Foto por: Moren Hsu

Es habitual que la mayoría de las personas deseen superarse y realizar cosas que generen admiración en los demás.

Para lograrlo se requieren diversos elementos que van desde el talento natural hasta las virtudes o habilidades que, con mayor o menor esmero, se busca desarrollar. Pero es necesario también hacer algún tipo de esfuerzo, estudiar, aprender, entrenar. Y algo muy importante: contar con la proximidad de personas que nos inspiren y enseñen con generosidad.

Cada uno de nosotros, sea docente o no, puede transformarse en un transmisor de conocimiento, compartiendo en forma solidaria algo que sabe, por medio de la convivencia. Ese compartir sabiduría o experiencia es una característica propia de los humanos y ha fortalecido el desarrollo de nuestra especie. Los sapiens hemos avanzado en la capacidad de transmitir el saber. Desde los ancianos que en épocas antiguas se reunían para aconsejar, contar historias y pasar experiencias, hasta los formatos que en la actualidad proporciona la tecnología, siempre está presente el deseo de transmitir sabiduría con la intención de que se multiplique.

Detengan un instante la lectura y recuerden cuánto han aprendido a través de otros, ya sea de los padres, hermanos, profesores, o de los compañeros de labor y los amigos. Nos toca a todos asumir la responsabilidad y constituirnos en eslabones activos en esa cadena. Pero, atención: enseñar también implica acompañar, observar y marcar los errores. Y justamente cuando corregimos es el momento de ser cuidadosos, porque si herimos la sensibilidad del otro, podemos producirle daño. Sería lamentable generar en él un bloqueo que lo desanime y lo lleve a desistir.

La observación puede ser firme, pero siempre deberá ser sincera y cariñosa, teniendo en cuenta que no todas las personas tienen la misma fortaleza emocional o una autoestima sólida que les permita metabolizar una crítica dura.

Debemos ser inspiradores de posibilidades. Recordemos que todo puede decirse y conversarse con buenas maneras, respetando la sensibilidad ajena y, tal vez lo más importante: sabiendo elegir el momento adecuado.

Hasta la semana que viene.