Autor: edgardo (Página 22 de 29)

Trabajar sobre lo que somos para hacer mejor lo que hacemos

En las páginas finales del libro de Umberto Eco El nombre de la rosa, que acabo de releer, se encuentra un diálogo fascinante entre el monje que cuidaba la biblioteca y el franciscano Guillermo, encargado de investigar las sospechosas muertes recientemente ocurridas en la abadía.

En ese diálogo que el autor elabora con su especial habilidad, el bibliotecario, en un estado de trance, mezcla de fanatismo y locura religiosa, prevé un desenlace apocalíptico diciendo: pero si un día se elevase la risa al nivel de arte y pareciera noble y liberal, entonces ese día desaparecerá el miedo. Nunca olvides que la religión necesita del miedo para gobernar.

Me transporté mediante la imaginación a aquellos tiempos de oscurantismo medieval, de inquisidores que condenaban por el simple pecado de reír, y lo tomo como una referencia para percibir con optimismo que la especie humana evoluciona. Es un proceso en ondas, con errores y aciertos, avances y retrocesos, pero conquistando nuevas libertades que, con certeza, nos hace mejores.

Reconocer esto es agradable y me lleva a celebrarlo, especialmente en estos días en los cuales el nuevo año comienza a gastarse con velocidad y me encuentro aguardando ansioso la llegada de mi primera nieta.

Para que llegáramos a estos niveles actuales de libertad, personas en distintas partes del mundo entregaron hasta sus vidas. Brindaron su compromiso en causas que abrazaron y por las cuales lucharon, a veces ganando y a veces perdiendo. En ese ir y venir, en el proceso de cambio iniciado, siempre se fueron conquistando terrenos nuevos.

Si lo deseamos, cada uno de nosotros puede imbuirse del deseo de superación que todo nuevo ciclo nos ofrece y despegar en busca de opciones para avanzar integralmente, en forma individual y colectiva, hacia una sociedad más humana que construya un mundo mejor.

Siempre, lo primero y verdadero es empezar por uno, instalando la vocación y el entusiasmo constante para hacer todo cada vez mejor. Que cada cosa o actitud sea la expresión de lo mejor de lo cual somos capaces. Desde saludar al vecino, conducir el auto, honrar nuestros compromisos, construir una compleja maquinaria, hasta conversar con el ser amado o preparar una comida. Ese es el primer gran paso en nuestro deseo de ser mejores personas. Me gusta decir: “trabajar sobre lo que somos, para hacer mejor lo que hacemos”.

La decisión de instalar la vocación de ser mejor con respecto a uno mismo, es una energía que permite avanzar hacia el autoconocimiento con resultados prácticos y notables. Al final de cuentas, si te interesa cambiar el mundo, tendrás que empezar por vos, ahora mismo.

¡Hasta la próxima semana!

Los líderes que sobrevivirán…

 

adaptacion-1Se le atribuye a Charles Darwin la frase “No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor se adapta a los cambios.” Esta evolución que conlleva la necesidad de adaptarnos constantemente para seguir vivos, la podemos trasladar a todos los ámbitos de la realidad, en razón de que atañe al individuo y por lo tanto a las organizaciones que construye e integra.

En 1965, el futurólogo estadounidense Alvin Toffler llamó shock del futuro a la exigencia de tener que lidiar con una realidad que cambia a una velocidad abrumadora y produce estrés y desorientación.

La mejor comprobación de la velocidad de los cambios es observar que, en la década del 60 (época del trabajo de Toffler), vivía en nuestro planeta menos de la mitad de las personas que lo habitan hoy, no existía Internet y la posibilidad de estar interconectados 24 horas por medio del teléfono celular constituía el sueño de pocos futurólogos. Recordamos esa época como un mundo lejano y sumamente lento, en comparación con la acelerada vida actual.

Muchas veces tenemos una sensación parecida a la que sentimos cuando corremos sobre una cinta en el gimnasio y, a pesar de transpirar copiosamente, estamos siempre en el mismo lugar.

Ante un mundo en constante aceleración, con perspectivas de que eso se intensifique, la pregunta es: ¿qué podemos hacer? ¿Cómo conducir la vida para que no se deterioren la salud y la productividad? ¿Qué tipo de relación debemos establecer con aquellos que lideramos?

Creo que primero es preciso entender los cambios que están ocurriendo y no renegar de ellos. No me refiero a comprender desde lo técnico, sino desde lo filosófico. Desarrollar la capacidad de aceptar el presente, como plataforma necesaria para comprender mejor el futuro. Además, potenciar nuestra capacidad de flexibilidad y adaptación, para avanzar hacia una realidad social y empresarial que disuelve los paradigmas como si fuesen volutas de humo.

Mi experiencia me dice que los líderes que sean adaptables, flexibles, intuitivos, éticos, veloces en la toma de decisiones y que logren establecer vínculos humanos y desde el afecto con sus liderados, serán los que tendrán más posibilidades de fortalecerse y sobrevivir, tal cual lo anunciaba Darwin.

Para lograrlo, es necesario abrir la puerta del aprendizaje, de la reflexión, del desarrollo de la intuición con miras al autoconocimiento. En el entrenamiento, la indagación filosófica, la visión naturalista y la percepción certera de la realidad está la compensación necesaria para mantenernos integrados, felices y fuertes en este exigente mundo que nos toca compartir.

¡Hasta la próxima semana!

Ah, el precioso tiempo.

tiempoSubo al ascensor y observo a un vecino con el cual comparto el breve viaje de tres pisos que nos separa de la planta baja.

Como todas las veces en que bajamos juntos, antes que la puerta se cierre lo observo pulsando el botón de planta baja, insistentemente, varias veces. Seguramente no debe ser el único que piensa que, haciendo esto, el ascensor llegará más rápido. Lo deduzco, cual Sherlock Holmes aficionado, porque las letras de ese botón están casi totalmente borradas, probando que otras manos ansiosas las gastaron pulsándolas con frenesí.

Llegamos. Mi vecino sale con torpeza del ascensor dejándome con un saludo a medio camino, que él no alcanza a escuchar porque en su mundo yo no existo. Su objetivo es cruzar la puerta de salida con premura. Sortea con dificultad a una anciana que intenta avanzar lentamente impidiendo su paso, y se aleja mascullando improperios.

Esta escena se repite diariamente, en distintos horarios, con el mismo estilo y a veces con otros actores. Torpeza, ansiedad y malos modales son un factor común.

Todos nos cruzamos cada día con personas que no administran el tiempo, sino que son presas de él. En la actualidad, disponer de tiempo es muy valioso, especialmente en la vida que se desarrolla en grandes urbes. En las culturas en las cuales predomina el reloj, se convierte en mercancía codiciada por todos: time is money, repiten los ingleses con su pensamiento pragmático.

Por el contrario, en culturas donde el tiempo está ligado a los acontecimientos, es un bien no tan relacionado con el dinero sino con la experiencia. Antiguas civilizaciones lo medían en base a la duración de lo que veían ocurrir en sus vidas: salida y puesta del sol, duración del brotar de las plantas que sembraban, cuánto duraba un viaje, las estaciones del año o la gestación de un hijo.

Jorge Luis Borges, en su cuento “El jardín de  senderos que se bifurcan”, nos habla de… una serie infinita de tiempos, en una red creciente de tiempos paralelos, divergentes y convergentes… No existimos en la mayoría de estos tiempos, en algunos existe usted y no yo…; en otros existimos ambos… ¿Por qué imaginar una sola serie de tiempo?

Estoy seguro de que no existe una sola serie de tiempos, y también coincido con que es algo extremadamente valioso; es por eso que lo celebro disfrutándolo.

Es algo similar a comprar el helado más rico que exista y en lugar de colocar mis sentidos en el disfrute e intensificar el placer que me produce su sabor, sentir una especie de culpa por el tiempo que estoy “perdiendo”. Esa actitud me aleja de toda fuente de placer.

Conozco personas que hacen listas, utilizan timers, sistemas diversos, planillas, agendas varias y terminan gastando tiempo precioso para alimentar sus excesivos sistemas de control del tiempo, que terminan apresándolos.

Sepamos manejar la dimensión temporal del presente que constituye la conversación con el amigo, el tiempo brindado al ser amado, el momento de la lectura o de reflexión en la soledad, sin perder de vista el horizonte y la construcción o meta que deseamos realizar. Valga la redundancia, sin perder el tiempo.

Sin embargo, me permito darles un consejo: que nunca las metas oculten a las personas.

Hasta la próxima semana!!!

 

 

Papá Noel nos visitó…

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Los Emprendedores de DeRose Method viajamos mucho. Somos como abejas polinizadoras que llevan y traen mensajes, valijas colmadas de regalos, material didáctico y toneladas de cariño. Una especie de viajeros que unen, agregan, suman, potencian, fortalecen y esparcen un mensaje que sigue reproduciéndose como un virus positivo y constructivo.

Es cansador viajar con frecuencia, pero es muy gratificante visitar a tantos amigos. Establecer ese compromiso de reciprocidad de ser huéspedes y saber que pronto seremos anfitriones. No hay cansancio que pueda sofocar la hermosa sensación de reencontrarse con aquellos que eligieron formar parte de esta aventura gregaria.

Dentro de nuestra Red de escuelas se estimula a los estudiantes y emprendedores a conocer el mundo, a ver nuevas realidades, modificar condicionamientos y crecer culturalmente.

El mayor exponente de viajero incansable es nuestro querido DeRose, a quien esta última semana tuvimos el privilegio de recibir en Buenos Aires, como a un verdadero Papá Noel.

Tal como ocurre cada vez que está presente nuestro líder, se generaron múltiples actividades de intercambio. Su presencia actúa como catalizador positivo y produce movimientos en torno a su persona. Su visita nunca pasa desapercibida: produce movimiento, oleadas de conocimiento, cambio de paradigmas, reflexión y, como siempre, esa sensación agradable de cariño y familia.

Las diversas actividades tuvieron un factor común: en todas predominó el festejo del reencuentro, el abrazo sentido, la mirada brillante, la comida ofrecida con cariño, el paseo compartido, las charlas, los proyectos, los sueños, muchas sonrisas y una fuerte voluntad de enseñar, aprender y mejorar. Considerando la fecha, puedo decir que se manifestó un auténtico espíritu navideño.

Observé amigos trabajando juntos, apoyándose, confiando mutuamente y con la firme vocación de vivenciar un estilo de vida que nos representa y del cual somos generadores y participantes. Otros, en su fase de estudiantes, plenos de algarabía y con sed de aprender, mostraban su interés para concretar sus estudios y sumarse profesionalmente como docentes y emprendedores.

Esta realidad nos muestra que nuestra propuesta de alta performance y reeducación comportamental no es una utopía, es un movimiento concreto que se expande y cría raíces como tendencia inspiradora para muchos, especialmente para los jóvenes.

Soy un convencido de que cuando uno se enamora de algo más grande, los esfuerzos cotidianos adquieren una dimensión pequeña. Placer y trabajo pueden combinarse perfectamente. Lo que se hace día a día pasa a ser la gratificación y el bálsamo que nos devuelve las fuerzas para comenzar cada mañana.

Feliz 2017 y hasta la semana próxima.

 

 

Mejor que pensar en los malos, es pensar en los males

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Existe una habitual reacción en las personas a sentirse decepcionadas cuando el mundo que las rodea no se ajusta a lo que desearían, generalmente como producto de una proyección fantasiosa de carácter ilusorio.

En esos casos, se generan diferentes actitudes. Algunos se limitan a disgustarse, y simplemente continúan su camino. Otros critican con ardor, intentan hacer algo, pero rápidamente desisten al percibir que mover algo pesado requiere mayor esfuerzo, gran compromiso y, casi siempre, generar un movimiento para que entre muchos pueda removerse el obstáculo del camino.

Todos en general se enojan, se sienten ofendidos y piensan que no son escuchados, cuando justamente ellos son los portadores de la única verdad.

Muy pocos son los que se arremangan y zambullen en el asunto para cambiarlo desde adentro. Son los que, además de poseer buenas intenciones, buscan obtener resultados y piden ayuda. Así, comparten sus deseos con otros que identificándose suman sus fuerzas y empujan en la misma dirección. Como ya no son tiempos de revoluciones violentas, más que nunca debemos tener constancia, paciencia y tolerancia para, férreamente y sin pausa, avanzar hacia el objetivo.

Siempre me identifiqué con aquellos que, inspirados por un ideal, se empeñan en generar cambios, aportes solidarios que con frecuencia son calificados de utopías, especialmente por los que observan como si se tratase de una obra de teatro y, sabiondos y críticos, se regodean desde la tribuna de los que poco hacen, y censuran a  los que, al menos, lo intentan.

Son esos críticos que olvidan sus propios defectos los que suelen hablar de los malos,  y… ¿saben una cosa? En mi vida aprendí que es mejor hablar de los males y así, tratar de sumar corazones y esfuerzos para hacer un mundo mejor.

Tal vez no triunfemos, pero podremos disfrutar de la lucha, del sabor del intento, del cansancio que nos hace sentir útiles. De la plenitud que uno siente cuando está enamorado de algo más grande. Es lo que los pobres de espíritu nunca podrán tener.

¡Hasta la próxima semana!

Experiencias que nos fortalecen

                                                                                                                                                                                                                                                                                                experienciaCuando yo nací, mi padre era un próspero empresario. Mis primeros años transcurrieron en una hermosa casa ubicada en uno de los más selectos barrios de la ciudad de Rosario. Varias empresas permitían a la familia sostener un estándar de vida elevado. Pero el deseo de seguir con nuevos emprendimientos llevó a mi padre a enfrentar riesgos que en poco tiempo le hicieron perder todo su capital y, como consecuencia, nuestra comodidad.

Tuvimos que mudarnos a la casa de mi abuelo materno, quien nos alojó, ante lo desesperado de la situación.

Mi padre no bajó los brazos; como todo emprendedor, logró mejorar nuevamente y en unos años estábamos mudándonos a otra ciudad del interior de la provincia de Santa Fe, donde intentaría progresar con un nuevo proyecto.

Sin embargo, malas sociedades, riesgos exagerados y otros detalles que nunca conseguí descubrir en su totalidad nos llevaron a un nuevo quebranto económico.

Estos altibajos se repitieron varias veces, pasando a ser para mí una enseñanza difícil pero, a la vez, valiosa. Comprobé empíricamente que se podía vivir en ambos extremos de una línea. Fue una importante experiencia de vida que me brindó sentido de realidad.

Una de las cosas que rescato es que, a pesar de lo complicado de esas situaciones, nunca las vivimos con sentido trágico. Había optimismo y confianza en la capacidad de superarlas.

Con mi edad actual y una vida construida y estable, hoy puedo comprender la frase atribuida al filósofo Séneca: “la riqueza es esclava del sabio y dueña del necio”.

Creo que debo agradecer a mis padres por haberme enseñado a encontrar lo positivo en todo momento, y por la capacidad de ambos para intentarlo siempre una vez más.

Entendí también que no se trata de preferir la pobreza a la riqueza; por el contrario, se trata de administrar esa situación y lograr ser independiente aumentando lo propicio y reduciendo lo desfavorable. Una cierta forma de asimetría positiva en cada caso. Al fin de cuentas, el dinero constituye una poderosa fuente de energía, comparable al fuego. Todo depende de cómo sea utilizado.

En otras palabras, podría decir que la “dependencia” de las circunstancias –o más bien las emociones resultantes de ellas- genera una especial forma de esclavitud.

Lo vivido en mi juventud fue una importante semilla. Lo aprehendido en mis años de práctica y estudio de técnicas y conceptos basados en filosofías antiguas constituyó el abono para avanzar a un estado de más libertad, apoyado en la autosuficiencia.

Si lo logramos, podemos superar la fragilidad de sentir temor a perder, es decir, de poner más energía en lo negativo que en lo positivo.

Volviendo a mis recuerdos, tengo en mi memoria la imagen de una noche, cuando a la hora de la cena el menú fue una manzana para cada uno. Podría haber dejado una marca de tristeza entre mis recuerdos; sin embargo, lo llevo en mí como una noche de alegría y plena intimidad. Recordarlo en momentos difíciles me hizo sentir que siempre podemos transformar una situación en algo mejor.

¡Hasta la próxima semana!

 

 

Ábrete sésamo

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Desde la popular expresión abracadabra y el ábrete sésamo de Alí Babá en Las mil y una noches hasta el Avada Kedavra  de Harry Potters, percibo que popularmente se cree en palabras asociadas a poderes misteriosos y ocultos, generalmente invocadas por seres especiales.

En la actualidad, sin caer en creencias sobrenaturales, observo cómo palabras que eran habituales producen fuertes efectos sobre aquellos que las emiten y también en los que las escuchan. Tal vez como consecuencia de haber caído en desuso adquieran la capacidad de producir mayor resultado al pronunciarlas.

Me gusta experimentarlas especialmente en los lugares donde no siempre esperamos   cortesía por parte del otro. Al decir buen día, por favor o un simple sería tan amable, consigo un mejor trato del taxista o de quien atiende en el mostrador de una oficina pública.

Siempre funciona: la expresión del rostro torvo y sombrío se suaviza de inmediato ante el efecto encantador y casi mágico de alguna de esas expresiones de cortesía. Me recuerda la    comparación que se suele hacer de la vida con un espejo: si le sonríes te devuelve una sonrisa, si le gruñes te devolverá un gruñido.

Ahora bien, ¿es antiético usar estas fórmulas de buena convivencia para obtener mejores resultados? Considero que no lo es si las utilizamos con sinceridad, aderezadas con el deseo de comunicarnos mejor, de aproximarnos y hasta de entender que esa otra persona posiblemente se encuentre cargada de agresividad o intolerancia porque su vida no está en un buen momento.

Al instalar este estilo de vida, alteramos el condicionamiento a reaccionar agresivamente y adquirimos un hábito comportamental positivo. Como consecuencia se nos facilita la convivencia, se evitan conflictos y nos relacionamos con el mundo desde un lugar más sensible, amigable y cariñoso. Esto podemos considerarlo mejor calidad de vida.

Si lo observamos en forma pragmática, debemos reconocer que el mundo actual está interconectado. Nuestros vecinos ya no son pocas casas circundantes: hoy son 7.000.000.000 de personas que están observándonos las veinticuatro horas. Las redes sociales han producido la revolución de una interconexión creciente y que expande nuestro radio de influencia en forma ilimitada.

Como consecuencia, la civilidad retorna para entronizarse entre las principales virtudes, tal cual los griegos ya la consideraban hace siglos. Gran cantidad de ejemplos nos muestran cómo la reputación es vulnerable al juicio público de una sociedad sensible a lo que se comparte en las redes.

Estamos ante grandes cambios de paradigmas. La humanidad evoluciona con errores y aciertos en forma de oleadas constantes. El mundo se mueve y camina sin detenerse.

Y las palabras están allí, cargadas de su poder mágico, para abrir puertas, tocar corazones y acercarnos más.

Hasta la próxima semana.

 

El bienestar de la gratitud

 

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Desde pequeño adopté la actitud de agradecer. La incorporación de la gratitud como conducta puede haber tenido sus raíces en el comportamiento de mi familia de origen. En especial recuerdo a mi madre transmitiéndome el mensaje positivo de ser agradecidos a la vida, expresando con alegría que debíamos actuar para retribuir en acciones concretas y cotidianas.

Ella era pintora, fundadora de una escuela de arte, y lo que más le gustaba eran los retratos. Habitualmente me encontraba en mi casa a mendigos a quienes invitaba para que fueran sus modelos vivos. Cuando le preguntaba por qué traía a esas personas a casa, me explicaba amorosamente que era una manera de brindarles cariño, una pausa en sus existencias difíciles. Una forma de expresar gratitud.

Es para mí una virtud misteriosa. No dudo del placer que se experimenta, pero soy consciente del gran obstáculo que se vence, y eso es superador. Lo lindo del sentimiento de gratitud es que le hace bien, en primer término, al que lo siente.

No debemos confundirla con adulación, obsequiosidad, mentira o ese “gracias” que dice por conveniencia el que espera recibir más. Es virtud cuando está ligado al cariño sincero, sin adquirir característica de trueque. Es el placer de sentir agradecimiento incluso manteniéndolo íntimamente guardado, sin necesidad de manifestarlo.

En DeRose Method la gratitud es un valor muy presente, inspirado en antiguas tradiciones. Es un precepto rector de conducta que se siente, se entrena y nos llena de orgullo. Está entre los conceptos que son parte de una reeducación comportamental positiva.

En nuestras escuelas la gratitud fluye sin imposición, de manera armoniosa, sin constituir un deber (no creo tanto en los deberes sino en lo volitivo). La valoramos porque creemos que se trata de un acto de excelencia humana. Tal vez por ello, la sociedad no ve con buenos ojos a los ingratos.

En muchos ya es un don que viene desde adentro; otros lo van desarrollando, incorporando con la simple experiencia de la convivencia con otras personas que también lo desean. Me emociona cuando algunos alumnos me expresan, con gratitud, que han incorporado “gratitud”. Se perciben en sus ojos chispitas de alegría y satisfacción.

Hago pública aquí mi gratitud a todos aquellos de los cuales aprendí, de manera formal e informal, porque sin ellos mi existencia sería más pobre y no gozaría de este bienestar que poseo.

Hasta la próxima semana.

 

 

 

Aprender de los niños…

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Hace unos días observaba a la mamá de Luca, un hermoso bebé, en una instintiva y tierna conversación. Ella realizaba diversos sonidos acompañados de gestos y el niño trataba de imitarlos iluminando su carita con asombro y sonrisas divertidas. Los sonidos eran solo eso. No tenían un significado particular, no eran palabras ni frases. Solo estímulos sonoros, cargados de amor y energía maternal, viajando desde la mamá al niño que, atento, intentaba retribuirlos.

Al observarlos, en mi mente florecían recuerdos de mis hijos cuando eran tan pequeños como Luca, y de tantos otros niños que en algún momento iniciaron ese aprendizaje tan complejo, bello y sutil que es la comunicación con los otros seres.

La escena me hizo entender en forma práctica que los humanos traemos una necesidad de comunicarnos, como la tienen también todos los integrantes del reino animal. La diferencia es que en nuestras queridas mascotas ese lenguaje es innato, y en los Sapiens se requiere un aprendizaje de códigos que varía de cultura en cultura.

Este conjunto de sonidos y gestos que nos permite comunicarnos está profundamente vinculado a una manera de pensar. Las palabras evocan imágenes, las imágenes predicen a nuestra mente realidades, generan reacciones biológicas y emocionales, transmiten certezas o dudas, se transforman en acciones y mantienen activa esa fascinante maquinaria que es la comunicación humana.

Ahora bien, volviendo a mi pequeño maestro Luca -que me está enseñando cómo se comunica sin todavía saber los códigos de lenguaje que durante años deberá incorporar-, observo que el vínculo de confianza con su mamá es el gran paso para establecer el deseo de entenderse.

Y allí está un importante nudo que dificulta el entendimiento, la falta de confianza con el otro. Traslademos la situación a un ejemplo simple: cuando alguien toca a nuestra puerta, si confiamos le abrimos, lo recibimos sonrientes, le ofrecemos hospitalidad y lo dejamos ingresar a nuestro espacio. Estaremos predispuestos a recibir su persona y su mensaje. En una conversación ocurre lo mismo: podemos abrir la puerta de acceso a nosotros, recibirlo con alegría e interesarnos por lo que tiene para decirnos con la intención de comprenderlo, o bien bloquear, cerrar, no escuchar y en algunos casos desencadenar violencia, de la cual no siempre es posible retornar. Generalmente esto ocurre por paradigmas incorporados.

Si el lenguaje y la comunicación están entonces tan ligados a la cultura formativa, debemos poner atención en revisar, actualizar y hasta modificar barreras preestablecidas. Recordemos que frecuentemente repetimos actitudes de las cuales no nos sentimos orgullosos. Reacciones que incorporamos generalmente por imitación y utilizamos sin pensar. Si no lo modificamos, en cada oportunidad que esto ocurre el paradigma o condicionamiento se actualiza y fortalece. Si hay ganas, siempre podremos mejorar y lograr que muchas puertas comiencen a abrirse.

Hoy, 7.000.000.000 de otros seres humanos están distribuidos en el planeta, con costumbres y formas diferentes, y deseando vincularse. La tecnología lo impulsa y favorece. Hacerlo es reducir fronteras y un ejercicio para humanizarnos. Gracias, Luca, por inspirarme.

Hasta la próxima semana…

 

La enseñanza de los puercoespines.

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Constantemente los seres vivos debieron adaptarse para no sucumbir ante condiciones extremas. El hombre necesitó aprender rápido y atravesar períodos adaptativos para seguir conquistando nuevas capacidades que le permitieran llegar a nuestros días.

El cambio es necesario en todos los seres y, de una manera pragmática y poderosa, el premio de esta capacidad es el mayor: seguir existiendo.

Hoy, el ser humano disfruta de logros que le permiten vivir más años y en condiciones más confortables. Pero la necesidad de adaptación continúa. Se habita en ciudades de alta densidad demográfica, la comunicación con los demás es constante, los espacios se reducen y comparten. El estrés crece y es propio de la urgencia de abrirse paso entre otros competidores y obtener resultados inmediatos. Vemos logros y novedades y somos estimulados a obtenerlos.

Desde mi visión todo esto es positivo, se trata de un período de cambios veloces. Hace poco tiempo andábamos en carros y casi sin percibirlo tenemos que pilotear a la velocidad de un Fórmula 1.

Para ello es preciso aprender, entrenar, compartir actividades con personas positivas y con las cuales podamos interactuar solidariamente. Y, atención: tenemos que trabajar sobre plazos y metas, pero nunca olvidarnos de las personas.

Compartimos espacios, tareas, vehículos, calles, espacios libres, y la proximidad constante con otros Sapiens nos obliga a enfocarnos en administrar las buenas relaciones humanas.

Ya no hay opción; así como siglos atrás debíamos defendernos de fieras salvajes, plagas, otras tribus o grupos que disputaban nuestro espacio o alimento, hoy tenemos que incorporar el sentido de colaboración, entendernos, formar grupos con ideas diferentes, con costumbres variadas, y hacer que esto nos enriquezca. Nunca hasta hoy la humanidad ha tenido una oportunidad tan clara de humanizarse en la unión y fortalecerse con ello.

Esto no es fácil y requiere un aprendizaje diario. Instalar cada día la vocación de pensar con la cabeza del otro, como alerta el escritor DeRose. Llegó la hora de los grupos, de las egrégoras fuertes y unidas, de los espacios de coworking. De entender que es infantil pretender una total ausencia de conflictos; de aprender a solucionarlos con inteligencia. De reconocer que no todos los integrantes de un grupo de trabajo deben pensar lo mismo sino pensar en lo mismo.

Podemos inspirarnos en la experiencia de los puercoespines, animalitos totalmente cubiertos de espinas que, según la historia, en la Edad del Hielo comenzaron a morir de frío. Ante esta situación y observando lo que hacían otros grupos de animales, decidieron juntarse y permanecer próximos para generar calor y sobrevivir. Así lo hicieron, pero algunos de ellos empezaron a molestarse por las espinas y las pequeñas heridas que esta proximidad producía. Abandonaban el grupo, y lógicamente morían congelados. Los que inteligentemente preferían las molestias de las espinas y a pesar de eso, seguir juntos, lograron sobrevivir, generar descendencia y llegar hasta nuestros días.

En la convivencia con los que están más próximos a veces surgen diferencias, y hasta se producen pequeñas heridas; sin embargo, debemos superarlo e instalar una reeducación comportamental inteligente para que las buenas relaciones humanas sinceras y auténticas, lleguen a ser un hábito. Ganaremos calidad de vida y lograremos mejores resultados.

Hasta la próxima semana.

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