Autor: edgardo (Página 25 de 29)

¿Formar o informar?

                                                                                                                                                                                                                   Maestro sentado enseñando

El término escuela deriva del latín schola y se refiere al espacio al que los seres humanos asisten para aprender. El espacio donde se forjan las voluntades y se proyectan las acciones.

Es el ámbito ideal para relacionar la voluntad a la esperanza: la fuerza inconmensurable de la voluntad es el fuego que templa y fortalece la esperanza de un futuro promisorio.

Las antiguas tradiciones culturales daban un enorme valor a la tarea del que enseña. Lo elevaban al status de una persona sagrada. Esta valoración se debía al conocimiento transmitido, al acto mismo de enseñar. Si se enseñaba una filosofía o rama del arte que era considerada sagrada, por añadidura el que ejercía la tarea de transmitirlo era indicado como una persona especial y como tal debía ser tratado.

En la India, la palabra guru tiene un significado muy bello: es aquel que disipa las tinieblas, una forma coincidente con otras escuelas filosóficas que nos han transmitido la idea de que la oscuridad no existe, lo que existe es la falta de luz.

El maestro, entonces, es reconocido socialmente por su tarea de disipar la oscuridad trayendo generosamente la luz del saber. En esas escuelas antiguas se aplicaban algunos principios didácticos y pedagógicos de gran valor, que deberían mantenerse vigentes. Entre ellos, el principio formativo y no únicamente informativo. El docente puede hacer mucho en el desarrollo de quien aprende si logra comprometerse en la formación integral de la persona y despertar el entusiasmo de revisar comportamientos y principios éticos.

Esto requiere un compromiso del docente instalando una coherencia real entre dichos y hechos. Como señalaba George Steiner, “La única licencia honrada y demostrable para enseñar es la virtud del ejemplo.”

A partir de allí, pondremos en marcha un movimiento de cambio que podrá ser la génesis de un mundo mejor.

Hasta la próxima semana.

 

Comunicación y liderazgo

Lider participativoEn los años que llevo desempeñando funciones de liderazgo, pasé por distintas organizaciones. En la mayoría de estos grupos sociales se utilizan códigos y normas muy diferentes de las que actualmente utilizo.

La experiencia, los años vividos y el Método que incorporé, me llevaron a reflexionar sobre la capacidad para comunicarnos con las demás personas. Comencé a preguntarme si sabríamos expresar lo que verdaderamente deseamos decir, si lograríamos poner nuestro mensaje en palabras claras y comprensibles. Y si tendríamos la capacidad de escuchar con objetividad, incluso lo que no nos agrada o nuestra emocionalidad nos impide aceptar.

Preguntas como estas –muchas de ellas retóricas– deseo compartir con los lectores, para ayudar a obtener mejores resultados en el arte de comunicarnos.

Tengamos presente que la comunicación es uno de los ingredientes más importantes para hacer menos complicada nuestra vida. Matrimonios, familias, relaciones laborales, comunicadores sociales, políticos y prácticamente todas las actividades y personas están directamente bajo su influencia y dependen de ella.

Es posiblemente el mayor desafío que enfrentan los líderes en estos tiempos de adaptación y cambios. Uno de los errores más frecuentes es que se ocupan tanto de analizar, resolver problemas y coordinar acciones, que se olvidan de comunicar lo que está ocurriendo. Después se sorprenden porque sus comandados no adhieren fácilmente a las decisiones y planes adoptados.

A veces esto ocurre porque son líderes “paternales” que no confían plenamente en la capacidad de sus equipos y se hacen cargo de todo. En otros casos, consideran una pérdida de tiempo informar, sin darse cuenta de que la incomunicación impide la fluidez de todo proceso y, como consecuencia, deriva en menor efectividad y mayor riesgo de errores.

Pero lo que más me importa destacar es la situación del líder que, aunque comunica, es poco creíble. Existen algunos elementos para tener en cuenta como posibles causas de su escasa credibilidad:

El aspecto: apariencia, presencia física, vestimenta, aseo y lenguaje corporal.

El lenguaje: elección de las palabras, pronunciación, tono de voz.

La personalidad: autenticidad, sentido del humor, sencillez, carisma para abrir mentes y corazones.

El carácter: valores, integridad y un verdadero interés en las personas como seres humanos.

La coherencia: autenticidad entre lo que se transmite y el historial de resultados logrados.

Los verdaderos líderes se convierten en la cara o conexión humana de una organización. Ellos son los factores de conexión de las personas con los valores de ese grupo, empresa o corporación. Por lo tanto, la gran pregunta que debemos hacernos es: ¿actuamos de acuerdo con esos valores? ¿Logramos ser verdaderos comunicadores transparentes y portadores orgullosos de nuestros más profundos ideales? En otros términos, el principal respaldo de todo líder y comunicador es vivir en forma coherente con su mensaje. Ser honestos, éticos y verdaderos es una forma de conquistar autoridad. Esta actitud nos enaltece y nos hace crecer en forma individual y colectiva. Afirmarnos en estos principios es fundamental para nuestro presente y futuro.

¡Hasta la próxima semana!

 

¡Limpiá el mundo, empezá por vos!

1limpieza_color_m

 

El ser humano se encuentra perturbado en su equilibrio biológico por sus costumbres de vida y por la invasión química del medio que lo rodea y que no cesa de crecer.

Esto es consecuencia del progreso y debemos asumir sus consecuencias.

Randall Fitzgerald, en su libro Cien años de mentira, nos informa que en los EEUU más de 3000 substancias químicas sintéticas son adicionadas a los productos alimenticios y ninguna de ellas fue testeada con relación a su potencial sinérgico (interactivo) con otras substancias y la capacidad de producir toxinas en el organismo. Esto se extiende a cosméticos, productos de limpieza y muchos otros.

Si a esto le sumamos la contaminación ambiental, la polución del aire y de las aguas, las cuales sufren un deterioro progresivo alarmante, pareciera ser que estamos ante un cuadro que podría generar una profunda desazón.

Sin embargo, tenemos que tomar actitudes positivas e inteligentes para actuar en consecuencia. Con relación a la selectividad de alimentos dar prioridad a los menos procesados y principalmente orgánicos. Al elegir frutas y verduras demos prioridad a las de estación, las cuales tienen mayor cantidad de nutrientes por haber estado menos tiempo en depósitos o cámaras frigoríficas.

Eliminar las carnes y sus derivados, en virtud de que constituyen la mayor fuente de toxinas, además de las hormonas, antibióticos y drogas diversas que llegan a nuestros platos. Esto sin considerar cuestiones de sensibilidad y sentido común. Como alguna vez expresó Kafka un día que su mirada se posó en unos peces del acuario de Berlín: “Ahora al menos puedo mirarlos en paz, ya no me los como”.

Y en esta incorporación de hábitos saludables es recomendable la utilización de técnicas de limpieza orgánica, las cuales ya eran utilizadas por antiguas culturas para estimular el funcionamiento de los emuntorios o sistemas de eliminación que posee nuestro organismo.

El Método DeROSE utiliza técnicas milenarias simples y efectivas, para fortalecer la capacidad inmunológica, recuperando la energía que habitualmente gastamos en la lucha constante del cuerpo contra los agentes que nos intoxican.

¡Hasta la próxima semana!

¿Cómo reaccionamos ante las adversidades?

Cuando era niño, mi abuelo Agustín fue un modelo muy importante para mí. Una de sus características era la de ser un filósofo práctico que me enseñaba recurriendo a cuentos e historias. Esta es una de las que recuerdo y deseo compartir con ustedes. A mi me sirvió para pensar, revisar actitudes y comprender cómo reaccionamos ante las adversidades que nos presenta la vida. Espero que la disfruten. la-persona-está-observando-31236251

 Cierta vez, la hija de un cocinero se estaba quejando de que la vida era difícil para ella. El padre la llevó a la cocina, tomó tres calderos, los llenó de agua y los colocó sobre el fuego, esperando hasta que el agua entrara en ebullición.

 En uno de los calderos colocó zanahorias, en otro colocó varios huevos de gallina y en el último, café en polvo. Al cabo de unos veinte minutos, sacó los calderos del fuego. Retiró las zanahorias y los huevos y los puso en dos fuentes, por separado. En una taza, vertió el café previamente colado.

Entonces, cariñosamente, el cocinero pidió a su hija que probase las zanahorias. Ella lo hizo y comprobó que estaban muy tiernas. A continuación le pidió que tomase un huevo y le quitara la cáscara. Ella observó que el huevo se había endurecido con la cocción. Finalmente, el cocinero solicitó a su hija que bebiese un sorbo de café. Ella obedeció y pudo comprobar que estaba muy sabroso.

 Con el rostro iluminado por una sonrisa, el cocinero le explicó:

-Hija mía, todos estos elementos enfrentaron la misma adversidad. Sin embargo, cada uno reaccionó de diferente manera. La zanahoria entró en el agua dura e inflexible, y por efecto del agua hirviendo se transformó en tierna y sabrosa. Los huevos eran frágiles, su fina cáscara protegía el interior, pero después de cocinados se tornaron duros. El café fue diferente: después de colocado en el agua hirviendo, cambió al agua. La hija, agradecida, entendió la enseñanza del sabio cocinero.

Siempre pasaremos por obstáculos y adversidades, pero, ¿cómo responderemos? Es parte de nuestra libertad de elección.

Recordemos la frase del escritor DeRose: Obstáculos y dificultades son parte de la vida. Y la vida es el arte de superarlos.

Hasta la próxima semana.

 

¿Jesucristo o Pantagruel?

fotopantagruelLas fiestas navideñas y de Pascua constituyen importantes celebraciones de la tradición cristiana. Tienen -entre otras- una característica principal: el exceso de comidas y bebidas. Pareciera que, en lugar de la recordación cristiana que celebra el nacimiento o resurrección de Jesús, el festejo se inclina hacia una marcada evocación de Pantagruel y Gargantúa, los personajes de Francois Rabelais. Este autor, con especial humor, narra la historia de dos gigantes totalmente diferentes de los malvados ogros que formaban parte de los clásicos relatos de su época. En este caso, se trataba de dos gigantes glotones y bonachones.

En nuestras tradicionales evocaciones, unos más y otros menos, los festejantes se vuelcan hacia mesas atiborradas de alimentos diversos, elaborados tanto con cariño y esmero como con excesivo tenor graso.

Además de las comidas, se incluyen todas las variedades de típicas golosinas, dulces, frutos secos, tortas, panes dulces, turrones y otras delicias de origen más comercial que tradicional, destacándose en la celebración de Pascua los clásicos huevos y animalitos de chocolate.

Las bebidas hacen lo suyo: cantidades abundantes de glucosa son transportadas por los torrentes de bebidas gaseosas, y el alcohol muchas veces transforma el centro de gravedad en un columpio en movimiento.

No estoy en contra de las celebraciones, es un momento de encuentro, de alegría, de placer social, y es bueno dejarse llevar por todo esto, que ayudará al abrazo sentido y cariñoso con los seres queridos y al recuerdo posterior.

Pero pasado el tiempo de festejo, es el momento de dar un poco de descanso a nuestro cuerpo, que ha sido sometido a excesos diversos y acumula secuelas que muchas veces se perciben en los días sucesivos.

Lo ideal sería iniciar unos días de limpieza orgánica mediante el consumo de frutas, que además de proveer agua y minerales, estimulan la depuración orgánica.

Para los que tienen una voluntad más poderosa, es recomendable un ayuno de 36 horas. Esto es muy fácil de hacer: podemos comenzar no cenando, pasar el día siguiente bebiendo mucha agua mineral, y luego de dormir esa noche, iniciar el próximo día comiendo algunas frutas frescas (no ácidas), para gradualmente volver a nuestra alimentación habitual. (Consejo: hacer esto en un día de plena actividad. Realizar un ayuno en domingo será triste y antisocial.)

¡Hasta la próxima!

La sonrisa inteligente

sonrisa51

La sonrisa se remonta más lejos en la Prehistoria que cualquier antepasado que vagamente se asemeje al homo sapiens. La sonrisa nerviosa y fugaz del monito retozando, la ancha sonrisa del chimpancé que se dispone a gestar una broma pesada, la primera sonrisa reflexiva del bebé humano a su madre, todos estos gestos son recuerdos de un antiguo linaje.

En las esculturas griegas observamos cómo estos modelos, barbados o lampiños, con peinados o uniformes diferentes poseen algo en común: los labios curvados, formando una sonrisa. Tal vez la denominada “sonrisa arcaica” que intenta simbolizar un destello de divinidad presente en el hombre feliz.

La ciencia nos dice que la tendencia tan humana de mirar hacia el futuro con optimismo descansa en lo profundo del cerebro. Investigadores de la Universidad de Nueva York identificaron una red de circuitos cerebrales que se activa cuando nos imaginamos viviendo una vida larga, sana y plena de logros.

“Nuestros resultados sugieren que mientras el pasado está cerrado, el futuro está abierto a interpretación, lo que permite a las personas tomar distancia de posibles eventos negativos y acercarse hacia aquellos que son positivos”, conforme el informe publicado por los científicos del Phelps Lab de la Universidad de Nueva York.

El equipo de científicos sometió a un grupo de voluntarios a estudios de resonancia magnética funcional, para examinar sus cerebros mientras se les pedía que se imaginaran a sí mismos en futuros eventos como “ganar un premio” o “terminar con una relación amorosa”.

En esta complejidad de elementos que se ponen en funcionamiento ante lo positivo, la sonrisa es la llave que da inicio a una secuencia de reacciones en cadena.

La sonrisa aproxima, conecta. Es alivio y genera el bienestar del buen humor. Y el buen humor es lucidez, es una forma de inteligencia que nos hace reír de todo a condición de que en primer lugar logremos reírnos de nosotros mismos. Como la autocrítica del gran Woody Allen, que con sutil ironía nos dice: “de lo único que me quejo es de no ser otro”.

 

El arquero y las emociones

Cuenta una historia que un viejo Maestro en el arte de Arquerola arquería pidió a un discípulo que mostrara sus progresos lanzando una flecha a un blanco. El discípulo disparó con gran puntería la flecha, que impactó en el centro del blanco. Rápidamente lanzó otra, que se insertó en la anterior abriéndola por la mitad.

Con una sonrisa de burla y superioridad, se dirigió al Maestro, le preguntó qué le parecía y lo desafió a que lo hiciera mejor.

El Maestro no se inmutó; le pidió que lo acompañara. Subieron una cuesta y llegaron a la cima de una montaña en la cual había un estrecho tronco que cruzaba sobre un interminable precipicio. Una especie de precario puente de conexión hacia la montaña siguiente.

Entonces, el Maestro solicitó al alumno que repitiera la prueba ubicado sobre ese árbol que funcionaba como puente. El discípulo dudó, pero ante la insistencia del Maestro avanzó sobre el puente que oscilaba por efecto del viento. Lanzó varias flechas, sin que ninguna diera en el blanco.

El Maestro le pidió al discípulo —que transpiraba y temblaba como consecuencia del miedo— que retornara. Una vez que el joven estuvo en tierra firme, el Maestro subió al precario puente, tensó el arco y lanzó una certera flecha que dio exactamente en el centro del blanco. Y de inmediato, dos flechas más que también dieron en el blanco con total precisión.

Sonriente se acercó al discípulo, que lo observaba avergonzado, y le dijo con voz firme: el dominio de la técnica al lanzar la flecha y dar en el blanco en condiciones ideales no revela que te estés superando como ser humano, es apenas una pequeña parte de tus capacidades.

Superar la dispersión causada por las emociones es lo verdaderamente importante para poder aumentar nuestra capacidad de enfocarnos y conquistar nuestros objetivos.

Cuidemos la lengua…

ImprimirDesde niño tuve la costumbre de prestar especial atención a las partes del cuerpo y analizar sus funciones, su importancia, e incluso transformarlas en imágenes simbólicas.

Pensemos, por ejemplo, en la lengua: al tímido o vergonzoso se lo acusa de que un gato se la comió, a quien ostenta una actitud crítica se le dice que tiene la lengua “afilada”, como si se tratase de una espada. Para aquél que la usaba alertando sobre actitudes que molestaban a los déspotas o tiranos, la solución era cortársela, como una forma ejemplar de anular las palabras desestabilizantes.

El célebre Eclesiastés dejó esta frase: Muchos han caído bajo el filo de la espada, pero no tantos como han caído por obra de la lengua.

La lengua es especialmente indómita, como dice Thomas Adams: el ojo, el oído, el pie, la mano, aunque sobradamente bravíos e ingobernables, han sido domados, pero no hay hombre que dome la lengua.

En los humanos la lengua carece de algunos talentos que tiene la de los animales, pero en cambio ha originado otra función primordial: el lenguaje.

La lengua acerca o aleja, nos sirve para proporcionar placer carnal o degustar el más sabroso de los platos. Está allí, todo el tiempo, trabajando para conectarnos o como un arma mortal elaborando flechas que alcanzan los puntos sensibles de cualquier otro.

Se habla tanto y se dice tan poco. Recuperemos la lengua, el lenguaje, la palabra escrita o lanzada como sonido, entendiendo su inmenso valor. Cada palabra proferida seguirá produciendo una vibración, que tanto puede ser similar a la que dejan los colibríes que besan las flores a la francesa, como a los turbios sonidos generados por el lado oscuro de la fuerza.

Valoremos la palabra, usándola con responsabilidad. Al final, ha tenido a su cargo la comunicación a lo largo de toda la historia. Tal vez, si comenzamos a usar buenas palabras, a hablar más de ideas y menos de personas, habrá muchos oídos abiertos para escucharlas. Y el mundo podrá entenderse…

Que tengamos un 2016 pleno de buenas palabras, vibrantes, sinceras y constructivas, que estimulen el placer de escucharnos.

Los animales son nuestros amigos. No te los comas…

Hace unos años, me encontraba circunstancialmente en una ciudad del interior de nuestro perros y gatospaís. En esa oportunidad una persona amiga, conocedor de mi sensibilidad hacia la protección de los animales, me invitó a participar de la fiesta de aniversario de la Asociación Protectora de Animales de esa localidad. Acepté sin dudarlo y con el deseo de poder colaborar con la Asociación.

Al llegar a la fiesta, me recibió el presidente que era quién me había invitado y recorrimos el lugar. Llegamos a un amplio patio en donde se apreciaban grandes parrillas y asadores laboriosos que transpiraban sobre el fuego para cocinar variados tipos de animales que serían las atracciones especiales del festejo. Grandes cruces mostraban sobre el fuego a corderos y cerdos cocinándose a fuego lento mientras en las habituales parrillas se doraban largas filas chorizos y morcillas. Me sentí impresionado… tomé del brazo a mi amigo y lo invité a acompañarme hasta un letrero en donde se anunciaba que estábamos en la Sociedad Protectora de Animales.

Señalé el cartel indicador y le pregunté: perdóname, pero esta es una entidad dedicada a proteger la vida de los animales, ¿verdad? ¿De cuáles? ¿De los que no se comen?…

Mi amigo me miró, y en voz muy baja me respondió diciéndome: Tenés razón, es un poco incoherente, pero así logramos que las personas participen.

En más de tres décadas de no comer carne y sus derivados, fui encontrando distintas formas de resistencia por parte de las personas que sí la comen y que por paradigmas o simplemente por hábito no se abren a otras posibilidades. Al viajar a otros países con culturas gastronómicas diferentes, pude comprobar que la alimentación es predominantemente un hecho cultural y social y que existen diversas opciones que no incluyen las carnes en sus dietas, negando la afirmación que su ingesta es imprescindible para estar bien nutrido.

Me marcó esa historia y me hizo pensar en la frase de Paul McCartney: si los mataderos tuvieran paredes de cristal todos dejaríamos de comer carnes.

Tal vez sería una buena excursión para el próximo fin de semana visitar un frigorífico o matadero y después decidir de qué deseamos alimentarnos.

 

« Entradas anteriores Entradas siguientes »