Hace tiempo, un alumno me acercó una historia anónima que considero sumamente ilustrativa con respecto a nuestra experiencia ante las adversidades que nos presenta la vida y que deseo compartir.

 

Cierta vez, la hija de un cocinero se estaba quejando de que la vida era difícil para ella.

El padre la llevó a la cocina, tomó tres calderos, los llenó de agua y los colocó sobre el fuego, esperando hasta que el agua entró en ebullición.

En uno de los calderos colocó zanahorias, en otro colocó varios huevos de gallina y en el último, café en polvo. Al cabo de unos veinte minutos, retiró los calderos del fuego. Retiró las zanahorias y los huevos y los colocó en dos fuentes, por separado. En una taza, vertió el café previamente colado. Entonces, cariñosamente, el cocinero pidió a su hija que probase las zanahorias. Ella lo hizo y comprobó que estaban muy tiernas.

A continuación le pidió que tomase un huevo y le quitara la cáscara. Ella observó que el huevo se había endurecido con la cocción. Finalmente, el cocinero le pidió a su hija que tomase un sorbo de café. Ella obedeció y pudo comprobar que el café estaba muy sabroso.

Con el rostro iluminado por una sonrisa, el cocinero le explicó:

-Hija mía, todos estos elementos enfrentaron la misma adversidad. Sin embargo, cada uno reaccionó de diferente manera. La zanahoria entró en el agua dura e inflexible, y por efecto del agua

hirviendo se transformó en tierna y sabrosa. Los huevos eran frágiles. Su fina cáscara protegía el líquido interior. Pero después de cocinados su interior se tornó más duro. El café fue diferente.

Después de colocado en el agua hirviendo, cambió al agua. La hija, agradecida, entendió la enseñanza del sabio cocinero.

Siempre pasaremos por obstáculos y adversidades, pero, ¿cómo responderemos? Es parte de nuestra libertad de elección. Recordemos la frase: Obstáculos y dificultades son parte de la vida. Y la vida es el arte de superarlos. DeROSE.