometerse en la formación integral de la persona y despertar el entusiasmo de revisar comportamientos y principios éticos.

Esto requiere un compromiso del docente: instalar una coherencia real entre dichos y hechos. Como señalaba George Steiner, “la única licencia honrada y demostrable para enseñar es la virtud del ejemplo.”

Todos debemos incorporar este valioso principio de conducta, en razón que todos enseñamos, de manera formal o informal, ya sea en la familia, en las relaciones laborales, en los ámbitos de estudio. Enseñar constituye una característica humana que al ejercerla también humaniza. Seamos conscientes de ello.

A partir de allí, pondremos en marcha un movimiento de cambio que podrá ser la génesis de un mundo mejor.

¡Hasta la próxima semana!

Descubrir el sentido de misión.

Me gusta decir que para lograr despertarse cada mañana y sentir felicidad de empezar el nuevo día, es necesario enamorarse de un propósito que constituya algo más grande que uno. Sentir que lo que hacemos nos trasciende. En otras palabras, lo podríamos definir como sentido de misión.

Una especie de fe apasionada en una filosofía personal que establezca las bases para fijar objetivos, administrar nuestras propias energías, enfocarnos y generar ese impulso esencial para superarnos y alcanzar el propósito deseado.

Los japoneses utilizan el término ikigai. Una palabra compuesta por iki, vida en japonés y gai, que podría definirse como la realización de lo que uno espera. Un claro despertarse con ganas de vivir y hacer cosas en la dirección del propósito que da sentido a cada día, valorando cada momento, cada detalle y aplicando un sentido de gratitud práctico y no místico.

Cada mañana es una nueva oportunidad para aprovechar en nuestro crecimiento y construcción como individuos. Abraham Maslow nos dejó una frase que en cierta forma sintetiza ese deseo y oportunidad de alcanzar objetivos que nos brinden el estímulo para la superación personal: el hombre tiene su futuro en su interior, dinámicamente vivo en este momento.

Este concepto nos enfrenta a la responsabilidad que tenemos de hacernos cargo de nuestra propia vida y establecer un propósito que nos inspire a aprender y tratar de ser la mejor versión de nosotros mismos, cada día. Una construcción en proceso constante, que alcanza todos los niveles de nuestra existencia y debería constituir nuestra ética personal, proporcionándonos una satisfacción que nos aleja del dolor y nos aproxima a la felicidad.

Es un importante cambio de paradigma salir del clásico y angustiante vivir, viviendo, descubriendo el sentido de nuestra existencia. Para comenzar, debemos definir los objetivos, identificarlos y enfocar nuestras energías en uno por vez. Visualizaremos acciones voluntarias para ir construyendo imágenes claras y precisas. A partir de allí esa realidad ya existe, en el plano mental. No basta únicamente visualizar, también es necesario trabajar para concretarlo en el plano material.

Tener siempre presente que las realizaciones proyectadas sean positivas, generando de esta forma un círculo virtuoso que se retroalimenta.

Darle valor a nuestra intuición, evitando que las opiniones de los demás nos impidan llevar adelante el propósito o proyecto que deseamos realizar. Es bueno escuchar opiniones, pero nunca debemos perder la confianza en lo que nos dicen el corazón y la intuición.

Si pretendemos ser mejores personas cada día y construir un mundo mejor, es imprescindible cuidar el proceso y estar atentos a no salirnos de la coherencia entre la ética personal y la obtención del resultado.

Incorporar este sentido de misión a nuestra vida nos lleva a descubrir un potencial que generalmente ignoramos poseer. Esa liberación de vitalidad nos permitirá alcanzar el futuro en lugar de repetir el pasado.

Edgardo Caramella

Apoderarse del tiempo para no perderlo

La pérdida de tiempo más lamentable que sufrimos es la motivada por la negligencia, afirmaba Séneca en una de sus cartas a Lucilio. Con esas cartas Séneca buscaba ayudar a su amigo a ser menos emocional, más disciplinado, más ordenado y, en ese proceso, aprender a vivir mejor.

A pesar de los siglos transcurridos desde entonces, la dificultad para administrar el tiempo sigue siendo un poderoso estresor. Observemos que no estamos hablando de un tiempo que nos fue robado, por el contrario, es un tiempo que nosotros mismos hemos perdido.

Deberíamos darnos cuenta de que hemos desperdiciado fragmentos de nuestra vida, que nunca recuperaremos.

También es cierto que la valoración del tiempo es relativa al momento o etapa que cada uno está atravesando. Cuando tenemos pocos años sentimos que nos queda mucho por vivir, que nos sobra tiempo. Esa sensación hace que ni pensemos en ello como un gran valor, ni siquiera en la muerte como fin de la vida, dado que en ese momento la vemos demasiado lejana. Tan lejana, que corremos mayores riesgos pensando, con arrogancia, que ese final nunca llegará.

Sin embargo, al avanzar en edad, la percepción de la inevitable partida se asocia a un proceso del cual no podremos escapar, y en consecuencia el buen uso del tiempo crece en importancia.

Interpreto que la negligencia que mencionaba Séneca, relacionada con la pérdida de tiempo, consiste en gastar el tiempo haciendo las cosas mal o de cualquier forma, sin el deseo ni la intención de hacerlas de manera cuidada, en un proceso de autosuperación constante.

En general, si analizamos la cantidad de años que vivimos y las pocas cosas que hemos realizado, descubrimos que “vivimos viviendo”, y que dentro de esa película de vida la mayor parte del tiempo fue un transcurrir diario y monótono.

Platón planteaba este dilema desde un alcance moral: “cómo pretender continuar viviendo después de la muerte si antes de morir desperdiciamos tanta vida en cosas que ni siquiera conseguimos recordar”. Como vemos, el uso y la administración del tiempo ya formaba parte de los debates de los antiguos filósofos tanto como preocupa en la actualidad.

Administremos el tiempo, sin estar presos del reloj y transformándolo en algo que sea parte del disfrute y no un factor de opresión. De esta forma lograremos que el último día sea la culminación de una sucesión de fragmentos de tiempo constructivos, disfrutados y recordados plenamente.

Probablemente el tiempo sea lo único que podemos expandir o reducir, en forma proporcional al desarrollo de nuestra conciencia. En el estado de meditación, esta relación de vivencia y tiempo se comprende en forma empírica, sin necesidad de palabras. Un segundo de tiempo medido por reloj puede representar una enorme experiencia de vida que trasciende los límites de la temporalidad asignada a nuestra existencia.

Debemos apoderarnos del tiempo para vivir más y mejor. Cambiar el paradigma por el cual pensamos que hay que prepararse para la muerte, e instalar actitudes que nos preparen para la vida.

Como decía Sartre: “no perdamos nada de nuestro tiempo. Quizás los hubo más bellos, pero este es el nuestro”.

Hasta el próximo encuentro.

Saber usar la batuta

Herbert von Karajan, quien dirigió la Orquesta Filarmónica de Berlín durante treinta y cinco años, decía que “el arte de dirigir consiste en saber cuándo hay que dejar la batuta para no molestar a la orquesta”. Esta idea es muy apropiada en el momento actual al liderar equipos de trabajo, dado que implica la necesidad de transferir conocimiento y responsabilidad al grupo y, como consecuencia, que cada integrante libere su potencial y brinde lo mejor de sí.

Otorgar libertad y escuchar las propuestas creativas de los liderados es una tarea fundamental para los que desean empoderar a los integrantes de un equipo. Así se irá generando en ellos la autosuficiencia necesaria para pensar en plural y proyectarse en acciones concretas, alineadas con la estrategia macro de la empresa o institución.

Es fundamental que cada integrante del equipo conozca el valor de sus tareas y en qué contexto se ubican. Debe saber por qué realiza lo que hace y cuáles son los objetivos de toda la institución; de lo contrario, no tendrá la motivación suficiente para despertar cada mañana con ganas de sumar su esfuerzo al proyecto.

De esta forma se podrá salir del paradigma aún existente de funcionar desde la orden, el control y la verificación de los resultados. Es la herencia todavía vigente de la era industrial, tan bien reflejada en la película Tiempos Modernos del genial Charles Chaplin, donde los trabajadores ejecutaban tareas mecánicas y repetitivas sin otra aspiración que obtener el salario que les permitiera subsistir.

Hasta hace poco tiempo se intentaba convencer a las personas de realizar trabajos que no querían realizar. En la actualidad, es necesario que el líder ayude a sus liderados a llevar a cabo tareas de las que no se creían capaces.

La intención debe estar orientada a construir una visión compartida y fortalecer un propósito de conjunto, siendo muy necesarias la transferencia de conocimiento y la integración.

Según mi experiencia, siempre es de gran ayuda construir entre todos un manifiesto que establezca los valores fundamentales del grupo, y colocarlo de manera visible para que sirva de marco comportamental. Esto reduce conflictos, dado que son valores elegidos por el propio grupo y que favorecen las buenas relaciones interpersonales.

En Ciudadela, su obra póstuma, Antoine de Saint-Exupéry nos dice: “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho”.

Hasta la próxima.

La importancia de una letra

Hace tiempo leí una historia sobre una máquina de escribir antigua que se usaba en la oficina de redacción de un pequeño diario, y que tenía un defecto.

El equipo que trabajaba en la redacción varias veces reclamó al jefe explicándole que la máquina no funcionaba bien. Al oprimir la tecla de la letra e, imprimía la x. Esto demoraba y dificultaba el trabajo. Ponía nerviosos a los integrantes del equipo y los obligaba a revisar los escritos con mayor cuidado, pero a pesar de ello se deslizaban errores con frecuencia.

El jefe se resistía a la inversión en una nueva máquina de escribir y minimizaba el hecho, diciendo que, aunque la máquina era antigua, en general funcionaba bien.

Los integrantes del equipo de redacción intentaron repararla, pero fue imposible: por ser un modelo antiguo, ya no se conseguían los repuestos necesarios.

Cansado de reclamar, uno de los redactores decidió escribirle al jefe una carta con la máquina defectuosa. Se leía así:

Xstimado Jxfx, con todo rxspxto mx dirijo a Ustxd para solicitarlx qux con urgxncia sx comprx una nuxva máquina dx xscribir para rxxmplazar a xsta con la cual xscribí xstas línxas. Varias vxcxs hxmos rxclamado pxro Ustxd considxra qux no hacx falta dado qux sx trata dx una máquina antigua, bixn consxrvada y qux funciona corrxctamxnxe. Qux sixmprx las cosas tixnxn algún dxfxcto, y qux si igual funciona, para qux gastar dinxro xn una nuxva.

El jefe, al leer la carta, se dio cuenta de que efectivamente era necesario realizar el cambio de máquina. Comprendió que una sola letra perjudicaba seriamente el trabajo de todas las otras. Llamó al redactor que le había escrito, le agradeció y no solamente cambió la máquina defectuosa, sino que realizó una renovación completa de todas las demás.

Esta historia la podemos relacionar con lo que ocurre en los equipos de trabajo. Es muy habitual observar grupos que no consiguen sus objetivos o tienen dificultades en lograrlos como consecuencia de que un integrante rompe el funcionamiento grupal. Basta uno solo que no reme en el mismo sentido para que la sinergia no funcione.

En estos casos, quien ocupa el rol de líder debe tomar alguna decisión para modificar la situación. Tendrá que evaluar las circunstancias y las posibilidades, pero no puede demorar la toma de decisiones, especialmente pensando en la “salud grupal”.

Es importante intentar por medio de capacitación, proximidad o diálogo que esa persona que no sincroniza con el grupo modifique su desajuste y se integre, pero es sabido que no es fácil lograr que esto ocurra. En ese caso, el integrante que no se ajusta a la dinámica de un grupo puede ser un engranaje que funcione bien en otro grupo, con lo cual el problema se soluciona con un traslado de sector.

Son situaciones en las que el buen líder debe tomar la decisión adecuada con presteza y realizar el cambio si es necesario. Además, ocuparse de que el desplazado logre reubicarse sufriendo lo menos posible.

En la mayoría de estos casos no se trata de un juicio sobre la persona, que puede tener muchos valores. Es una cuestión relativa al vínculo que se establece con el grupo. Una situación parecida ocurre en los matrimonios, cuando dos personas, a pesar de ser excelentes individualmente, juntas desarrollan un vínculo pesado, denso y a veces destructivo.

Lo mejor, al percibir esta situación, es no insistir y, por el contrario, transformar con inteligencia el vínculo en una relación de amistad y compañerismo. ¡Nunca llegar al antagonismo emocional y destructivo!

Hasta la próxima.

¿Jesucristo o Pantagruel?

fotopantagruel

Las fiestas navideñas constituyen importantes celebraciones de la tradición cristiana. Tienen -entre otras- una característica principal: el exceso de comidas y bebidas. Pareciera que, en lugar de la recordación cristiana que celebra el nacimiento o resurrección de Jesús, el festejo se inclina hacia una marcada evocación de Pantagruel y Gargantúa, los personajes de Francois Rabelais. Este autor, con especial humor, narra la historia de dos gigantes totalmente diferentes de los malvados ogros que formaban parte de los clásicos relatos de su época. En este caso, se trataba de dos gigantes glotones y bonachones.

En nuestras tradicionales evocaciones, unos más y otros menos, los festejantes se vuelcan hacia mesas atiborradas de alimentos diversos, elaborados tanto con cariño y esmero como con excesivo tenor graso.

Además de las comidas, se incluyen todas las variedades de típicas golosinas, dulces, frutos secos, tortas, panes dulces, turrones y otras delicias de origen más comercial que tradicional, .

Las bebidas hacen lo suyo: cantidades abundantes de glucosa son transportadas por los torrentes de bebidas gaseosas, y el alcohol muchas veces transforma el centro de gravedad en un columpio en movimiento.

No estoy en contra de las celebraciones, es un momento de encuentro, de alegría, de placer social, y es bueno dejarse llevar por todo esto, que ayudará al abrazo sentido y cariñoso con los seres queridos y al recuerdo posterior.

Pero pasado el tiempo de festejo, es el momento de dar un poco de descanso a nuestro cuerpo, que ha sido sometido a excesos diversos y acumula secuelas que muchas veces se perciben en los días sucesivos.

Lo ideal sería iniciar unos días de limpieza orgánica mediante el consumo de frutas, que además de proveer agua y minerales, estimulan la depuración orgánica.

Para los que tienen una voluntad más poderosa, es recomendable un ayuno de 36 horas. Esto es muy fácil de hacer: podemos comenzar no cenando, pasar el día siguiente bebiendo mucha agua mineral, y luego de dormir esa noche, iniciar el próximo día comiendo algunas frutas frescas (no ácidas), para gradualmente volver a nuestra alimentación habitual. (Consejo: hacer esto en un día de plena actividad. Realizar un ayuno en domingo será triste y antisocial.)

¡Hasta la próxima!

Prospectiva y karma

Corren tiempos de velocidad creciente. Pareciera que el mundo se acelera de manera inexorable. Las dinámicas de aprendizaje y la forma de conducir corporaciones, grupos humanos y nuestra propia vida familiar y afectiva se encuentran en permanente revisión y adaptación.

Para algunos, ese ritmo entusiasma y produce evolución. Son los que deciden adaptarse y entrenan para ser rápidos, flexibles y fortalecer la intuición, anticipándose a los cambios o pudiendo esquivar las consecuencias negativas de algún inesperado cisne negro. Otros se quejan, sueñan con tiempos pasados y desean que todo se ajuste nuevamente a su mundo predecible, proyectando su ilusión hacia el porvenir.

Actualmente es habitual el uso de la palabra “prospectiva” para referirse al futuro, especialmente en los ámbitos de emprendedores. La Real Academia Española la define como “conjunto de análisis y estudios realizados con el fin de explorar o predecir el futuro en una determinada materia”.

A pesar que muchos investigan sobre probabilidades y tendencias con el deseo genuino de anticiparse a los hechos, las circunstancias nos muestran que el mundo cambia velozmente y nadie puede predecir, a ciencia cierta, el futuro.

Sin embargo, hay dos puntos relevantes que no suelen tenerse en cuenta: el primero es que la mayor parte de los acontecimientos que nos sorprenden vienen madurando desde antes de producirse; el segundo, que no se los aprecia, ya sea por condicionamientos o paradigmas, que crean una especie de ceguera o, muchas veces, porque quisiéramos tanto que no ocurran, que directamente los negamos.

En la seguridad de que esto que nos pasa hoy ya lo vivieron nuestros antepasados, probablemente a menor velocidad, en diferentes momentos, contextos y situaciones, es bueno revisar la historia y las opiniones de otras culturas y filosofías. Es así como rescato la palabra sánscrita karma, que importaron de Oriente grupos de ocultismo y espiritualismo, luego fue cristianizada y terminó significando una especie de destino trágico que no puede ser modificado. Se generó de esta forma una confusión, entre las tantas que existen en la interpretación de culturas diferentes a la occidental.

En origen, karma significa acción, una ley natural de acción y reacción. Si arrojo algo hacia lo alto, indefectiblemente caerá. Este análisis tan simple que realizan los hindúes permite entender y manejar el fenómeno según principios de la física y no de supuestas causas espirituales.

Existe una comparación para comprender más claramente cuánto de esa acción y reacción está en nuestras manos. Imaginemos a un arquero que decide lanzar su flecha sobre un blanco determinado. Tomará la flecha, la colocará en el arco, tensará la cuerda hasta el punto que considere conveniente, elegirá la dirección y llegará al punto de soltarla o no. Hasta ese momento hay un karma potencial: un setenta por ciento del proceso está administrado voluntariamente por el arquero. Al lanzar la flecha se activa el karma y pueden existir circunstancias ajenas a quien dispara: tal vez un golpe de viento, un obstáculo que se interpone en el camino de la flecha o alguna otra situación imprevista. Analizando matemáticamente el proceso, vemos que hay dos tercios que son administrados contra un tercio que funciona fuera del dominio del arquero, lo cual es sumamente alentador.

¿Qué podríamos hacer para cubrir las situaciones no previstas que corresponden al tercio restante?

Uno de los recursos más eficientes, antiguos y probados consiste en desarrollar la poco usada intuición lineal. Existen herramientas que permiten desarrollar este proceso, abriendo un nuevo canal de conocimiento. Su nombre en sánscrito es dhyána, un sistema técnico probado y utilizado durante miles de años. En occidente se lo denomina meditación.

Permite obtener mayores certezas, estar alerta sin estrés y tomar decisiones más rápidas en un mundo veloz y cambiante.

¡La semana que viene les cuento más!

Sísifo, una historia antigua que cobra actualidad.

La vasta mitología griega nos ofrece historias y mitos que muestran conductas exacerbadas muy interesantes para conocer y establecer paralelos con las conductas humanas actuales.

Una de estas historias es la de Sísifo, Rey de Corinto, quien, conforme los relatos, era muy astuto y hábil para el engaño. Entre sus varios logros, tuvo la habilidad de engañar a la muerte en dos oportunidades en que venía a llevárselo.

La primera vez fue debido a que Sísifo, para conseguir agua para su reino, le cuenta a Asopo, uno de los reyes fluviales, que su bella hija ha sido llevada por Zeus, quien para ello adoptó la forma de un águila.

Furioso, Zeus ordena a Tánatos que vaya en busca del delator y lo lleve al Tartaro, con los muertos. Pero Sísifo seduce a la muerte y le regala joyas, entre ellas dos pulseras que en realidad son grilletes, con las cuales la hace prisionera y escapa.

El tiempo pasa y nadie más muere, ni en la paz ni en las guerras. Entonces, Ares, hijo de Zeus y dios olímpico de la guerra, es enviado a rescatar a Tánatos. Una vez que ha hallado a la muerte, la libera de su cautiverio para que todo vuelva a la normalidad.

Al enterarse de esto y previendo que algo ocurrirá, Sísifo le pide a su esposa que, si él llega a morir de muerte prematura, no permita que se le realicen los ritos funerarios propios de un rey.

Llevado frente a Hades, dios del inframundo, recibe un furioso reproche. Pero apelando a su habilidad para engañar, Sísifo se disculpa y le solicita que le permita ir hasta su reino y proceder a los ritos funerarios, dignos de su condición de rey, dado que su perversa mujer no ha permitido realizarlos. De esa forma, podrá descansar en paz.

Una vez más Sísifo ha logrado engañar a la muerte y tiene permiso para retornar al mundo de los vivos por un día, debiendo regresar antes de finalizar el plazo.

Pero el engañador Sísifo va a Corinto en busca de su esposa y huye, permaneciendo escondido el resto de su vida. Ya muy anciano, cuando llega el momento de pasar naturalmente al mundo de los muertos, es llevado por Hades y arrojado al inframundo.

Como consecuencia de sus actos es condenado a tener que llevar una pesada piedra desde la base hasta la punta de una montaña. El castigo consiste en que, a medida que sube, la piedra se torna más pesada, hasta que, al llegar a la cima, rueda otra vez cuesta abajo y Sísifo debe empezar a empujarla hacia arriba nuevamente, nuevamente, nuevamente, y así por toda la eternidad.

La mayoría de las personas asciende la montaña de lunes a viernes para descender el fin de semana. Subimos la montaña durante toda la vida para que finalmente la vida acabe en un proceso absurdo, como lo señala Albert Camus. El gran cambio, es comprender que todos tenemos piedras que empujar, sin embargo, tenemos la posibilidad de decidir cuáles serán esas piedras y para que las empujamos. Si cada acción, independiente de lo que hagamos, tiene un propósito mayor, nos traerá una consecuencia inevitable: ser más libres y felices.

¡Hasta la próxima semana!

« Entradas anteriores Entradas siguientes »