Foto por: Max Boettinger

“En un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder”. Con esta frase se inicia el libro 21 lecciones para el siglo XXI, de Yuval Noah Harari. Constituye una observación que alerta sobre la cantidad de información que nos llega por diferentes formas y que fortalece más la confusión que las certezas.

En otros momentos de la historia, el ser humano recibía poca información y debía apelar a su propio conocimiento o, en la mayoría de los casos, a su mera intuición, para decidir qué hacer.

En la actualidad, la información llega a borbotones, no hay tiempo de procesarla. Además, por la falta de tiempo, se opta por la síntesis extrema. Lo visual, las imágenes veloces y los textos muy breves son más aceptados. La emoción y sensaciones que produce el mensaje se asimilan más que el propio contenido.

La gran tarea es tener poder de síntesis y no perder claridad, en un sistema que obliga a profundizar poco, estar on-line todo el tiempo y a satisfacer la exigencia de ser precisos, sabios y veloces.

Tal vez por ello se multiplicaron los analistas específicos, los mentores y consultores que estudian las situaciones y probabilidades y ayudan a encontrar soluciones más certeras, surgidas del análisis en profundidad o de una visión externa.

Todas estas opciones son útiles, pero si seguimos utilizando las mismas herramientas para funcionar en un mundo que vive y se mueve a una velocidad que se acelera exponencialmente, no tendremos muchas posibilidades de obtener mejores resultados.

Debemos aprender nuevas formas, despertar nuevas aptitudes y conectarnos con fuentes de informaciones más directas y menos confusas.

Recomiendo como primer recurso fortalecer la capacidad de concentración. Entrenar nuestra mente para que pueda enfocarse en un punto, sin dispersiones.

Al escribir esto, me llega el recuerdo de Pelusa, un gato que fue mi compañero cuando era niño. Era tal cual lo describía Neruda en su Oda al gato: “Oh fiera independiente de la casa, arrogante vestigio de la noche, perezoso, gimnástico y ajeno”. Un felino poderoso que se divertía cazando gorriones en el jardín de mi casa. Lo que me atraía era ver la capacidad de concentración que ejercía sobre su presa. Permanecía inmóvil durante minutos, hasta que el pajarito iba descendiendo de rama en rama y quedaba a su merced. Si bien yo estaba atento para impedir que finalmente lo apresara, me atraía observar esa capacidad de foco que le permitía multiplicar sus fuerzas y finalmente dominar a su objetivo.

En culturas muy antiguas, los habitantes convivían con la naturaleza, observando y aprendiendo de ella, tal vez como yo hacía con mi gato. Así fueron descubriendo técnicas muy efectivas que permiten desarrollar capacidades y avanzar hacia la alta performance.

Una de esas técnicas es la concentración. Entrenando podemos concentrarnos más y poner toda nuestra energía mental en un solo punto, multiplicándola y obteniendo mejores resultados. Además, mediante el entrenamiento, cuando se logra aumentar el tiempo de concentración se pasa al estado siguiente, que es la intuición lineal o meditación.

Durante los cursos y entrenamientos observo a personas emprendedoras, con responsabilidades empresariales o sociales, que registran en sus anotadores los insights que naturalmente les llegan al abrirse esta vía de conocimiento y que constituye la gran diferencia para nuevas conquistas.

No perdamos la capacidad de ampliar nuestras posibilidades. Utilicemos herramientas antiguas, probadas y efectivas, para poner en uso capacidades que ya poseemos y que simplemente necesitamos activar.

Al hacerlo, entenderemos mejor el mundo que nos rodea y, podremos tomar mejores decisiones.

Hasta la próxima semana.