Foto por Gaelle Marcel

El mes pasado tuve la oportunidad de dar un curso sobre Liderazgo y Autoconocimiento en una importante Universidad de São Paulo, organizado por Anpei (Asociación de Empresas Innovadoras), en convenio con DeRose for Leaders.

Tuve el privilegio de conocer a importantes empresarios y emprendedores, con los cuales pude intercambiar ideas, conceptos, perspectivas sobre el futuro y ahondar en este mundo de relaciones humanas tan amplio, variado, complejo y fértil para nuevos paradigmas.

En un momento, durante el curso, hice referencia a que mi experiencia de líder apuntaba a la construcción de vínculos de compañerismo sincero entre las personas y que, para que eso funcione, debíamos dar el primer paso en la aproximación. Especialmente con los colaboradores que se encuentran más alejados o en una categoría inferior.

Comenté también que cuando me preguntan cómo hacerlo, doy esta respuesta: si querés ser un buen líder, entre otras cosas, tenés que aprender a cocinar.

Considero que la tarea de un conductor de grupo es facilitar la unión, la sinergia, la empatía y como resultado la confianza mutua. Y, como estamos condicionados por miles de años de vida humana a buscar alimento, solemos reducir las barreras y aproximarnos con menor desconfianza a aquel que dedicó su tiempo a preparar una comida con generosidad. Al menos, la manifiesta buena intención es un inicio, un primer paso que podrá generar una mejor y más abierta comunicación.

Sabemos que en los humanos la pulsión nutricional y la sexual son las más fuertes y, a nivel inconsciente, disparan alertas a nuestro plano emocional preparándonos para la acción. También sabemos que en el ámbito de las relaciones humanas existen fluctuaciones; todo líder debe ser consciente de que esas fricciones pueden utilizarse positivamente para motorizar ajustes y progresos o, por el contrario, ser factor de desarmonía. No pretendemos la ausencia de conflictos, pero sí desarrollar la capacidad de trascenderlos.

Una de las participantes, gerente de una multinacional, comentó que, pasados unos días del curso, tuvo que comunicar el despido a uno de sus colaboradores. Esta tarea es la más triste y estresante que debe llevar adelante un líder.

Desorientada, decidió poner en práctica esta forma de abordaje. Preparó una torta y organizó un encuentro con todos sus liderados, durante el cual comunicó la pesada noticia. El contexto, la energía del grupo y el cariño sincero permitieron transformar la situación en una despedida que no tuvo connotación de tragedia y que facilitó la transición para todos los involucrados.

Esto no significa que en situaciones similares proceder de esta manera será siempre infalible; sin embargo, considerando que a toda acción le sigue una reacción, este caso permitió comprobar que la sinceridad, el cariño y la solidaridad del líder y del grupo actuaron como una red de contención. La comida preparada por el de mayor jerarquía es un incuestionable símbolo de afecto. ¿Y si empezamos a entrenar preparando los primeros platos y compartiéndolos en estas fiestas, con las personas más queridas?

Hasta la semana próxima, ¡y un muy buen 2018!