Desde hace un tiempo decidí que unos de los principales temas que analizaría en este blog es el liderazgo. Como consecuencia de esta observación, a la cual se suma mi propia experiencia ejerciendo funciones de conducción en diferentes ámbitos, fui distinguiendo un fenómeno que se repite en cada charla, conferencia o curso, cuando solicito a los presentes que levanten la mano aquellos que se sienten líderes.

El resultado es similar en todas las oportunidades. Un pequeño porcentaje se identifica o se atreve a identificarse con esa característica y eleva su mano. El resto permanece con cierta sensación de incomodidad, como si hubieran sido descubiertos pese a su deseo de pasar inadvertidos.

Esto me llevó a observar con mayor interés la situación, en el afán de descubrir si se encuadraba en algún patrón o medición que me permitiera entender más esa actitud y, en consecuencia, trabajar para revertirla favorablemente.

Llegué a la conclusión de que no se trata de una exclusiva inhibición de tipo emocional ante la pregunta y el público, que pueda generar inseguridad. Es algo diferente:  básicamente es no reconocerse líderes por estar dentro del paradigma de que los líderes son héroes o figuras casi épicas que recuerda la historia.

Los liderazgos de tipo cotidiano llegan a personas que se encuentran en ámbitos próximos. Muchas veces, sus acciones son profundamente motivadoras de cambio, pero no alcanzan trascendencia pública o histórica.

Es un gran error considerar que lo sencillo deja de ser importante. Me produce tristeza que, dependiendo de la personalidad y el carácter del individuo, esta caracterización del liderazgo termine siendo paralizante, dado que si no se ve en las metas la gran obra o la tarea que cambiará al Mundo, se deja de actuar o se pospone indefinidamente la acción, con consecuencias negativas para la autoestima.

Si hacemos memoria, seguramente cada uno de nosotros recordará motivaciones recibidas a través de pequeños ejemplos o palabras que fueron el combustible para “encender” la maquinaria que permitió lograr metas o descubrir condicionamientos paralizantes y modificarlos. El inicio de una construcción de logros positivos.

Siempre recuerdo a mi abuelo, un líder que considero adelantado para su época, recordándome en mi adolescencia que todos ejercemos alguna tarea de liderazgo y que los mejores son los que se asumen como líderes, buscando siempre desarrollar los talentos de los demás e intentando conciliar las necesidades y virtudes de todos.

Es importante comenzar a expandir la conciencia de que, sin notarlo, hacemos cosas que resultan motivadoras o inspiradoras para otros. En ese intercambio de relaciones humanas podemos aprender del otro si estamos abiertos y atentos. Reconocer esto es asumir la responsabilidad de tratar de ser mejores cada día, reforzando nuestra ética, comportamientos y civilidad porque, de esa forma, seremos líderes de cambio en todos los ámbitos.

En el mundo corporativo, empresario, educativo, recreativo, etc., siempre podemos mejorar, aportando a uno o a miles este concepto contagioso y positivo, y recordando que lo sencillo también es importante.

Hasta la próxima semana.