sombrero-mago

Desde la popular expresión abracadabra y el ábrete sésamo de Alí Babá en Las mil y una noches hasta el Avada Kedavra  de Harry Potters, percibo que popularmente se cree en palabras asociadas a poderes misteriosos y ocultos, generalmente invocadas por seres especiales.

En la actualidad, sin caer en creencias sobrenaturales, observo cómo palabras que eran habituales producen fuertes efectos sobre aquellos que las emiten y también en los que las escuchan. Tal vez como consecuencia de haber caído en desuso adquieran la capacidad de producir mayor resultado al pronunciarlas.

Me gusta experimentarlas especialmente en los lugares donde no siempre esperamos   cortesía por parte del otro. Al decir buen día, por favor o un simple sería tan amable, consigo un mejor trato del taxista o de quien atiende en el mostrador de una oficina pública.

Siempre funciona: la expresión del rostro torvo y sombrío se suaviza de inmediato ante el efecto encantador y casi mágico de alguna de esas expresiones de cortesía. Me recuerda la    comparación que se suele hacer de la vida con un espejo: si le sonríes te devuelve una sonrisa, si le gruñes te devolverá un gruñido.

Ahora bien, ¿es antiético usar estas fórmulas de buena convivencia para obtener mejores resultados? Considero que no lo es si las utilizamos con sinceridad, aderezadas con el deseo de comunicarnos mejor, de aproximarnos y hasta de entender que esa otra persona posiblemente se encuentre cargada de agresividad o intolerancia porque su vida no está en un buen momento.

Al instalar este estilo de vida, alteramos el condicionamiento a reaccionar agresivamente y adquirimos un hábito comportamental positivo. Como consecuencia se nos facilita la convivencia, se evitan conflictos y nos relacionamos con el mundo desde un lugar más sensible, amigable y cariñoso. Esto podemos considerarlo mejor calidad de vida.

Si lo observamos en forma pragmática, debemos reconocer que el mundo actual está interconectado. Nuestros vecinos ya no son pocas casas circundantes: hoy son 7.000.000.000 de personas que están observándonos las veinticuatro horas. Las redes sociales han producido la revolución de una interconexión creciente y que expande nuestro radio de influencia en forma ilimitada.

Como consecuencia, la civilidad retorna para entronizarse entre las principales virtudes, tal cual los griegos ya la consideraban hace siglos. Gran cantidad de ejemplos nos muestran cómo la reputación es vulnerable al juicio público de una sociedad sensible a lo que se comparte en las redes.

Estamos ante grandes cambios de paradigmas. La humanidad evoluciona con errores y aciertos en forma de oleadas constantes. El mundo se mueve y camina sin detenerse.

Y las palabras están allí, cargadas de su poder mágico, para abrir puertas, tocar corazones y acercarnos más.

Hasta la próxima semana.