Hace unos años, me encontraba circunstancialmente en una ciudad del interior de nuestro perros y gatospaís. En esa oportunidad una persona amiga, conocedor de mi sensibilidad hacia la protección de los animales, me invitó a participar de la fiesta de aniversario de la Asociación Protectora de Animales de esa localidad. Acepté sin dudarlo y con el deseo de poder colaborar con la Asociación.

Al llegar a la fiesta, me recibió el presidente que era quién me había invitado y recorrimos el lugar. Llegamos a un amplio patio en donde se apreciaban grandes parrillas y asadores laboriosos que transpiraban sobre el fuego para cocinar variados tipos de animales que serían las atracciones especiales del festejo. Grandes cruces mostraban sobre el fuego a corderos y cerdos cocinándose a fuego lento mientras en las habituales parrillas se doraban largas filas chorizos y morcillas. Me sentí impresionado… tomé del brazo a mi amigo y lo invité a acompañarme hasta un letrero en donde se anunciaba que estábamos en la Sociedad Protectora de Animales.

Señalé el cartel indicador y le pregunté: perdóname, pero esta es una entidad dedicada a proteger la vida de los animales, ¿verdad? ¿De cuáles? ¿De los que no se comen?…

Mi amigo me miró, y en voz muy baja me respondió diciéndome: Tenés razón, es un poco incoherente, pero así logramos que las personas participen.

En más de tres décadas de no comer carne y sus derivados, fui encontrando distintas formas de resistencia por parte de las personas que sí la comen y que por paradigmas o simplemente por hábito no se abren a otras posibilidades. Al viajar a otros países con culturas gastronómicas diferentes, pude comprobar que la alimentación es predominantemente un hecho cultural y social y que existen diversas opciones que no incluyen las carnes en sus dietas, negando la afirmación que su ingesta es imprescindible para estar bien nutrido.

Me marcó esa historia y me hizo pensar en la frase de Paul McCartney: si los mataderos tuvieran paredes de cristal todos dejaríamos de comer carnes.

Tal vez sería una buena excursión para el próximo fin de semana visitar un frigorífico o matadero y después decidir de qué deseamos alimentarnos.