Foto por Ben Duchac

Estamos en una etapa de cambio acelerado. Modelos de conducta que se sostuvieron durante siglos y que inspiraron a varias generaciones ya no son efectivos y deben ajustarse a los nuevos tiempos. Como todos los procesos de tipo comportamental y cultural, suelen ser difíciles de implementar y hasta conflictivos. Hoy vivimos en un momento de modificación de valores y formas, y no se trata únicamente de un cambio estético: es consecuencia de algo más profundo y que tiene que ver con necesidades del hombre en su pura esencia.

Son adaptaciones que vienen sucediéndose desde hace tiempo y que se están acelerando al punto de sobrepasar nuestra capacidad de asimilación.

El hombre avanza velozmente sobre sus límites y la tecnología es la expresión tangible de esa velocidad. Una de las principales situaciones en que podemos ver el cambio social y de enfoque, es la tendencia a compartir el conocimiento: el que crea, descubre o mejora algo, lo sube a las redes permitiendo que lo utilicen los siete mil millones de vecinos que habitan el planeta; se comparten los espacios para trabajar (coworking), o los lugares en los autos particulares (carpooling); surgen nuevas alternativas en los formatos de familia y en las relaciones afectivas; la mujer avanza en sus derechos y los hombres se responsabilizan y disfrutan de un rol más maternal.

Existe mayor conciencia en el cuidado del medio ambiente. Se fortalecen opciones alimentarias más sensibles, como el vegetarianismo, el veganismo y otras modalidades más o menos radicalizadas. Este desarrollo veloz de la actitud de no comer animales muestra un cambio de paradigma muy fuerte, ya que se relaciona con conductas más generales: es salirse de la concepción homocéntrica y dejar de considerar que la especie Homo está en el centro de todas las formas de vida y tiene el derecho auto-concedido de disponer de todos los demás seres, incluso cuando su utilización cruel y bárbara traiga deterioro del ecosistema. Los jóvenes, especialmente, están ávidos de sociedades más humanas y adoptan el comportamiento más lógico de respeto a la vida animal: no comerlos.

Claro está que, como la evolución es oscilante y no lineal, hay hechos o movimientos que contradicen esta espiral evolutiva. Por ejemplo, en un aspecto hablamos de una globalización que incluye a millones de humanos en el planeta y, por otro, surgen los movimientos separatistas o fundamentalistas.

En esa misma fricción de altos y bajos es donde la evolución se procesa y fortalece. No hay que desesperarse; llevará tiempo la consolidación de los cambios y, si bien ⎼medidas en términos de la duración de nuestra vida⎼ tres o cuatro décadas nos parecen mucho, comparadas con el total de la existencia de la especie, sólo son un leve hipo del tiempo.

Cada uno de nosotros puede colaborar con esta tendencia estableciendo buenas relaciones humanas. Es innegable que humanizar y mejorar los vínculos nos hará más felices. En lo laboral, será el mejor recurso para optimizar resultados y, como consecuencia, producir más riqueza.

Hasta la semana próxima.